«A pesar de que Pilar Manzanares es reacia a conceder entrevistas, he tenido la suerte de convencerla para charlar sobre la obra de teatro, escrita a cuatro manos con Carlos Herrera Carmona, “En la tierra desnuda. Muerte y resurrección de Antonio Machado” que acaba de publicar la Editorial Dalya. Es una mujer que ama la poesía, la literatura, el cine, todo lo que significa cultura; pero, sobre todo, es una mujer que ama la verdad.»
Reseña escrita por Maudy Ventosa.
Con una cubierta magnífica, del diseñador Rodrigo Parrado, en la que se percibe ya esa España resquebrajada, nos introducimos en la historia de una gran mentira sobre la muerte de Antonio Machado y en cómo, muchos años después, un grupo de profesores consiguió la rehabilitación del poeta, el más joven de la Generación del 98 que izó la bandera republicana en el Ayuntamiento de Segovia el 14 de abril de 1931.
Pilar es una excelente comunicadora, no solo cuando escribe. Apenas fue necesario preguntar, el entusiasmo y la emoción de la coautora se encargaron de todo.
Maudy.- Esta obra de teatro trata de cómo se restableció la imagen de Antonio Machado tras un Expediente de Depuración que duró desde el final de la Guerra Civil hasta 1981 porque nadie se acordó, hasta ese momento, de pedir su rehabilitación. ¿Por qué el olvido tantos años?
Pilar.– Por un error intencionado; se dijo que había muerto en el año 39 en un campo de concentración en Francia, se le abrió un Expediente de Depuración y se le separó del servicio. Todos los beneficios que pudiese tener tras su carrera como catedrático se borraron, se olvidaron de un plumazo. Machado ya estaba muerto, no tenía hijos, por lo que ese expediente no tenía ningún sentido. Fue una especie de venganza, un poco extraña, contra la memoria de este hombre por sus ideas políticas. El tema se olvida, por dejadez, seguramente. Como tantas cosas en este país.
En el año 81, Milagro Fernández –la profesora que prologa nuestra obra de teatro– que trabajaba en el mismo instituto donde antes lo hiciera Machado –Cervantes–, encuentra un papel en el que ve cómo un antiguo director informó que, según los periódicos, Antonio Machado había muerto en un campo de concentración. Se quedó muy sorprendida; el documento le heló la sangre porque dicho expediente de depuración aún seguía vigente. Un grupo de profesores del Instituto de Bachillerato Cervantes, con el director que había en aquel momento y una catedrática de francés, montaron el acto en el que se iba a recuperar por fin la dignidad de Antonio Machado; lucharon porque era un compañero suyo que había sido catedrático en las mismas aulas en las que ellos estaban trabajando.
El 12 de diciembre de 1981 deciden elevar una petición para pedir justicia, siendo en aquel momento ministro de educación Federico Mayor Zaragoza. Consiguen que, por fin, se retire esa acta de depuración. Fue publicado en el BOE, el 11 de enero de 1982, conforme a la orden del 31 de diciembre de 1981. Lo celebraron por todo lo alto, emocionados, porque, además, Mayor Zaragoza nombra a Antonio Machado miembro de honor del claustro del Instituto Cervantes.
Cuando presentamos nuestra obra en el Instituto Cervantes, en primera fila, estaba gran parte de los profesores que lograron aquello, la gente que luchó cuando no era fácil. Mucha emoción.
M.- Tuvo que ser el miedo lo que provocó el silencio de tanta gente, porque no es lógico que una persona como Machado estuviera tanto tiempo sin rehabilitar.
P.– Claro, pero en aquel claustro de profesores, el voto fue unánime. Fueron muy valientes en aquel momento.
M.- Estábamos estrenando muchas cosas…
P.- Hemos intentado recrear, en una parte de la obra, esa reunión entre los profesores, por supuesto, muy libremente, es decir, hemos tenido que plantear una discusión entre voces del pasado y voces de lo que llamaríamos futuro.
M.- La obra está escrita en dos tiempos. ¿Qué significa eso?
P.– Está escrita primero, a dos manos y eso tiene que ver con los tiempos. Hay una parte que es mucho más poética que recrea los últimos días de Machado.
M.- Sin duda, es la suya…
P.-¡No! Es del dramaturgo Carlos Herrera Carmona, es muy poético él, siempre escribiendo teatro, esta es la primera vez que escribe con otra persona que en este caso soy yo, que soy periodista y la documentación se me da bastante bien con lo cual me he dedicado a investigar…
M.- Tarea ardua porque la documentación que habéis manejado es muy extensa. ¿Cuánto habéis tardado?
