LOLO RICO "EL MÁGICO MUNDO DE LA BOLA DE CRISTAL"
"La Bola de Cristal" fue, sin ningún género de dudas, la experiencia audiovisual dedicada al público joven más excitante de la Historia de la televisión española. El primer programa se emitió el 6 de octubre de 1984 y el último el 10 de septiembre de 1988. Toda la experiencia de lo que significó poner en marcha ese programa ha sido reunida en un libro "El libro de La Bola de Cristal", escrito por Lolo Rico Oliver, la directora de la emisión. Paralelamente, el culto a "La Bola de Cristal" se ha extendió aún más con un CD recopilatorio con algunas de las canciones que formaron parte del programa y con una serie de DVDs en los que se reúnen muchos de los episodios que salieron a la luz en aquellos cuatro años en antena. El libro se ha situado entre los más vendidos y en el momento de realizar la entrevista con esta mujer de aspecto frágil pero pulso vigoroso, la editorial Plaza y Janés tenía preparada la salida de la cuarta edición. Hablamos con Lolo en el Fórum de la FNAC asturiano sobre muchos de los aspectos de lo que significa y significó "La Bola de Cristal" para toda una generación de televidentes, aprender a elegir nuestro propio destino, aprender la capacidad crítica suficiente para manejarse en el mar de sobreinformación que nos aturde y nos cerca.
-¿Cómo te propusieron hacer "La Bola de Cristal"?
En la primavera de 1984 Carlos Valverde me llamó a su despacho en Prado del Rey. Me adjudicaron noventa minutos de los sábados por la mañana. Que te regalen noventa minutos de televisión diciendo "haz lo que quieras con ello" era una cosa estupenda. Por otro lado, el sábado por la mañana a las diez, que al principio era así, había escasamente cien mil espectadores y, por supuesto, no había publicidad, lo que a mí me parecía maravilloso, pero no a la cadena. Cuando dejamos el programa cuatro años después habíamos llegado a cinco millones de espectadores y hubo que aumentar el tiempo para los espacios publicitarios. Recuerdo que el primer día del estreno, hubo un spot que no sé por qué extraña intuición, apostó por nosotros, era un tomate frito que no falló nunca. Tenía la impresión de que mientras estuviera aquel tomate frito en la pantalla todo iba a ir bien. Creo que si una semana me hubieran dicho que no estaba el tomate frito me habría dado, creo que me hubiera dado algo. Cuando estrenaron la película "Tomates verdes fritos" me fui corriendo a verla porque me acordaba de mi tomate frito de La Bola.
Un programa audiovisual, sea cine o sea televisión, desde que surge la idea en tu cabeza o en la cabeza de quien sea, hasta que se convierte en imágenes en la pantalla hay un proceso tan largo que luego dices este programa de quien es. Lógicamente, de la persona que lo ha creado o, en mi caso, lo ha dirigido cuatro años del primero al último día, como el tomate frito, se lleva el mérito del programa, su nombre se vincula al del programa, eso es inevitable, pero detrás de "La Bola de Cristal" hubo un equipo maravilloso, un equipo joven, un equipo dinámico, inexperto… Mi acierto en la dirección fue encontrarlo. A unos los encontré en la calle, como a Olvido. Detrás de "La Bola de Cristal" había un gran equipo y el mérito fue de todos. Se nos fueron ocurriendo cosas a todos aunque la estructura del programa fue creación mía.
-Hay una frase en el libro en la que dices que cuando un programa sale bien el mérito es del equipo y cuando sale mal la culpa es del director.
Es verdad. Cuando el programa sale bien es porque todos han cumplido bien su cometido y entre todos está también el director y cuando el programa sale mal es porque el director no ha sabido reunir el equipo adecuado, no ha sabido motivarlo lo suficiente, darle las ideas claras, entusiasmarlo, hacerle que tenga fe en sí mismo… Todo eso es muy importante. Si no lo sabes hacer, el fracaso es del director. La primera frase de nuestra contrapublicidad, aquellos reclamos publicitarios que hizo "La Bola de Cristal", la primera que se me ocurrió, que fue rigurosamente mía fue "Sola no puedo, con amigos sí". Cuando llegué a televisión con mi paquetito de folios y me aprobaron el programa me puse muy contenta, pero me dije esto necesita un gran equipo detrás y "La Bola de Cristal" tuvo un equipo numeroso y estupendo. Nunca discriminamos a nadie por razones políticas o ideológicas, pero, sin duda, el equipo creativo que lo encabezaba yo, los guionistas y demás gente, éramos gente de izquierdas, rigurosamente de izquierdas y teníamos un compromiso con nosotros mismos, con los telespectadores e ideológico. Creo que esto fue importante.
-¿Fue uno de lo éxitos del programa el tratar al público infantil y juvenil de una forma diferente a como se suele hacer en la televisión?
