Ya en 2012 comenzó el proceso de grabación del que sería el octavo álbum de estudio de la artista si obviamos la banda sonora de “The Frog Prince”. La tarea, laboriosa como siempre, dio como fruto un disco titulado “Dark Sky Island” que apareció a finales de 2015. Los viajes realizados por la cantante irlandesa en los años previos a la grabación del disco están muy presentes en el mismo. No llegan a tener la presencia que tienen en trabajos de similar inspiración de Loreena McKennitt por poner un ejemplo pero sí que centran de algún modo la narrativa de todo el trabajo.
Al margen de la renovación de los equipos de su estudio particular, el método de creación del disco fue el habitual: Enya compone toda la música, canta y toca todos los instrumentos, Nicky Ryan se encarga de la producción y Roma Ryan de los textos, incluyendo dos canciones en “loxian”, idioma ficticio creado por la escritora unos años antes y que ya apareció en algún disco previo de Enya. En uno de los cortes aparece un músico invitado, costumbre que la artista había abandonado tras los primeros discos. Se trata del contrabajista Eddie Lee.
La isla de Sark, inspiradora en parte del disco.
“The Humming” - No tardamos mucho en comprobar si la tan anunciada renovación tecnológica iba a reflejarse en un estilo o un sonido nuevo para Enya. La respuesta es: Sí. Y no. En la primera canción del disco escuchamos timbres sutilmente diferentes. El piano eléctrico no es exactamente aquel al que estamos habituados y tampoco lo son las percusiones. También los coros tienen un cuerpo muy diferente. No suenan como antaño, a la misma voz doblada hasta el infinito sino que tienen una apariencia más real. El efecto es el mismo pero no igual. La canción, por otra parte, es sencilla y muy pegadiza. Uno de los clásicos cortes de la irlandesa que podrían sonar sin descanso en cualquier emisora de radio.
“So I Could Find My Way” - Con un pausado ritmo de vals, Enya interpreta una balada encantadora dedicada a la madre de Nicky Ryan, fallecida en los meses en que se llevaba a cabo la grabación del disco. Es el tipo de pieza que hemos oído muchas veces en los discos de la artista pero que siempre resulta interesante.
“Even in the Shadows” - La primera canción realmente diferente del disco es esta intensa pieza dominada por un ritmo muy marcado, algo no muy habitual. Así como se hace difícil imaginar practicamente toda la obra de la artista irlandesa en voz de otros artistas, hay algo en esta canción que la hace “exportable” y que, quizá, la convierta en un clásico. Desde luego, se convirtió ya en una primera escucha en una de nuestras favoritas de todo el disco.
“Echoes in Rain” - El primer “single” del trabajo es, quizá, la pieza más cercana a lo que el público espera de Enya: cuerdas pellizcadas (aquí de nuevo se nota la renovación instrumental ya que el timbre es muy distinto al habitual), sonidos orquestales vivos y una melodía cargada de optimismo. En la parte central escuchamos un pasaje de piano nada común en los discos de la artista que sirve para introducir una larga despedida en la que se repite constantemente la misma frase. Otra gran composición que justifica el tiempo empleado en la creación y grabación del disco.
“I Could Never Say Goodbye” - Piano, cuerdas y coro dibujan un paisaje profundo sobre el que la artista canta una lenta melodía de gran belleza aunque próxima al tópico de las baladas de la vocalista.
“Sancta Maria” - El juego de teclados del comienzo, combinado con voces y cuerdas es verdaderamente novedoso y el seguidor de Enya lo encontrará refrescante. Incluso el tono de voz con el que la artista canta una y otra vez el título de la canción es mucho más agudo de lo que nos tiene acostumbrados. La canción, sin embargo, termina por hacerse algo pesada a fuer de repetitiva.
“Astra et Luna” - Se abre la canción de un modo que nos hace pensar en que volverá a ocurrir lo mismo que en las inmediatemente anteriores, con una música claramente identificable y sin mayor historia pero lo cierto es que la misma gana en intensidad conforme avanza hasta convertirse en uno de los momentos destacables del disco.
“The Loxian Gates” - El segundo tema del disco cantado en el idioma creado por Roma Ryan cumple la función que en trabajos anteriores hacía la canción en latín. Es una pieza intensa, con un punto épico y un extraordinario trabajo de estudio mezclando coros, teclados, percusiones, etc. de forma magistral. No podemos evitar acordarnos del toque africano de “Storms in Africa” en “Watermark” o de “Ebudae” en “Shepherd Moons”, canciones de las que esta es digna sucesora.
“Diamonds on the Water” - Cerrando el CD tenemos otra gran canción que en su corta duración contiene varios segmentos muy diferentes e igualmente brillantes. Raya, como casi todo el trabajo, a un nivel muy alto que hace que no nos sorprenda la buena acogida que, en general, ha tenido “Dark Sky Island” en todo el mundo.
El disco tiene una edición “deluxe” ampliada con tres cortes como es costumbre de las discográficas en los últimos años. Algo absurdo a nuestro juicio, puesto que, por una diferencia mínima de precio, ¿quién optaría por la versión con menos canciones?. En todo caso, y dado que esas piezas adicionales son consideradas como “bonus”, hemos optado por dejarlas fuera del análisis del disco. El enésimo regreso de Enya (dada la acostumbrada separación entre sus discos, cada uno es un regreso) ha sido uno de los más exitosos de toda su trayectoria que no es precisamente corta y supera ya los 30 años si contamos su etapa en Clannad. Llega un punto en que conseguir eso no es fácil y más en el caso de una artista que ha sido vista en muchos momentos con un punto de condescendencia por parte de la crítica que ha rayado en la falta de respeto. Admitimos que en algún momento su estilo facilitaba la parodia por inmovilista pero rascando un poco bajo el envoltorio, es evidente que ahí había música que merecía la pena, incluso en los momentos más flojos. Quizá de ahí la sorpresa que se produce cuando el producto que Enya nos ofrece es de una calidad superior a su nivel (de por sí, mayor que la media) como ocurre en este caso.
Pocas ambigüedades y chascarrillos hemos leído con ocasión de la publicación de “Dark Sky Island” y eso quiere decir algo: que el disco no merece bromas de ningún tipo.