P.– Dos años, más todo lo que habíamos hablado antes para decidir cómo íbamos a encauzarlo. La parte más poética, más onírica, de la mano de Carlos Herrera; recrea a modo de ensoñación, los últimos días de Machado. La parte histórica va contando la huida de Machado con su familia a Colliure, qué podría estar sintiendo, que le pasaba por dentro, qué recuerdos tenía. Hay una escena en la que Machado está hablando con uno de sus maestros, Unamuno, que le confiesa que tuvo un hijo y lo perdió. Es un episodio muy poco conocido y que Carlos recuperó para crear esa escena. Hay otras conversaciones, por supuesto, los encuentros con Guiomar, esa musa suya…
M.- Su musa, aunque hay muchas voces que dicen que no le quería. Él sí estaba enamorado.
P.- Parece que él estaba mucho más enamorado… tal vez de una ficción, pero ella era la inspiradora de sus versos, era su musa, y estaba casada. No tenían nada que ver ideológicamente. Se querían, tenían sus encuentros en ese tercer mundo imaginado, su relación era muy poco carnal. Carlos los refleja enamorados; es el amor entre la musa y el poeta.
En esa parte soñada, hay también un encuentro muy bonito, muy emotivo, con su hermano Manuel Machado. Y hay otra parte central en la que Machado trasciende a ese claustro de profesores, que veremos reunidos, decidiendo qué van a hacer con su memoria. Machado habla al público directamente en una especie de alegato muy emocionante; siempre fue muy universal. Mientras todos esos episodios oníricos ocurren, hay otra parte que está encarnada por lo que llaman Los Visitantes, personas que van como testigos, contando la realidad de lo que pasó.
M.- Afirma que habría dos voces principales…
P.- Uno sería un tiempo onírico, en el que se desarrollan esos encuentros idealizados de Machado con su musa, con Unamuno, con Manuel… y el otro sería un tiempo real.
M.- Con pinceladas históricas… lo que refieren es exacto…
P.– Por supuesto, solo que son encuentros imaginados. La muerte del hijo de Unamuno ocurrió. Carlos se imaginó qué pasaría si en esos últimos días Machado se hubiese podido encontrar una última vez con Rafael Alberti, con Unamuno… con gente a la que admiraba y quería muchísimo… y cómo hubiese sido la despedida con Guiomar. La otra parte sí es más histórica. Son Los Visitantes los que lo van contando, encarnados en diferentes testigos presenciales. Uno es Corpus Barga, que sí acompañó a Machado en la huida.
M.- Él tenía visado en Francia y fue el que ayudó a que Machado pudiera entrar en Francia con su familia…
P.- Efectivamente, él sabía que le deja en Colliure. La parte histórica de la obra arranca de lo que se llama La gran mentira. Se lee esa referencia que da un profesor de instituto afirmando que ha muerto en un campo de concentración; Corpus Barga dice, Perdonen, ¡yo sé la verdad de esto! Y no estoy dispuesto a que se diga que mi amigo murió solo y en un campo de concentración. Él lo cuenta en sus crónicas literarias de un modo maravilloso, y nosotros hemos recuperado esa voz de Corpus Barga; también la de Henry Backley, que es uno de los mejores reporteros que hubo en aquella época. Antonio Machado acaba en Colliure, pero muchos sí acaban en un campo de concentración… Frente al Mediterráneo, exactamente igual que lo que está pasando hoy. Es increíble, se repite. Nos sirve un poco también para denunciar, para reflexionar, para hacer que el mundo mejore, que las cosas mejoren, no para echar culpas a nadie, sino para reflexionar, conocer la historia y reflexionar…
M.- Para aprender y evolucionar… Pero ¿por qué han elegido este tema? ¿Cómo surgió la idea de hacer esta obra de teatro sobre la rehabilitación de Machado?
P.- Milagros, la persona que descubre esta nota habla con Carlos; se conocen, los dos profesores y le cuenta la historia. Un día viene a casa… y me dice, ¿por qué no escribimos una obra de teatro a cuatro manos, investigamos? Tú eres periodista, has hecho investigaciones de este tipo… Él se centra más en lo teatral, se le da muy bien, y yo le ayudé en todo lo que es investigación…
M.- ¿Por qué decidieron que fuera una obra de teatro en vez de una novela?
P.– Porque Carlos es dramaturgo y tiene varias obras de teatro. Ya teníamos alguien que sabía y, además, porque empezamos a leer la historia, y la gesta de estos profesores nos parecía tan plástica que pensamos, ¡sería precioso verla en un escenario! ¡Sería emocionante!
