Ana Pastor ha concedido una entrevista a Pablo Giraldo, en esa entrevista habla de su fututo en TVE y también de los últimos acontecimientos. A continuación os reproducimos la entrevista íntegra:
SHANGAY EXPRESS: ¿Cómo se siente uno al otro lado de la entrevista?
ANA PASTOR: Algo incómoda. A mí se me da mejor preguntar, pero entiendo que a veces hay que ponerse del otro lado. Como periodista es bueno mantener un perfil bajo, aunque de vez en cuando conceda entrevistas por trabajar en el medio en que trabajo.
S.E: Es la primera vez que el premio no recae en un presentador de un programa de entretenimiento. ¿Por qué ha pasado el foco de atención al ámbito político?
A.P: Porque la gente quiere saber más, ya no le vale solo la noticia, quiere el contexto, que le expliques las medidas que se llevan a cabo, y nosotros eso lo hacemos encantados. Tiene que ver con el momento que vivimos de cuestionamiento general de todo que favorece que la gente busque este tipo de contenidos. Ese mismo cuestionamiento es muy bueno incluso para los propios periodistas. A mí me gusta que me cuestionen y critiquen, eso siempre es bueno en cualquier profesión, pero más en una en la que hay una relevancia pública.
S.E: ¿Te sorprendió el premio? ¿A qué crees que se debió?
A.P: Como algo concreto ha podido ayudar bastante la entrevista al presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, y en términos generales, el tipo de entrevistas que solemos hacer en plató. Cuando el día de los premios alguien me preguntó qué tenía yo de gay, respondí que la valentía, un rasgo que de alguna manera identifica al colectivo por sus propias experiencias personales y por cómo se le ha tratado durante tanto tiempo. Creo que los lectores y espectadores han sabido reconocer esa valentía en los propios Desayunos.
S.E: También contribuye tu insistencia a que todo grupo político se comprometa a abordar el tema LGTB en tus entrevistas...
A.P: Yo es que soy periodista, vivo en el siglo XXI y entiendo que mi profesión conlleva un compromiso. Es evidente que el gay es un colectivo al que no se le ha tratado justamente en muchas ocasiones. Y eso que hablo de un país democrático como el nuestro, pero si ponemos el ejemplo de Irán, donde directamente se les ejecuta, me parecería una indecencia obviar el tema, aquí o en Irán.
S.E: ¿Cómo te tomaste las evasivas que Ahmadineyad te dio al respecto?
A.P: Él pensó que la mejor defensa era un buen ataque, y por eso me dijo que cuestionarle suponía una injerencia. El problema es que cuando esa estrategia la pone en práctica un político, suele equivocarse. Los políticos y periodistas verdaderamente solventes, los que a la larga terminan triunfando, son los que piensan que quien les escucha es al menos igual de inteligente que ellos o más. Si a un presidente de un país le preguntas algo así y te sale por la tangente, es que te está ocultando algo. Además, los informes de Amnistía Internacional, que no es una organización sospechosa y es crítica con todo el mundo, hablan de todo lo que está ocurriendo en su país. No esperaba una disculpa sobre cómo trata al colectivo, cosa que habría sido increíble, pero sí que al menos reconociera la situación, puesto que no estábamos hablando de un cruce de declaraciones, sino de matar a gente.
S.E: ¿Te quedaste con ganas de más explicaciones?
A.P: El tiempo estaba muy marcado, al ser una entrevista en directo y a un alto mandatario, pero lo que sí me planteé cuando la preparaba es que, aunque había temas de actualidad por los que nos había concedido la entrevista, como la primavera árabe o la energía atómica, no iba a relegar el asunto de los homosexuales, puesto que el tema de Derechos Humanos enIrán es algo tan importante como para que el Parlamento Europeo se pronuncie sobre él a menudo. ¿Le hubiera dedicado más minutos? Seguro, pero eso me pasa todo los días en plató, se me quedan muchas preguntas en el tintero...
S.E: ¿Fuera de cámara hubo tiempo para más?
