No hay nada peor que poner a un ciclista obstáculos en el camino. Se lo tomará como un reto e intentará superarlos. El más difícil todavía forma parte del gen del cicloturista y en laCronoescalada al Pico de las Nieves 2014 lo demostró mejor que nunca. No sólo es el puerto más duro de Europa, 21 kilómetros al 10% de media, sino que además salió un día impropio del clima canario. Frío, lluvía y viento de cara. Los peores ingredientes para cualquiera. Los mas suculentos si estás buscando la épica y el ciclismo siempre fue un deporte de hazañas.
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En Ingenio a 300 metros de altitud, donde arranca el reto del Pico de las Nieves de Gran Canaria, todavía se mantenía el clima del invierno canario. 6 de diciembre y 20 grados. Casi todos los participantes en manga corta, pese a la fina lluvía que caía minutos antes de arrancar. En una cronoescalada todo sobra y la organización de La Cicloturista nos había facilitado una guagua para subir la ropa de abrigo. Aún así, al mirar al cielo sólo se veía una densa nube. Negros augurios.
Estaba claro que nos íbamos a mojar y que los 21,5 kilómetros de ascensión con tramos de hasta el 22% de desnivel iban a exigir lo mejor del corto estado de forma que casi todos llevábamos. Daba igual. El reto era hacer cumbre. Subir hasta los 1950 metros e insultar a la lógica. Cuando lo más aconsejable era quedarse en la playa, nosotros decidimos tirar para la montaña.
Un kilómetro de rodaje y Ángel Bara baja el brazo para dar la salida oficial. Primera arrancada desdeIngenio, rampa del 8% y viento de cara. Un elemento más para el cocktel de dureza. Eso sí, sirvió para atemperar los ánimos. Durante los primeros 6 kilómetros, con desniveles cercanos al 9%, no se pasó nunca de 25 kilómetros por hora. Algo es algo.
Quedábamos en cabeza una grupetta de 10 ciclistas cuando La Pasadilla (5,2 km al 12% de media) se encargó de romperlo todo. Ya había comenzado a llover y una densa niebla nos envolvía. La primera rampa. Del 20%, nos pilló casi de improviso. Allí se acabaron las ruedas buenas y la protección del viento. Cada uno tenía que lidiar con su peso y sus piernas para tirar hacia arriba.
Al segundo rampón consecutivo al 20% me doy cuenta que el 34×32 que he montando en la Cannondale Synapse va a ser mi mejor aliado. Teoría Cobo en el Angliru al poder y a limitar daños musculares. Intento de molinillo para no quedarme parado y a rememorar las rampas. La niebla dificulta cualquier recuerdo de la edición de 2013. Mirada abajo al Garmin a lo Froome, olvidarme del resto de los ciclistas y a concentrarme sólo en mis piernas y mi ritmo.
Por delante la carrera se marcha, pero hay que pensar en todo lo que queda. Sólo hemos degustado los primeros muros de La Pasadilla y como siga lloviendo así se va a hacer casi imposible subir de pie. Otra rampa al 18% y la rueda comienza a patinar. Sentadito y estilo muro del Tour de Flandes. Casi sin darme cuenta estoy poniendo en práctica todo lo aprendido en losviajes Ciclored 2014.
Las pulsaciones, 174, dicen que el ritmo es constante. Las piernas que no acusan demasiado los esfuerzos de una semana en La Cicloturista (con Titánica incluida) y la cabeza que todavía queda terreno. El asfalto que está más bacheado que hace un año, así que más dureza todavía.
La Pasadilla sigue haciendo sus estragos. Dos rampas más del 19% casi consecutivas. No merece la pena mirar hacia arriba. No se ve nada. Casi mejor. Así no hay trabajo de desmoralización. Además más casi cincuenta aficionados locos se han apostado en la cuneta para pegarnos voces en la zona más dura. Con la que está cayendo. Entre ánimos escucho uno para el cruce. Bien. Eso quiere decir que sólo quedan otras dos rampas imposibles de La Pasadilla.
Cruce de Cazadores. Ha pasado lo más duro. O no. A más de 1.000 metros de altitud la temperatura baja de los 10 grados. Los pies ya son un charco dentro de las zapatillas y el maillot parece sacado de la ducha. Quedan 12 kilómetros y vamos chorreando. El viento, que vuelve a soplar, acrecienta la sensación de frío. La única solución, ir lo más deprisa posible para entrar en calor. Pero, claro está, una cosa es la teoría y otra la realidad. Las rampas del 14%, que aparecen de vez en cuando, dificultan cualquier posibilidad de ir deprisa.
La carretera sigue bacheada, no ha dejado de llover, sigue haciendo frío, pero por delante veo ados ciclistas más. Pues habrá que emplearse a conciencia para atraparlos. Los músculos de las piernas, conservados en formol en La Pasadilla, tienen que empezar a carburar. Toda la prudencia inicial se vuelve ahora osadía. Full gas, que diría Contador, nuestro paisano de isla en estos días.
El cuerpo responde y en la pequeña bajada, el único respiro de toda la subida, consigo meter plato,poner la bicicleta a 50 por hora y frenar en la curva. Algo sencillo con sol, pero más que complicado cuando no sientes los dedos de las manos. Justo al remontar el repecho veo a Julio en el suelo. Un navarro con calidad súper que ha partido el cambio cuando iba en el grupo de cabeza. Mala suerte. Ya tiene reto para 2015.
A solo dos de meta me cantan que voy sexto. Toca mantener la posición porque por delante no se ve a nadie. Y si hubiera, entre la niebla, tampoco sería fácil distinguirlo. La fatiga empieza a hacer mella pero son sólo dos rampas al 10% y de nuevo a cargar plato. Duelen las piernas casi tanto por el frío como por el cansancio. Pero para entrar en la meta del Pico de las Nieves hay que esprintar. Casi imposible levantar un brazo. A 1.950 metros la temperatura ha bajado a cuatro grados y todos los que han llegado delante de mí están cubiertos por mantas.
La felicidad se llama caldo caliente, avituallamiento y unos calcetines secos. Los ciclistas nos conformamos con poco, verdad. Las caras de todos los que van llegando dejan a las claras que el reto no ha sido sencillo. Frío y cansancio que se mezclan con la felicidad de haber vencido a los elementos.
Algunas historias acrecientan la leyenda. Como la de Serafín Zubiri y su compañero David, que han vencido por segunda vez al Pico de las Nieves con un tandem de 15 kilos y además 20 minutos más rápido que en la edición anterior. O las de ladocena de máster 60 que han coronado cuando la mayoría de las personas de su edad sólo piensan en un hotel con calefacción. O el bueno de Sergi, que vestido de rosa de arriba a abajo, con el maillot de Mireya y la bicicleta con el cuadro fracturado consigue hacer cumbre.