Revista Salud y Bienestar

Epidemia soterrada de muertes y daños por los fármacos benzodiacepinas: Valium, Lexatin, Trankimazin, Orfidal…

Por Miguel @MiguelJaraBlog

El grupo de medicamentos de las benzodiacepinas se recetan para la ansiedad, insomnio, convulsiones y abstinencia aguda de alcohol y también se prescriben, aunque no sea una indicación oficial, para depresión o Síndrome de Piernas Inquietas, entre otras muchas afecciones. Las muertes por sobredosis no paran de aumentar así como los efectos secundarios del mal y excesivo uso y adicción de las benzodiacepinas continúan pasando desapercibidos.

La epidemia de adicción a opiáceos y sobredosis ha llamado la atención de medio mundo en los últimos meses pues en octubre de 2017 sumaba, sólo en USA, alrededor de 200.000 muertes. Es una de las principales causas de la actual crisis de las drogas. Esto ha concretado esfuerzos para paliar el problema pero de manera paradójica ha habido pocos esfuerzos para abordar la prescripción inadecuada de benzodiacepinas, sustancias supuestamente controladas mediante el sistema de receta. En España, las marcas más habituales son: Valium, Orfidal, Tranxilium, Trankimazin, Lexatin, Rivotril, Sedotime, Noctamid, Rohipnol y Halcion.

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Según los datos del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas, las muertes por sobredosis de benzodiacepinas aumentaron de 1.135 en 1999 a 8.791 en 2015.

Con datos de Estados Unidos, país que crea tendencia en lo que a consumo de medicamentos se refiere, entre 1996 y 2013, el número de adultos que completaron una prescripción de benzodiacepinas aumentó en un 67%. Pasó de 8,1 millones a 13,5 millones.

En 2012, los médicos estadounidenses firmaron 37,6 recetas de benzodiacepina por cada 100 habitantes. Alprazolam, clonazepam y lorazepam se encuentran entre los diez medicamentos psicotrópicos más comúnmente prescritos en los Estados Unidos. Los gastos del sistema sanitario de USA en benzodiacepinas aumentó en casi 40 millones de dólares entre 1991 y 2009, incluso cuando el precio de estos fármacos disminuyó, lo que sugiere una mayor utilización.

Las nuevas benzodiacepinas, más potentes, se encuentran cada vez más en el mercado ilegal. Se fabrican en laboratorios clandestinos en los Estados Unidos y en otros lugares, estos medicamentos son indistinguibles de las benzodiacepinas recetadas y potencialmente tan mortales como el fentanilo, el medicamento opioide sintético que está en el centro de la polémica por las miles de muertes en Estados Unidos.

Alguno de esos medicamentos ilegales es tan potente que necesita dosificarse al nivel de microgramos usando una escala de alta precisión para evitar una sobredosis accidental. Por ejemplo, el clonazolam, un análogo de clonazepam que es similar a una combinación de alprazolam y clonazepam. Puede adquirirse en Internet como un “producto químico de investigación” y se puede enviar prácticamente a cualquier parte.

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La prescripción excesiva de opiáceos ha impulsado el consumo de heroína y fentanilo ilícito.

Y lo mismo ocurre con el exceso de prescripción de benzodiacepinas, que puede estar alimentando el uso de análogos ilegales.

La magnitud del daño causado por las de alta potencia e ilegales de este grupo medicamentoso, aún no se ha documentado.

Las benzodiazepinas tienen una utilidad comprobada cuando se usan de manera intermitente y durante menos de un mes. Pero cuando se usan a diario y durante períodos prolongados, sus beneficios disminuyen y los riesgos asociados con su uso aumentan. Su uso excesivo además puede empeorar la ansiedad, contribuir al insomnio persistente y causar la muerte.

También se ha documentado como daños deterioro cognitivo, lesiones accidentales y caídas y mayores ingresos hospitalarios y visitas al departamento de Urgencias.

En su libro Anatomía de una epidemia el periodista de investigación Robert Whitaker cuenta en un capítulo llamado La trampa benzo cómo se popularizó el Valium y otras benzodiacepinas cuando al principio de la década de 1960 se puso en el mercado. Era la píldora contra la ansiedad, la dificultad de vivir.

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También cuenta cómo era esa enfermedad antes de llegar el citado fármaco y cómo se adaptó, como ocurre con tantas dolencias, la enfermedad al tratamiento. Vaya, que el marketing obra milagros.

Desde la Fundación Femeba, explican que existen alternativas de tratamiento más seguras para la ansiedad y el insomnio, incluidos los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina y las intervenciones conductuales.

Yo pienso que lo primero es acudir a profesionales que nos ayuden a buscar las causas de esa ansiedad o depresión o de cualquier dolencia. Así intentamos solucionar el problema y no tenemos que acudir a fármacos que pueden hacernos daño y que sólo están pensados para calmar los síntomas.

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