A.P: No, estaba todo muy constreñido. Me habían dicho que él no habla inglés en público, pero sí lo entiende, así que antes de empezar le comenté que había visto entrevistas muy duras que le habían hecho medios norteamericanos y que mi intención era plantear la mía en esa línea. Hizo un gesto de aprobación, pero sin añadir nada más. Yo tenía en la cabeza varias entrevistas que le habían hecho a él, entre ellas las de Pepa Bueno, Mike Wallace y Christiane Amanpour, a las que responde exactamente las mismas frases que a mí, frases del tipo "quién se cree usted", "se cree una abogada", etc. En todas ellas se ve cómo se revuelve en la silla, y conmigo no fue una excepción.
S.E: ¿Qué fue lo más duro o incómodo?
A.P: Para él, el tema de los Derechos Humanos, sobre todo mujeres y homosexuales, y el tema de la oposición. Cuando yo le pregunté dónde estaban los dos miembros de la oposición en arresto domiciliario apartados de sus familias, noté que la tensión había aumentado mucho. Del velo, del que tanto se habló en su momento, no hubo una queja formal como tal.
S.E: Mientras, en España aún colea la polémica por las palabras del Obispo de Alcalá...
A.P: No coincido en absoluto con esas declaraciones, o las de cualquiera que ataque tan injusta y lamentablemente a alguien. España es un país que ha avanzado muchísimo, y afortunadamente a cualquiera le escandaliza escuchar que se vincula homosexualidad con delito, que es la parte más grave de su declaración. Porque me da igual quién seas y cómo, no puedes vincular una identidad sexual con un delito. Por otro lado, no veo que critiquen con la misma contundencia y dureza otros delitos que se han cometido en el seno de la Iglesia, lo cual al menos les daría más credibilidad a la hora de establecer juicios de valor. Es injusto, está fuera de lugar y no tiene nada que ver con la España en la que yo vivo. Ni tampoco con la Iglesia que yo conozco, que respeto y que trabaja en lugares como Níger.
S.E: Como parte de TVE, ¿cuál es tu opinión acerca del papel que ha tenido la televisión pública al servir de plataforma?
A.P: No hubo censura previa y eso también es bueno. Igual que a mí nadie me pide las preguntas antes de una entrevista, ni por supuesto lo voy a consentir nunca, en este caso tampoco se pidió la escaleta de la misa. Cuando ofreces los micrófonos a alguien pueden ocurrir estas cosas, pero entonces ya entramos en el debate de si en el siglo XXI la televisión pública tiene que emitir o no una misa. De lo que estoy absolutamente en contra es de que TVE tenga que quitar de su página web estas declaraciones; cuando alguien dice una cosa así, la gente tiene que saberlo. Censurarlo a posteriori no habría servido de nada.
S.E: ¿Y del Consejo de RTVE que se negó a reprobar al obispo?
A.P: Habría que preguntarles a ellos. A mí me parece digno de reprobación.
S.E: ¿Se ha sentido el equipo de informativos RTVEespecialmente atacado en los últimos meses?
A.P: A mí me preocupa lo que sienten los ciudadanos, que es a quienes tiene que gustar la televisión pública. Trabajar en este medio exige mucha más responsabilidad para quienes tenemos visibilidad. Nuestros jefes son 40 millones de personas que exigen que hagamos una tele digna. En estos últimos años, con sus defectos, el modelo de televisión pública ha madurado muchísimo. A mí me gusta, lo defiendo y lo seguiré defendiendo, pero no te hablo solo como trabajadora, sino como ciudadana. Nosotros recibimos un mandato del Parlamento que dice que los dos grandes partidos tienen que acordar quién es el presidente de la corporación. Eso evita que haya una tele de partido como ha ocurrido en otras ocasiones. Es una buena idea obligarles mediante la ley a que se pongan de acuerdo, ya que en otros ámbitos es muy complicado. Dicho esto, a mí no me preocupan las críticas, sino la mentira y la descalificación.
S.E: ¿Crees que el desacuerdo del Gobierno con RTVE rompe su buen funcionamiento?