Sí, yo creo que sí. Debo confesar que nunca me planteé hacer un programa infantil. O sea, que aunque me encargaron un programa infantil y juvenil, eso de "juvenil" es algo que ni las editoriales ni las cadenas saben qué quiere decir, por supuesto, yo tampoco lo sabía. Me encargaron que empezara en esos tres espacios entre los preescolares y que terminara en los adolescentes, aunque un adolescente es en realidad un adulto joven. Pensé que estaba bien que tuviera distintos niveles de lectura, y que fuera para todo el mundo que estuviera delante del televisor. Que en vez de ir un espacio detrás de otro, los tres bloques lineal y cronológicamente ascendiendo por edades fuera como yo digo un poco en broma, como una tarta: una capa de bizcocho, una capa de chocolate y una capa de fresa, y el que tenga la boca más grande, que muerda más. Y eso pasaba en el programa, las capas eran verticales. Por ejemplo, a veces veía el programa con niños, para ver sus reacciones y me decían, cuando la bruja Avería decía "¡Viva el Mal! ¡Viva el capital", ¿qué dice, Lolo? ¿qué dice? y los educadores, los padres, se los querían llevar, pero los niños no se dejaban arrastrar fuera de la habitación. Les traía lo que era la noble belleza de la bruja Avería, la noble fealdad, su pelo de cables, la voz de Matilde Conesa, sus ropajes, su gordura, sus acciones, como con su rayo catódico hacía desaparecer a las cosas y los seres que pasaban delante de sus ojos. Sólo entendían eso. Los que eran un poco más mayores que no entendían bien lo que era el Mal ni el Capital, felices ellos, le preguntaban a sus familias, a sus profesores, y les darían una explicación pues en unas ocasiones les aclararían lo que era según sus criterios. Y los jóvenes adultos, si no sabían lo que era el mal y el capital, a su edad, habría que empezar de cero. Pensaba, cuando me planteaba problemas de conciencia, parecen tonterías, por esos niños que no entendían a la bruja Avería, pensaba que no entender es la única manera de querer entender. Uno sólo quiere entender lo que no entiende, y recordaba mis primeros libros de la biblioteca de mi padre, yo tendría unos diez/ doce años, que me marcaron mucho, mi padre me dijo "coge todos los que quieras", ¿todos? le contesté yo, y mi padre me dijo la frase más enigmática que me han dicho en mi vida, que se ha desvelado con el tiempo, "puedes coger todos los que quieras, pero si alguno te hace daño, lo dejas". Yo veía aquellos esos volúmenes enormes desde mi corta estatura y pensaba para mí, ya tendré cuidado de que no se me caiga encima, es decir, una interpretación física y material. Empecé leer desde los estantes más bajos, por aquello del daño, que eran los ocupados por los libros más pequeños y que tenía más a mano. Hubo dos libros que me marcaron muchísimo: uno fue "La psicopatología de la vida cotidiana" de Freud, que me entretuvo, además, una barbaridad, recuerdo como una mujer en un motel de carretera se había dejado varias cosas en un cuarto de aseo y Freud interpretaba que es que no quería su matrimonio, a su marido… no solamente me entretuvo porque encontré una dimensión en las cosas que yo no pensaba que existía, porque yo pensaba que las cosas son como uno las dice. Como lo descubrí, me fijaba en mi familia. El segundo libro que me marcó, me marcó profundamente, fue "El Capital" de Carlos Marx, ¿que por qué me marcó? Pues porque, sencillamente, no entendí nada, ni una sola palabra. Estaba empecinada en aquel libro, no sé si porque era negro, pequeño, muy grueso, con tapas de piel y los cantos creo que eran rojos. Yo cogía el libro y me decía cuando yo entienda esto, seré como papá. Lo que no acababa de entender es que mi padre era y fue un hombre de derechas y cuando yo entendiera aquello no iba a ser como papá, sino todo lo contrario. Pero a mí me parecía que entender todo aquello, se me abría el conocimiento humano, que era crecer.
-Cuentas en el libro que ahora los programas infantiles son una sucesión de niños gritones alrededor de un presentador, como si fuera una especie de patio de recreo… Me quedé reflexionando sobre eso y pienso que ahora eso no sólo ocurre en los programas infantiles.
Ahora es un patio de no recreo toda la televisión. Ahora programas infantiles no hay, hay programas de eso que llaman "contenedores", que consiste en unos bloques donde se van amontonando dibujos animados, sin orden, sin concierto, sin calidad, con una calidad desigual, mezcladas las edades y todo mezclado con promos de películas que no deben ver, de películas de la noche. A las siete de la mañana para que en vez de levantarse y ver la mañana, ver el sol, o la lluvia, pensar en el colegio, en la lección, en el amiguito, la amiguita que les espera, pues, se queden enganchados a unos dibujos animados, la mayoría de las veces espantosos.
