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Sinopsis
En este interesantísimo libro, Javier Fernández Aguado ha dado voz al sátrapa Stalin. En una entrevista exhaustiva interpela al más paradigmático revolucionario comunista del siglo XX y segundo mayor asesino en serie de la historia.
Con fino rigor intelectual, no exento de ironía en algunos pasajes, el autor pregunta a un rocoso Stalin, revelando su astucia y fanatismo, y desgranando el existir de su predecesor Lenin y las palancas que lo llevaron a justificar detenciones, torturas, asesinatos, hambrunas, traiciones, etc., siempre en función de los presuntos sublimes intereses del partido comunista.
A través de un análisis detallado, el autor desmitifica la imagen del dictador comunista como un simple burócrata. Con un enfoque crítico pero objetivo, invita al lector a reflexionar sobre las lecciones aprendidas de la historia y a cuestionar las ideologías totalitarias.
«Usaremos a los idiotas útiles en el frente de batalla.
Incitaremos el odio de clases,
destruiremos su base moral, la familia y la espiritualidad.
Comerán las migajas que caerán de nuestras mesas.
El estado será Dios»[i]
Prólogo[ii]
Stalin es uno de los personajes inevitables del siglo XX. Los versados en su vida y obra conocen que se trata del segundo mayor asesino en serie de la historia. En números absolutos, Mao Tse-Tung fue el responsable del mayor número de crímenes humanos. Tras Stalin se encuentra Hitler. Sorprendentemente, para bastantes personas, quiero creer que por desconocimiento Stalin es un referente. Como si el nombre que concedieron muchos durante el sanguinario Gobierno ―el padrecito― fuese válido.
(…) quien no sabe historia no sabe nada. Conocer cómo enfocaron nuestros ancestros los obstáculos y oportunidades de su época no es mera erudición; se trata más bien de un sano ejercicio intelectual que contribuye a acertar en las decisiones económicas y tambien en las estrictamente personales.
El enfoque no ha sido el interrogatorio a un asesino confeso y no arrepentido, sino una profunda charla para tratar de entender cuál fue la motivación y la lógica argumentativa de quien, entre muchos otros descomedimientos, aseguraba que había de condenar no tanto a los culpables como a los inocentes, para que de ese modo nadie viviera tranquilo.
«El odio es un factor de lucha,
ese odio intransigente al enemigo que impulsa
más allá de las limitaciones del ser humano
y lo convierte en una máquina de matar efectiva,
violenta, selectiva y fría.
Nuestros soldados tienen que ser así:
un pueblo sin odio no puede triunfar»[iii]
Introducción
La simplificación es un riesgo a la hora de analizar la historia. Resulta más cómodo explicar procesos complejos de manera lineal, con respuestas de manual (…)
Lo acaecido es complejo, como un lejano país en el que se habla otra lengua y se guardan costumbres diversas. Tratar de desentrañarlo y reducirlo a lo que queremos que sea, proporcionando una significación sin atender a matices, es una tentación perniciosa.
La URSS fue un régimen nocivo, de una brutalidad feroz y sanguinaria. En aras de un experimento social y de algunos logros menores causó un imperecedero dolor, con millones de víctimas que fueron inmoladas sin contemplaciones en el altar de un futuro que pretendía instaurar el Paraíso en la Tierra. Todavía hoy resuenan sus nefandas vibraciones en la guerra de Ucrania.
Stalin fue brutal y encantador. Podía mostrarse sentimental para, al rato, volverse despiadado. Desarrolló un retorcido sentido del humor, propio de un matón de arrabal. Sabía ser serio y solemne cuando era conveniente. Se guardaba sus opiniones para conocer cuáles eran las de los demás y detectar a posibles o imaginarios enemigos. Era capaz de aceptar puntualmente propuestas ajenas si creía que estaba equivocado, aunque la modestia no era su fuerte. Detestaba a los halagadores. Odiaba a quienes lo desafiaban. Podía llegar a exhibirse como víctima y culpable al mismo tiempo, dimitiendo de sus cargos cuando surgía cualquier escollo. Todos esos rasgos no eran contradictorios, sino que se complementaban. No todas las pasiones atacan a la misma edad (…)
(…) Se presentó como la figura que mediaba y arbitraba entre corrientes ideológicas. Desató el Terror y también lo frenó a su conveniencia. Desencadenaba la más inhumana violencia, para detenerla cuando no le era útil (…)
(…) extraordinario camaleón, podía aparentar ser pragmático e incluso tolerante (…) Sus valores siempre estuvieron mediatizados por sus propósitos (…)
Conocedor de la relevancia de los cargos y sus privilegios a la hora de asegurar la lealtad (…) , colocando a afines en puestos decisivos, que a su vez situaban a otra cabila de paniaguados en escalones inferiores. Todos los niveles le eran leales. ¡Ay de quien se atreviese a no serlo, aunque solo fuese de pensamiento! A la hora de enfrentarse a sus enemigos los dividía (…)
Los eliminó a todos, con desprecio y saña. Cuando contraatacaron, era tarde (…) Su control del Partido y de la URSS fue, gracias a unas estrategias tan toscas como sutiles (…)
(…) jamás debía ceder un solo paso. Nunca perdonó ni olvidó.
(…) fue su discípulo más aplicado, quien mejor comprendió la maquinaria despiadada que era el Partido perfilado por Lenin. Con obsesión por el orden y la disciplina, bien plasmada en una estructura piramidal y en una Cheka que, al modo de espada y escudo del Partido, era sanguinariamente impía (…)
(…) Lo importante nunca fue el quién, sino el qué y el cómo (…)
(…) fue hipócritamente sincero. Nunca se enriqueció. ¡No lo necesitaba! ¡Toda la URSS le pertenecía! Su vida era frugal cara a la galería (…)
Este libro es una entrevista, no un interrogatorio (…) muestro su contumelia, su procacidad, sus coartadas, su lógica y su depredación inhumana. Como reconoció en más de una ocasión, mentir, traicionar y asesinar formaban parte de su ideología. Rasgos compartidos por líderes de organizaciones inspiradas a modo de franquicia en la suya, algunas de ellas contemporáneas y cercanas.
