Los leucocitos o glóbulos blancos son un conjunto de células heterogéneas que están presentes en la sangre para dar respuesta inmunitaria ante la aparición de sustancias extrañas o antígenos en el organismo. En otras palabras, los leucocitos son las células encargadas de defender a nuestro cuerpo frente a la agresión de las distintas enfermedades. Tener los eosinófilos altos no es una enfermedad, sino la consecuencia de algún proceso que está teniendo lugar en nuestro organismo.
Dentro de los variopintos glóbulos blancos, existen unas células granuladas que se conocen como eosinófilos, con sus propias características específicas y funciones particulares.
Al contrario que otros leucocitos que se generan en el tejido linfático, los eosinófilos son desarrollados exclusivamente en la médula ósea. Tras pasar por un proceso de maduración que dura en torno a unos ocho días, tardan alrededor de doce horas en llegar a su tejido de destino (cualquier lugar del organismo), donde permanecerán hasta un par de semanas, realizando sus funciones de protección.
Cuando un antígeno se ha introducido en el cuerpo, los eosinófilos acuden para neutralizar sus consecuencias perniciosas. Cumplen su papel principal durante los procesos inflamatorios, en especial cuando estos se deben a trastornos de tipo alérgico. Sin embargo, su papel va más allá de actuar cuando existen alergias, pues también realizan funciones importantes en la lucha contra las infecciones parasitarias, virales y bacterianas. De hecho, es característico observar aumentos bruscos en la concentración de eosinóflos en sangre cuando el organismo combate contra una infección.
Valores normales de eosinófilos en sangre
Como cualquier otro elemento que forma parte del complejísimo cuerpo humano, los eosinófilos deben mantenerse dentro de unos parámetros de referencia que marquen un equilibrio, asegurando un buen estado de salud. Lo normal, es que estas células supongan en torno al 1-6 por ciento del total de glóbulos blancos. Si traducimos el porcentaje en números, un recuento de eosinófilos no debe ser nunca superior a unos 350 por cada microlitro de sangre.
EosinófiloCuando estas células aparecen en cantidades excesivamente altas en la sangre (debido a reacciones exageradas ante la aparición de un problema médico, normalmente una alergia o asma), dicha abundancia puede tener consecuencias negativas para la salud de las personas, pues estas células liberan ciertas sustancias que son potencialmente tóxicas para el organismo. De hecho, es habitual que un profesional sanitario solicite un conteo de eosinófilos, ya que esto va a poder ayudarle a entender qué está causando el problema que sufre el paciente.
Se considera alta la presencia de entre 400-450 eosinófilos por microlitro de sangre, y esta cantidad no debe superarse nunca: pues puede ser el síntoma de enfermedades de muy diversa índole.
Qué ocurre cuando tenemos los eosinófilos altos
El término médico que describe cuando se tiene eosinófilos altos en el torrente sanguíneo es la eosinofilia. En números, encontrar más de 500 eosinófilos por microlitro de sangre, se considera generalmente eosinofilia para los adultos. Cuando los niveles altos se dan localmente, debido a una infección o a una inflamación, esto se conoce como eosinofilia tisular. Así mismo, cuando el recuento de eosinófilos supera los 1500 por microlitro de sangre, y este problema persiste a lo largo de varios meses, nos encontramos frente a un síndrome hipereosinofílico.
Los síntomas típicos de la eosinofilia suelen ser sibilancias, tos y dificultades para respirar. Otras veces, pueden causar dolor abdominal y diarrea. Menos frecuentes son los casos de sudoración nocturna, erupciones cutáneas y pérdida de peso. Puesto que estos síntomas son bastante típicos, no siempre indican la presencia de esta enfermedad. No obstante, siempre es aconsejable acudir al médico cuando se está padeciendo alguno de estos indicios.
Causas y riesgos de los eosinófilos altos
La eosinofilia suele aparecer en presencia de otros problemas médicos, tales como las alergias, que aumentan la incidencia de los eosinófilos. Así mismo, también es típico encontrarla cuando existen problemas de asma o fiebre de heno. Enfermedades como la vasculitis, la cirrosis, y distintas patologías pulmonares, de piel y ciertos tumores, suelen desencadenar también cantidades anormalmente altas de eosinófilos en sangre. En los países subdesarrollados, por su parte, las infecciones parasitarias son las causas principales de los eosinófilos altos. Estos factores de riesgo pueden estar relacionados también con los efectos secundarios de ciertos medicamentos, recetados para tratar dichas patologías.
Las dificultades que se presentan en el paciente de eosinofilia son, en esencia, las mismas que la afección subyacente que la desencadena: si la afección subyacente es el asma, el paciente sufrirá dificultades para respirar y sibilancia, mientras que si el desencadenante ha sido un parásito, se observará fiebre, dolor abdominal y erupciones en la piel del paciente infectado.
Tratamiento de los eosinofilia
El tratamiento de la eosinofilia suele estar dirigido a la causa subyacente. No obstante, para los casos menos graves, suele recurrirse al uso de corticoides, muy eficaces para disminuir la cantidad de eosinófilos en sangre en los procesos de alergia.
Para formas más graves de eosinofilia, cuando los órganos vitales se encuentran afectados, se suele requerir el uso de medicamentos más agresivos, como terapias anticoagulantes o agentes quimioterapéuticos.
Por último, en casos extremos, puede llegar a ser necesario recurrir a la cirugía, para restaurar las funciones normales de los órganos afectados.