-Háblame de cómo escogiste las series que aparecían en "La Bola de Cristal".
En televisión es todo muy difícil, pero luego resulta que es todo muy fácil, está tirado. El primer planteamiento del programa fue para los más pequeños, aunque luego ya te decía que todo en la práctica cambió, por la estructura que utilicé. Para los más pequeños, el juego, los muñecos; para los que saben leer, el libro, tenía un gran empeño de mostrar que entre la imagen y la palabra no hay ninguna contradicción, que son complementarias ambas, que eso de una imagen vale más que mil palabras, que es una tontería, porque dependerá de las mil palabra y de la imagen. Hay veces que mil palabras valen más que una imagen, también. En cualquier caso, la segunda parte estaba dedicada a aquellos niños que sabían ya leer. Ahora el libro y la imagen. Pasaron todos los géneros literarios, desde los mitos griegos hasta el cómic. Luego, el cine. Me parecía que lo mejor para los adolescentes era el cine que remitía al libro y remitía al juego. Era un juego y un libro en sí mismo. Quise buscar lo mejor, no esas cosas así, de relleno. Me fui a "producción ajena" a pedir algo que estuviera bien para niños, para jóvenes y me dijeron "para niños y para jóvenes hay muy poco". Lo que hay no te va a gustar y, en efecto, me enseñaron unas cosas bastante horribles, todo dibujos animados que no me convencían de calidad. Había unas cosas checas que metimos porque eran de pocos minutos, que estaban bien, de plastilina, y, de repente, mirando, "ná, todo eso es muy antiguo", me dijo el encargado. De repente, vi "La pandilla" y no me lo podía creer. ¡Esto es de mi infancia y a mí me encantaba! Quiero "La pandilla", "¿pero vas a meter esto a estas alturas?", sí, sí, yo quiero "La pandilla". La metí desde el principio y con gran éxito. Cuando terminó "La pandilla", como ya se había configurado, estaba Alaska, tenía un estilo, pregunté por "La Familia Monster" y me la contrataron. Eso fue una contratación que me hicieron. Cuando se acabó "La Familia Monster", pues "Embrujada", aunque ya me gustó menos.
-¿Por qué crees que la gente recuerda tanto "La Bola de Cristal"?
¡¡¡Ah, si te pudiera contestar a esa pregunta!!! No lo sé. No es sólo por nostalgia, es porque como tú dijiste, le debemos todo lo que somos y has explicado a qué te refieres. Es lo que la gente dice. Es importante para mí el que todo esto se haya revitalizado, haya resucitado, se haya puesto de pie y haya empezado a andar con tanta fuerza, claro que es bueno. Pero lo mejor son las cosas tan preciosas que me decís de "La Bola de Cristal". Cuando firmo libros, a veces me entran muchísimas ganas de llorar. De hecho cogía kleenex para la sesión de tarde, era tan emocionante, ese cariño, ese afecto, de los propios medios de comunicación. Era amiga de un gran escritor español, Juan Benet, que siempre me decía yo sólo escribo para ligar y pensaba que era una broma, lo he comprendido después, que no era una broma, que lo que quería decir es que sólo escribía para que le quisieran. Yo creo que sólo se hace teatro, sólo se es actor, sólo se escribe para que le quieran a uno. De repente, me he sentido querida, claro, que eso te eleva la autoestima, te afianza tu ego, te satisface profundamente, pero, sobre todo, te conmueve y te emociona.
-Me comentaba Fernando Alfaro en una entrevista que quizás los más jóvenes ahora lo tienen un poco más difícil, porque hay una sobrecarga de información pero no la referencia para poder elegir.
Sí, creo que eso ha influido. El otro día, en un programa de radio, nos estaban entrevistando a tres bandas a Loquillo, a Pablo Carbonell y a mí, y a Loquillo le preguntaron "¿qué tiene esta Bola que a todo el mundo le mola?", y Loquillo contestó con una sola palabra que fue "compromiso". Le preguntaron a Pablo si tenía tanta carga política, y Pablo –aturdido- contestó "no, no, carga política, no, sólo tenía libertad de expresión". Creo que los dos contestaron muy acertadamente a lo que era "La Bola de Cristal". Me parece que se corresponde con un momento en que la gente joven pide tener referencias, pide que le abran caminos, pide poder influir en su realidad, en su mundo. Todo lo que sean límites, cerrar la conciencia es cerrar uno su propio conocimiento. En ese conocer desde uno mismo sí creo que "La Bola" ayudó, porque aparte de dar, música, todos los géneros musicales, literatura, todos los géneros literarios, daba también distintas opciones, distintas ofertas, distintos fragmentos de realidad para que cada uno construyera la suya. Si había un objetivo, que no lo había como en "Barrio Sésamo", era que la gente aprendiera a pensar y que la gente luchara por su libertad.
MANOLO D.ABAD