Las personas mayores constituyen el colectivo más vulnerable de encontrarse en situación de exclusión social condicionados por los mitos asociados a la vejez, una imagen que los sitúa en un escenario de desvinculación social. Tradicionalmente se ha concebido el periodo del envejecimiento como un problema más que como un logro social gracias a los avances en medicina, en políticas sociales y otros aspectos que han incrementado la esperanza y la calidad de vida significativamente.
En oposición al paradigma de la Desvinculación Social, hoy nos encontramos en el paradigma del Envejecimiento Activo. El 2012 fue el Año Europeo del Envejecimiento Activo y de la Solidaridad Intergeneracional. El objetivo del envejecimiento activo es aumentar la visión de una vida saludable y de mejora de la calidad de vida para todas las personas que envejecen. Este paradigma implica estar en contacto permanente con las alternativas y espacios de aprendizaje que ofrece el entorno comunitario. Es necesario que dejen de prevalecer las connotaciones negativas del envejecimiento biológico que identifican erróneamente el aumento de la edad con procesos de deterioro, síntomas de decadencia, pérdida de rigor, etc., que identifican a las personas mayores con la tradicional perspectiva asistencialista.
Las personas mayores de la actualidad tienen mejor condición económica, creciente papel en las relaciones familiares, mayor presencia social y más reivindicativa, mejores condiciones de salud y mayor esperanza de vida y nivel formativo más elevado. Estos mayores demandan nuevas y diferentes necesidades de corte educativo, cultural, asociativo, participativo, etc.
Prueba del giro que esto produce, se han tomado medidas para atender las necesidades de las personas mayores, como los planes intergeneracionales elaborados en las asambleas mundiales de envejecimiento de la ONU: la I Asamblea Mundial sobre Envejecimiento tuvo lugar en Viena en 1982 y la II Asamblea Mundial sobre Envejecimiento tuvo lugar en Madrid en 2002. También se establecieron planes gerontológicos nacionales como el Plan Gerontológico Español de 1992 y planes regionales como el Plan de Acción Social para las Personas Mayores de la Región de Murcia de 2005. Estos planes contemplan la importancia de la dimensión sociocultural y educativa en las personas mayores para que puedan envejecer con seguridad, salud y un rol social a desempeñar.
Si hablamos de personas mayores, tenemos que hablar de jubilación. En una cultura en la que la identidad está fuertemente determinada por la profesión que se ejerce, la jubilación puede suponer un sentimiento de pérdida de la identidad, lo que conlleva una disminución de la autoestima.
Desde la Educación Social, no se puede trabajar la autoestima pero sí contribuir a ella de forma indirecta con estrategias que la refuercen. Las actividades educativas, además de contribuir a la mejora de la salud física y psíquica e incrementar las relaciones sociales, también aumentan el bienestar y la satisfacción personales y, por ende, la autoestima.
Es necesario trabajar por concebir la jubilación como una experiencia positiva, una etapa de nuevas oportunidades para realizar cambios, iniciar nuevos proyectos y participar en la sociedad de acuerdo a sus necesidades, deseos y capacidades. Para ello, disponemos de actividades como pueden ser el asociacionismo, el voluntariado o los programas universitarios para personas mayores.
Los mayores también pueden participar en Encuentros Intergeneracionales. Se trata de espacios de ocio y participación política y social creados para favorecer el intercambio de conocimientos, valores, percepciones, sentimientos, etc., entre diferentes generaciones para evitar que el resto de la sociedad acabe prescindiendo de las personas mayores. Se percibe como una necesidad porque cada vez hay más distancia ente generaciones, lo que supone la aparición de estereotipos y prejuicios, lo que a su vez conlleva el distanciamiento y desconocimiento de las realidades sociales. A través de este tipo de actividades se favorece la cohesión social.
Para dar respuesta a las nuevas necesidades de este colectivo contamos con los Centros Sociales de Mayores, que no solo ofertan actividades de ocio y recreación, sino que se esfuerzan por responder a las demandas socioeducativas de dicho colectivo. Se trata de espacios dinamizadores que resultan muy útiles para impulsar la promoción del envejecimiento activo y la participación en la sociedad de estas personas a través de diferentes recursos, actividades y servicios.
Sin embargo, sabemos que estos centros no suelen disponer de Educadores Sociales. Teniendo en cuenta que nos encontramos en una sociedad que envejece, la intervención socioeducativa con personas mayores es fundamental, la cual exige un conocimiento en profundidad de la realidad en la que se está interviniendo con el fin de garantizar una atención adecuada. Desde esta perspectiva, la figura del Educador Social cobra una gran importancia, ya que en este ámbito su labor se orienta a favorecer el desarrollo integral de las personas mayores promoviendo su participación social, su autonomía personal y social y su autorrealización en esta etapa de la vida, así como a luchar contra la idea de equiparación de vejez con perdida funcional e intelectual.
Los mayores como cualquier colectivo necesitan la educación como proceso para realizarse dentro de la sociedad. El objetivo es trabajar para desarrollar sus capacidades de participación social en espacios en los que puedan aportar sus propias alternativas, logrando que sean protagonistas de sus propios procesos de aprendizaje utilizando métodos y estrategias adecuadas a las nuevas necesidades del colectivo.
Esta es precisamente la justificación de la profesión del Educador Social, puesto que son las propias políticas sociales las que lo fundamentan cuando establecen como prioridad la satisfacción de las nuevas necesidades educativas de las personas mayores y los Educadores Sociales son los profesionales especializados en esta intervención.