Revista Salud y Bienestar
Acabo de regresar de un viaje a Grecia y empezaré admitiendo que de cuantos lugares y personajes ofrece su amplio catálogo de posibilidades, las de Epidauro y Asclepio son algunas de las que, por mi condición de médico, más me han cautivado.
Todos sabemos de la importancia que los griegos tuvieron a la hora de dar a la medicina un sentido desde la razón, por eso y no en vano, Hipócrates, uno de sus médicos, es considerado como el Padre de la Medicina. Pero debemos recordar que antes de este importante cambio de enfoque, al igual que todas las culturas de la antiguedad, Grecia también tuvo una concepción mágico-religiosa de la enfermedad.
Epidauro era un lugar entregado al culto de Asclepio, el dios de la Medicina, a quien los griegos imaginaron siempre con una enorme serpiente enroscada a su famosa vara. Puede decirse que Epidauro fue algo así como una gran ciudad-balneario, con sus hoteles, sus templos y altares, sus fuentes de aguas sagradas y tambien sus lugares de ocio o esparcimiento.
Allí iban los enfermos que, para curarse, habían de pasar las noches en el templo, como en un ritual onírico-mágico... Salvando las distancias aquello era lo más parecido a nuestros actuales hospitales.
Hubo alguna vez quien despertó sanado, aspecto que redundó en la elevada fama del lugar y que procuró no pocas ofrendas al dios, muchas de ellas en forma de estatuillas -votos- representando su figura.