Una de las máximas del periodismo es que las buenas noticias no interesan, que sólo atraen las malas.
Por eso desdeñamos proclamar con orgullo que la sanidad española está entre las ocho mejores del mundo según el último estudio hecho en 196 países y divulgado hace una semana por “The Lancet”, la prestigiosa revista de información científica.
Pocos medios dieron la noticia, y gran parte de los españoles creen que la sanidad se hunde, como denuncia cualquier partido de la oposición, cuando en realidad ha mejorado año tras año, incluso durante la crisis iniciada en 2008, gobernando el PSOE, hasta hoy, haciéndolo el PP.
Estas investigaciones son anuales desde 1990, cuando España obtuvo 73,9 puntos de 100 posibles. En 2016 había mejorado 15,7 puntos hasta alcanzar 89,6 en una lista que inicia Andorra, con 95, seguida de Islandia, 94 y Suiza, 92.
Suecia, Noruega, Australia y Finlandia preceden a España, con una-dos décimas más.
Pero por detrás de nuestro país están Holanda, 89,5, Luxemburgo, 89, y más atrás los demás europeos, incluyendo a Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, que están alrededor de los 86 puntos.
El trabajo analiza cánceres, enfermedades cardiovasculares, digestivas, respiratorias, diabetes, tuberculosis, todo tipo de males, que relacionan con el gasto médico por habitante, camas de hospital por cada 1.000, la cobertura general del sistema y cuánto paga el paciente por la atención médica.
La hispanofobia hace que muchos españoles se desprecien a sí mismos pese a estar entre los mejores del mundo; así, este Índice de Acceso y Calidad de la Sanidad (IACS) 2016, sigue con mínimo eco aquí.
Ni este Gobierno ni antes los socialistas supieron vender estos éxitos; Podemos y el periodismo afín los desacreditan llamándoles “la Trama”, mientras alaban Venezuela, cuya población muere arrastrándose por las calles sin medicinas ni hospitales.
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SALAS Pues desde el octavo hacia abajo...