Revista Cultura y Ocio

Enviado desde mi iPhone

Publicado el 27 agosto 2017 por Icastico

Hace una porrada de años, cuando mis hijos (chica y chico) entraban en la adolescencia les compré alguna ropa de marca. Lo primero que hicieron fue quitarle la etiqueta de ‘Levi’s’ al pantalón y de la misma forma obraron con otras prendas ‘último alarido’, dejándolas huérfanas de marca, anónimas. De entrada tuve un leve sofoco, sentí que había tirado la pasta. Luego fui feliz. Nunca más volví a repetir ese pecado. Así continuaron durante esos años difíciles en que la marca de la prenda era la seña de identidad de los seres del acné. Salieron indemnes. Una lección que no esperaba. Ahora que están fuera de mi tutela me consta que en sus vidas en el extranjero en países poco mediterráneos, de gastronomía fast food, se han metido en el cuerpo comida basura marca macdonal o burriking, por exigencias del guión. También sé que tienen imacs, ifones, ipades imascosas (en su ‘descargo’ informo de que mi niña trabaja en apple y accede a descuentos).

Hablando del iPhone y de la rúbrica que por defecto incluyen en sus comunicaciones: ‘Enviado desde mi iphone’, o ipad, si se trata de su hermana mayor en tamaño. Respecto a ese autógrafo final, tan impersonal como apreciado, pueden existir varias interpretaciones.

Los que no saben cómo quitar la firma. Esto ya no es excusa, ¿quién no tiene un familiar recién destetado que pasa de la teta a la tablet sin perder el equilibrio, dispuesto a solucionar el problema en un plis plas si le pedimos ayuda?

Los que quieren dejar claro que escriben desde un móvil para disculpar las faltas de ortografía que el rebelde autocorrector deja en libertad, relaja eso de escapar de la tiranía de la gramática de vez en cuando. La perfección agota. El receptor será más benévolo con las mutilaciones producidas por un ‘movilfón’ en movimiento y pistola del tiempo apuntando a la sien; hay mucho que despachar desde un confín tan pequeño mientras no llegamos a cualquier sitio sin importancia. Estos cacharros nos hacen creer que todo es urgente, hasta lo más nimio. Tratamos todos los mensajes de la misma manera, inmediatamente, con prisa.

los que quieren recordar a todo el mundo que tienen un aifon o aipad. Ha costado un pastizal solo por ser de Apple, aunque se fabrique en China y los trabajadores, exhaustos, se acaben durmiendo en la línea de ensamblaje. El estatus está por encima de estas cosas. Quizás el poseedor de un terminal de la manzana más famosa del planeta piense que tiene más derecho a las erratas, líos con la puntuación o frases amputadas que el propietario de un churrofón como el mio, híbrido o mestizo parido entre India, China y España (fabricado allí, con piezas de más allá y distribución de acá) por operarios que, posiblemente, también se duerman en el montaje. Suele ser gente que ha ejercido de valla publicitaria toda su vida a pesar de haber soltado un buen parné por las marcas que exhibe de los pies a la cabeza, algo que siempre me ha costado trabajo entender. Pasean de un lado a otro su presunción, su vida no tendría mucho sentido sin esos viajes tan vacuos. Casi me quedo con el hombre o mujer sandwich o cartel anunciador ‘compramos oro y plata’. Lo hacen por un sueldo, aunque sea tan miserable como el de los montadores de apples y churrofones.

Conviene distinguir entre el que fue rico de toda la vida, desde la cuna, y el nuevo rico. Advenedizo. El primero ha presumido siempre, o ha sido educado para presumir, no ha conocido más cosa que la opulencia, lo hace de forma natural, casi inconsciente, puede que no pretenda apabullar ni necesite dar lecciones. El otro (los más actualmente) se muere por restregar el éxito alcanzado y hacerse con un pedigrí, aunque su pendón sea la ignorancia, o tal vez por eso. Urge que sepamos que alcanzó la cumbre y se codea con los primitivos moradores aunque estos lo rechacen y no sea consciente. En una ocasión, cuando los móviles eran analógicos –movilsaurio– y empezaban a popularizarse, allá por los 90, acudí a un seminario profesional. A la entrada había un letrero: “Por favor, deje su teléfono móvil en esta bandeja, le será devuelto al finalizar la conferencia, gracias”. Entre los terminales depositados en el recipiente ¡había algunos de juguete!, réplicas de uno verdadero.

No sé por qué, comparo al nuevo rico con el ex fumador que fue fumador crónico, es más hostil con quien fuma que aquel que no ha fumado nunca. No le molesta el humo, le molesta el resentimiento, el haber dejado de fumar por obligación o por una dolencia, sin convencimiento.


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