Es algo que hace con frecuencia el secretario general de Podemos. Si saca la espada, amenaza, pontifica, y no cumple, la tiene que guardar, se la envaina. Cegado por su ambicioso ego, pretende cubrir casi todo el espectro político y se enreda.
Prometió que se presentarían con su nombre, sin alianzas y ahora tiene que ceder en Galicia, Valencia y Cataluña. Todos sus candidatos serían elegidos en primarias pero su dedo inquieto no para de seleccionar a quienes considera que pueden lavar y adornar las siglas. Quedan olvidados su idilio venezolano, su generosa renta básica, la edad de jubilación, el rechazo a la OTAN y tantas otras cosas.
Esta inconsistencia será estudiada un día en los manuales de ciencia política de su desprestigiada Facultad.