M.- Yo daría algo por verla y espero que alguien recoja el testigo…
P.- Pensamos, primero hay que escribirla, y luego ya se irán viendo los pasos a dar. Iremos viendo, soñaremos… Carlos cuenta cómo sería el escenario para que se vayan viendo los visitantes; sencillo todo, muy plástico; esos profesores deliberando en los años 80…; queremos al poeta, hemos aprendido a escribir con él. Con el paso del tiempo en Machado hemos descubierto todo; todas las prosas que él escribía, todos esos discursos tipo políticos, porque no se metía en temas políticos si no iban en ellos un acto de humanidad, un acto de mejorar todo… A Machado no es que le gustase ser profesor, le gustaba escribir y era poeta… Daba clases y se ganaba el pan así, pero su faceta de profesor no es que le entusiasmase; sin embargo, sí fue un gran maestro, quiero decir, la de cosas que ha ido enseñando en todas sus prosas, en todas las cosas que escribía, sus artículos; si pedían su ayuda para algo, ahí estaba él, pero dar clases todos los días, no es lo más gratificante del mundo para alguien como él.
M.- ¿Por qué hacer memoria ahora, tras cuarenta años de su rehabilitación?
P.- Primero porque de repente nos regalan esa historia. Ni pensamos en el aniversario ni nada; nos emocionó, sin más. ¡Era tan emocionante! Lo de los cuarenta años ha sido ya a raíz de estar el libro publicado, cuando un amigo nos dice, ¡qué casualidad, se cumplen cuarenta años de su rehabilitación!¡Ni lo habíamos pensado!
M.- ¿Qué ha sido lo más complicado? ¿Qué les ha costado más hacer?
P.– A veces, encontrar algunos libros; también, alguna de las voces del pasado. Hay un prólogo que se retira posteriormente, pedido por el que lo escribió, Dionisio Ridruejo, en una primera edición de la obra poética de Machado que solo se encontraba en la Biblioteca Nacional; habla de secuestrado moral, de Machado como secuestrado moral. Machado sí sería distraído, se echaba la ceniza encima, pero siempre supo muy bien lo que decía. Se le ha utilizado tanto de un bando como del otro para enfrentamientos a los que nunca hubiese accedido en ningún caso, porque su poesía era universal Todo el mundo le reconoció como gran poeta; nadie dudó jamás de eso, de ningún bando; pero secuestrado moral en este caso… Al leerlo, de hecho, es cariñoso, hizo eso, por error, ¡qué se le va a hacer!
M.- ¿Han tenido que negociar mucho a la hora de escribir a cuatro manos? ¿Ceder mucho?
P.- No… ¿Quién es más duro? Carlos te dirá que yo… en realidad, voy a decir que yo porque Carlos está muy acostumbrado a escribir. Al principio empieza a escribir, y tenía la obligación de encontrar la voz de Machado porque iba a hacer un alegato en el que imaginamos cómo hablaría Machado, con lo cual, yo le dije ¡tienes que encontrar la voz de Machado! Entonces, un día me viene… y le digo, ¡no, sigue buscando que la voz no la tienes todavía! Carlos es una persona maravillosa y se trabaja fenomenal con él y seguía buscando… hasta que llega otro día y me enseña el principio de lo que iba a ser el discurso y le digo, ¡ahí ha aparecido Machado!, ¡ya ha aparecido Machado! Y me dice, ¡por fin! emocionados los dos, ¡lo ha conseguido! Sabía que lo iba a conseguir, no sabía el tiempo que le iba a costar, porque encontrar la voz de Machado…
M.- ¿Cómo se siente Pilar Manzanares con la publicación de este libro?
P.- ¡Uhhh! ¡feliz! A ver, feliz. Mientras lo escribíamos, nos parecía una responsabilidad enorme… entonces era un peso y una liberación, era algo muy bonito. Lo veía como, soy parte de esos profesores que le hicieron aquel homenaje y me sentía como la que está saltando y decía, ¡sí, lo hemos conseguido! Pues igual, yo era la profesora entusiasta que está ahí diciendo ¡venga, por Machado!
M.- Lo próximo es ver la obra representada…
P.-Si de repente alguien se fijase y lo montase en un teatro… El teatro también se lee, sí, sí, cierto, pero una obra representada gana, es otra cosa… Y yo tengo que ver a esos profesores dando saltos por el escenario porque me encantaría… Y ver a Machado hablando sería como ¡me quiero quedar aquí!
M.- Pilar se emociona pensando qué actor haría el papel de Antonio Machado, fantasea con un teatro lleno aplaudiendo y recordando al poeta y es imposible no compartir su entusiasmo, porque es una obra magnífica que restaña el honor de un hombre bueno y cierra una herida que permaneció abierta muchos años de manera injusta.
«Enhorabuena Pilar, enhorabuena Carlos, creo que es algo magnífico lo que habéis conseguido. Y es de justicia que sea representado.»
Pilar Manzanares y Maudy Ventosa
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