Revista Comunicación
Leroy Gutiérrez: ¿Cuál es la principal cualidad que debe tener un editor, pensando en que los libros están conectados con otros canales de información y entretenimiento? ¿Debe leer?
Ulises Milla: Puedo entender que haya editores, y hay casos, que tengan buen ojo para escoger temas, que sean buenos identificando conversaciones y que no encajen en el prototipo del editor erudito, pero un editor siempre debe leer. Si no entiendes la experiencia, el goce de la lectura, jamás entenderás la esencia del oficio. En todo caso, hablando de editoriales independientes, un editor debe tener la cualidad de entender que un proyecto editorial debe ser sustentable, que necesariamente tienes que equilibrar lo comercial con el gusto propio, con tus intereses. Creo que el gran error de muchos editores es pensar que porque publican lo que ellos consideran bueno su proyecto es viable. Pero si no vendes los libros que publicas el proyecto fallecerá rápidamente. Entonces, la principal cualidad de un editor es entender que hay que buscar el equilibrio y que mientras más rápido lo alcance el proyecto, en la misma medida se asegurará su viabilidad.
LG: Pero cuando uno escucha hablar a Jorge Herralde o Mario Muchnick, editores de mucho prestigio, parece que el norte es publicar lo que al editor le gusta. Aunque quizás solo sea una ilusión.
UM: Claro, ellos podrían hacer una afirmación de estas características cuarenta años después de haberse iniciado en el oficio. Cuarenta años midiendo el pulso de sus lectores, entendiendo las variables comerciales del mercado y haciendo los virajes necesarios en cada momento. Lo ideal sería que lo que le guste al editor sea lo que funcione, lo que funcione en el nicho del mercado que cada uno haya visualizado en un inicio. De esta forma se alcanzaría naturalmente el equilibrio, sin la sensación de haber traicionado sus propios principios.
Por ejemplo, si uno ve el catálogo de Anagrama se da cuenta cómo Herralde ha diversificado e incorporado, basado en un prestigio que ha construido durante cuatro décadas, nuevas firmas que quizás no tienen la densidad intelectual que tenían los primeros autores del catálogo pero que, evidentemente, son necesarios para mantener un proyecto independiente como Anagrama. Ahora bien, publicar solo lo que a ti te gusta comporta un riesgo enorme desde el punto de vista financiero, partiendo de la base, claro está, de que diriges una editorial independiente sin ningún tipo de subsidio. Si tus fondos provienen de una protuberante herencia familiar y quieres darte el gusto de publicar aquellas obras que consideras indispensables para la historia universal de la literatura, pues adelante, muchos, entre los que me cuento, lo agradeceremos.
LG: Si revisas con detenimiento el catálogo de Anagrama puedes observar que muchos de los títulos que constituyen su fondo han sido comprados a otros editores, editores ingleses, franceses, italianos, norteamericanos… Se podría decir que Herralde publica lo que quiere, pero de otros sellos.
UM: Quizás se podría decir que Herralde publica lo que quiere, lo que le gusta pero equilibrado con otras cosas que probablemente no lo satisfacen plenamente desde un punto de vista literario pero que ayudan a mantener un ritmo de ventas necesario, lo cual forma parte del trabajo. Hoy, los libros de Anagrama pueden ser publicados con la imagen del póster de la película en la portada, como la de Slumdog Millionaire, y eso evidencia una decisión comercial necesaria, pero la tapa amarilla tiene prestigio y tú lo que consumes es la marca, el aura. Y eso es fantástico también.
LG: Partiendo del hecho de que eres diseñador gráfico, ¿por qué dedicarse a la edición de libros? ¿Por qué pasar a editar textos, a trabajar con el contenido?
UM: Yo estudié diseño gráfico pero siempre estuve vinculado a la industria editorial. En un primer momento hubo una intención clara de rebelarme contra el oficio de la familia cuando todo indicaba que tenía que ser yo quien continuara con la tradición familiar. Pero a pesar de de haber intentado esquivar el destino, como en una tragedia griega, di una gran vuelta para llegar al mismo sitio. Cuando logré combinar ambas cosas, el diseño y la edición, supe que allí estaba mi lugar.
LG: ¿Qué hace a una portada exitosa?