A.P: Lo deseable sin duda es el acuerdo y el consenso por una televisión neutral e independiente que sea leal a los ciudadanos. Lo veo díficil, pero no imposible.
S.E: ¿Peligra tu puesto de trabajo al frente del programa?
A.P: Sinceramente, no lo sé. Tengo un niño pequeño, así que levantándome a las 4 de la mañana y durmiendo cuatro horas diarias, no gasto ni un minuto pensando en algo que no depende de mí. Yo no puedo vivir con miedo, ni por supuesto trabajar con él, y creo que lo he demostrado suficientemente en las entrevistas. Tanto antes de noviembre como ahora planifico el programa para toda la temporada y hago mi trabajo lo mejor que puedo. El equipo lo da todo y el resultado es bueno porque las audiencias han respondido muy bien. Si otra persona viene y dice que no debo estar ahí, será decisión suya, no mía. Si me dejan trabajar en las mismas condiciones que me ha dejado Fran Llorente hasta el día de hoy, tengo claro que este es el sitio en el que quiero estar.
S.E: ¿Es un síntoma de buen periodismo que intenten colgarte consignas tanto de un lado como de otro?
A.P: No sé si es bueno o malo, es un síntoma del periodismo que yo hago y que no sé calificar. Es curioso que cuando entrevisto a alguien de izquierdas me tachen de ser de derechas, y viceversa, cuando lo que sucede es que tratamos a todos por igual. Nos equivocaremos o acertaremos, pero por lo menos ahora los errores son nuestros, no de los políticos que llaman a TVE para decir lo que hay que contar. Me da igual cómo haya funcionado la tele antes, a mí nadie me ha dicho eso de "haz esta pregunta o no lo hagas". El periodismo en el que yo creo pregunta, repregunta y cuestiona la versión oficial. A partir de ahí, las críticas yo las escucho todas, pero desde el respeto.
S.E: La gran mayoría llegan vía Twitter, del que eres una adicta confesa.
A.P: Twitter es una herramienta fantástica y fascinante porque es una vía muy directa de comunicación con gente con la que de otra manera no tendrías contacto, que defiendo y a la que estoy enganchada, pero tiene el inconveniente del anonimato, algo que me incomoda porque es un terreno confuso, más si se usa para insultar, aunque sean una minoría. Aparte de eso, suma mucho a la hora de reflexionar y lo utilizo en directo para trasladar cuestiones que resuenan mucho en Internet.
S.E: El tirón que tienes en las redes sociales te ha convertido en una especie de icono.
A.P: Qué va, yo soy muy pequeña para una palabra tan grande. Solo pretendo aspirar a ser una mínima referencia para mi hijo, todo lo demás es una talla XXL cuando yo solo abarco una S. Lo único que quiero es hacer bien mi trabajo y reconocer mis errores el día que me equivoque. Entiendo que una vez que sales en la tele llegas muy directamente a la gente, pero no pretendo ser ninguna referencia. Me gusta ser en mi vida lo que parezco en televisión, la coherencia es muy importante en esta profesión, y si algo me indigna se me nota.
S.E: ¿Te ha llegado a vencer esa indignación a la hora de preguntar?
A.P: No niego que cuando estás hablando de hechos probados, como la ejecución de homosexuales, la lapidación de mujeres o la hambruna en el mundo, que son temas que a mí me caldean mucho, la intensidad que siento por dentro es otra, pero creo que siempre hay que preguntar desde el respeto, sea MahmudAhmadineyad o Rafael Correa, por citar dos ejemplos intensos. Nunca me he dejado llevar más allá porque perdería el respeto de la gente que sigue mi trabajo.
S.E: Para cierto público, especialmente el más joven, has convertido el periodismo político en algo cool, has recuperado cierto interés perdido.