(…) Stalin y Eichmann compartían buena parte de su modo de ver el mundo. Ambos carecían de empatía y consideraban que las circunstancias eran la excusa ineludible para sus patibularias actuaciones.
«O la horca o el poder»[iv]
Hay que conocer la historia para no volver a cometer los errores del pasado. El problema es que practicamos poco la lectura, no nos paramos a reflexionar, tenemos memoria de pez…
¿Trabajarías con un CEO que tuviese las skill de un dictador?
- ¿Por qué?
¿Qué te aporta trabajar con ese tipo de personas /compañía?
Javier Fernández Aguado nos sirve en modo entrevista La lógica de un dictador un formato que te permite conocer mejor al personaje a la vez que aprender cómo a través del buen manejo de las preguntas podemos profundizar, conocer a la persona. Cada vez estoy más convencido de el poder de la pregunta en los procesos de mejora (mentoring, coaching u otras disciplinas).
Como profesionales tenemos que dominar el arte de hacer buenas preguntas, para ello son clave la preparación, el entorno (tenemos que hacer que nuestro entrevistado se sienta cómodo), la puesta en escena, ir poco a poco tirando del anzuelo sin que el interlocutor se percate, repreguntar si fuese necesario.
Practicar el trabajo con un directivo en modo entrevista es una herramienta tan valida como otra que tu utilices, lo importante es que se vayan cumpliendo los objetivos pactados con la empresa /cliente. Me siento cómodo trabajando a modo pregunta, sacando a pasear (paseos peripatéticos) a la persona fuera de zona de seguridad (oficina) lo importante es que de esas entrevistas vaya saliendo una notas /plan de acción, que se vaya viendo evolución y que crezcas haciendo crecer.
«Libertad de discusión,
unidad de acción»[v]
“La calle enseña a ser cuco y avisado, a medir a tus oponentes, según sus fragilidades y tus propias fuerzas. Y algo importante. Callar y esperar pacientemente, para así, en el momento adecuado, infligir el último golpe, cuando tu enemigo se ha confiado y no se lo espera”.
(…) no dejarse deslumbrar por la victoria y no envanecerse en ella (…) consolidar el éxito obtenido (…) rematar al enemigo, porque solo está abatido y dista aún mucho de haber sido rematado.
(…) “¿Cómo se hace una revolución sin un pelotón de fusilamiento?”[vi] (…)
A confianza no se adquiere por la violencia ―porque está la cancela― sino por la teoría acertada del Partido, por la política ajustada del Partido, por la fidelidad del Partido a la clase obrera, por su ligazón con las masas. Por su disposición y su capacidad para convencer de lo apropiado de sus consignas, la fe en uno mismo y en la causa esencial para alcanzar el éxito.
(…) era de suma importancia demostrar fuerza y controlar la situación lo más rápido posible.
(…) nuestro gran descuido: no anticiparnos, no abatir y aniquilar antes a cualquiera que no se sometiera.
“El miedo puede ser la mejor lección. Tienen que saber que vas en serio. Eso se aprende en las calles. En una pelea infundirás temor si saber con certeza que al final serás inmisericorde. Un muerto o un golpe a tiempo previene otros”.
“Le daré un consejo: debe rodearse de personas que sean leales a usted y a la línea de la organización, de tal forma que ambas sean indistinguibles en el día a día. No significa que sean serviles, lo cual ni siquiera es deseable, pero sí que sepan hacía dónde van y en compañía de quiénes lo hacen, para lo cual es necesario trabajar con ellos estrechamente”.
“No hay que negar la realidad, pues de otra forma ella nos negará a nosotros. No podemos esperar a que las circunstancias cambien; debemos mutar nosotros”.
“Los comunistas sabemos la importancia del arte. Un libro puede ser más efectivo que una carga de dinamita. Una película puede crear más militantes que un mitin”.
“No es relevante quien maneja el cuchillo, lo que importa es quién lo afila. He ahí donde está el verdadero peligro”.
“La libertad es el derecho de todo individuo, siempre y cuando no amenace el bienestar colectivo”.
“Nunca subestime a un enemigo por acabado que parezca. La única manera de estar seguros de que no supone un riesgo es eliminándolo. Muerto el hombre, desaparece el problema”.
“A veces los grandes adversarios nos recuerdan quienes somos (…)”.
«Bajo el capitalismo,
el hombre explota al hombre.
Bajo el comunismo,
es justo lo contrario»[vii]
Entrevista a Stalin
La lógica de un dictador
Javier Fernández Aguado
Kolima Book
Link de interés
• El management del III Reich
• Entrevista a Aristóteles: Filosofía para líderes y emprendedores
• Ética a Nicómaco
• El encuentro de cuatro imperios: El management de españoles, aztecas, incas y mayas
• 2000 años liderando equipos
• Roma: Escuela de directivos
• Jesuitas: Liderar talento libre
• Egipto: Escuela de directivos
• La soledad del directivo
«¿Cómo distingues a un comunista?
Bueno, es alguien que lee a Marx y Lenin
¿Y cómo distingues a un anticomunista?
Es alguien que lee y entiende a Marx y Lenin»[viii]
ABRAZOTES
[i] Lenin
[ii] Josep Capell
[iii] Ché Guevara
[iv] Lenin
[v] Ídem
[vi] Ídem
[vii] John Kenneth Galbraith
[viii] Ronald Reagan