UM: No lo sé exactamente. Hemos visto libros con las peores cubiertas venderse como pan caliente. Creo que la portada no lo es todo cuando de venta se trata. Esta última década se ha caracterizado por libros gráficamente opulentos, con imágenes a tapa completa y títulos fuera de escala, con tipografías escandalosas, en dorado y con relieve. La cultura visual del bestseller se ha impuesto como norma gráfica. Y esto puede funcionar circunstancialmente, sí, pero en lo personal creo que un proyecto editorial a largo plazo necesita incorporar el concepto de identidad, que no es más que la estandarización de ciertas variables visuales que hagan reconocible el sello, y para ello es necesario apaciguar el griterío, prescindir del golpe efectista que llena el ojo pero agota el mensaje rápidamente.
El diseño gráfico, como disciplina, creció y se desarrolló de la mano del libro. Creo que gran parte de lo que ha logrado Anagrama, siguiendo con el ejemplo, lo ha hecho gracias a que ha sido consistente en el uso de una imagen que, a pesar de no ser buena desde el punto de vista gráfico, ha permitido que el sello editorial se posicionara de la forma que lo ha hecho, sin desmerecer, por supuesto, el criterio editorial que respalda la selección del contenido. Si tú entras a una librería en Latinoamérica o España las portadas amarillas de Anagrama se reconocen a la distancia. Aunque desde una perspectiva técnica, las portadas de Anagrama no son buenas porque tienen una composición muy simple, sin embargo, el trabajo de construcción de la identidad ha sido muy riguroso y su eficacia, en este caso, no está necesariamente vinculada a su calidad compositiva.
En la otra acera, tienes la escuela norteamericana que cree en el concepto único de cada cubierta. Se apegan a una metodología de diseño más rigurosa: cada libro representa un mundo diferente, por lo tanto, su expresión gráfica necesariamente se plasma de diferentes formas sin atender a la construcción de una identidad homogénea. A su vez, detrás de un método de trabajo como el norteamericano hay unos requerimientos económicos que una editorial independiente, sea española o latinoamericana, difícilmente pueda soportar. Diseñar cada portada como una pieza única elevaría los costos de producción de forma ostensible. Aunque dejando a un lado mis consideraciones como editor, te diría que en Estados Unidos he visto las cubiertas de libros más impactantes desde el punto de vista visual, con una solidez conceptual tremenda, pero... ¿Penguin hubiese sido Penguin si no hubiera hecho un trabajo gráfico de identidad con aquellos libros anaranjados?
Portadas de los primeros cuatro libros de Ediciones Puntocero.
LG: En la página de Ediciones Puntocero se afirma que se publicará “las nuevas voces de Hispanoamérica, contenidos universales y se empleará un diseño universal”? Pero, ¿qué diferencia a Ediciones Puntocero de otros sellos editoriales?
UM: Creo que con los títulos de Ediciones Puntocero se dibuja, grosso modo, un perfil, el cual quedará del todo definido a medida que se publiquen más y más títulos. En el momento en que publiquemos el título número veinticinco volvemos a hablar. Cuando se afirma en la página de Ediciones Puntocero que publicaremos a “las voces de Hispanoamérica” es absolutamente cierto. A esta altura ya hemos contactado a varios autores y el año que viene se publicarán novedades en otras capitales de Hispanoamérica.
Una de mis intuiciones, y que tiene que ver con el origen de Ediciones Puntocero, es cómo nos vamos a relacionar los latinoamericanos entre nosotros. Creo que ya es hora de que empecemos a hacerlo y que los canales están dispuestos para ello. Esto es una tendencia que percibo con mucha claridad y que Jorge Volpi menciona y analiza en su libro El insomnio de Bolívar. En el libro, una reflexión acerca de la existencia de una identidad latinoamericana, Volpi deja entrever la imposibilidad de que esa identidad tome cuerpo en la medida que los latinoamericanos estamos culturalmente desconectados. Por ejemplo, para estar informados de la actualidad literaria de esta parte del mundo, pareciera que las noticias deben viajar hasta España primero para, entonces sí, regresar procesadas y legitimadas.
Considero que las condiciones están dadas para que esa conversación entre nosotros comience a tomar forma y no me refiero a un sentimiento integracionista de corte bolivariano, me refiero al simple hecho de estar unidos por el idioma y ciertos factores culturales que no implican una identidad común en sentido estricto, pero sí una cierta forma de entender la vida como un ejercicio de supervivencia.
No puedo pretender que Puntocero tenga la fuerza para propulsar una tendencia de esa magnitud, porque cuando estas cosas suceden son la sumatoria de muchas variables que escapan al control de una proyecto tan pequeño como nuestra editorial, pero sí creo que ha llegado la hora de creer en ello y aportar la pequeña parte que nos corresponde como vectores culturales.