A.P: No sé si es tanto eso como que coinciden varios factores. Primero está la proyección que te da estar en la tele por el propio medio en sí, independientemente de lo que hagas, y luego está la edad. Para mí ha sido una obsesión hacer que gente de todas las edades se interesara por la política y que los políticos resulten interesantes. Es verdad que hemos sumado sectores de edad mucho más jóvenes, en eso creo que influye mi propia edad [34 años] y el uso de las redes sociales. Mi tesis es que esta clase de periodismo incisivo hace mejor a la clase política porque les obliga a prepararse los temas y dar respuestas a los ciudadanos, que para eso están. Pero yo ni he creado escuela ni he descubierto nada, hay periodistas que lo llevan haciendo desde mucho antes que yo y que lo seguirán haciendo en ruedas de prensa que, lógicamente, la gente no ve. Lo que pasa es que yo lo hago desde una posición casi vital, para mí el periodismo es la propia vida.
S.E: ¿Te sorprende que la gente ponga cada vez mayor atención a tus entrevistas?
A.P: Sí, pero al final lo desmitifico todo. Al fin y al cabo, son solo preguntas, no estamos hablando de nada más. Nosotros somos periodistas y preguntamos, ellos son políticos y deberían respondernos. Así lo he entendido siempre.
S.E: ¿De qué periodistas has heredado ese estilo incisivo?
A.P: A mí quien me ha enseñado el tipo de entrevista que hay que hacer es Iñaki Gabilondo, especialmente una muy dura y tremenda que mantuvo con Otegi cuando era candidato a lehendakari y en la que me di cuenta de que el periodismo que yo quería hacer se podía hacer. Extranjeros están Mike Wallace, que acaba de fallecer, Jeremy Paxman o Christiane Amanpour; de aquí, Pepa Bueno y mi chico, Antonio García Ferreras, que aunque sea competencia directa hace entrevistas valientes.
S.E: Para algunos, tu estilo es una pose irreverente o impertinente...
A.P: Mi profesionalidad se ha cuestionado muchas veces, sobre todo desde el ámbito político, y no solo desde la derecha. Hay quien no lo entiende y cree que hay algo más, que escondo algo. Avanzaremos mucho cuando dejemos atrás el sectarismo en todos los ámbitos, porque nos libra de ataduras. Este cainísmo en el que caemos todos, ir con una idea preconcebida, no es bueno. ¿Por qué un político que se sienta a hablar conmigo y con el que soy dura tiene que pensar que vengo de un lado o de otro? En el periodismo la ecuación es esta: decencia más tiempo igual a solvencia. Y una cosa sin la otra no da resultado.
S.E: En ese sentido, ¿qué personajes te han dado las entrevistas más tensas?
A.P: Rafael Correa, presidente de Ecuador, por su insistencia en esquivar ciertos temas y su manera de llamarme Anita. No es que me molestara, pero me incomodaba que alguien a quien no conozco de nada y que es el presidente de todo un país, se siente con una periodista y le llame Anita. Yo no me imaginaba en ningún momento que dijera Alfredito Rubalcaba o Marianito Rajoy. Me daba igual que pretendiera ser cariñoso, ningún presidente tiene que serlo cuando está en una entrevista.
S.E: ¿Esa manera de poner al entrevistado a la defensiva no es contraproducente?
A.P: Yo es que no sé hacer de otra manera las entrevistas, es una cosa como de estómago. No digo que sea un método acertado, pero es el mío y no sé hacerlo de otra manera. Si pregunto qué hora es y me responden que está lloviendo, yo voy a volver a preguntar qué hora es. No me planteo saltar a otro tema cuando no me han contestado a lo que planteo, eso no va conmigo.
S.E: ¿En época de crisis aflora lo peor del periodismo?
A.P: La profesión está sufriendo unos envites muy duros. Muchas veces pienso que soy una privilegiada por tener un puesto de trabajo y poder desarrollar mi trabajo como quiero; y dadas las circunstancias, esto último es algo que no se le puede exigir a todos los periodistas. La visibilidad pública te genera muchas más críticas, pero también te protege. En el momento que decidan quitarme habrá quien se queje y quien no, pero el periodista de un medio local no tiene esa fuerza cuando confluyen otros intereses. Aun así, siempre habrá gente valiente en esta profesión.