Revista Educación

Epílogo

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Epílogo

20 febrero 2014 por matthewfragel

“No, otra vez no”, pensó al ver el coche en la distancia. Tuerto, con el faro derecho mortecino y alumbrando al vacío. Unos dedos que pescan el mando del bolsillo. Una mano extendida que apunta hacia la puerta. Un instante de respiración contenida… y los seguros que responden con un zumbido agónico.

El pensamiento se hace voz: “¡Me cago en todo lo que se mueve!”. Un silencio y luego una palabra. Un nombre, huérfano de frase: “¡Marta!”.

La mano que busca en el bolsillo opuesto. La pantalla del móvil que fulmina de nuevo la oscuridad:

“Oye, que me ha vuelto a pasar… Sí, lo del coche… Sí, lo de las luces… ¿Y qué quieres que le haga?… ¿Estás muy lejos? Pues entonces ven. Por favor. Ven”.

Un tercer bolsillo, trasero esta vez. De la cartera gastada nace un papel de fumar y una china reseca. De la guantera, el tabaco de liar. La chispa del mechero destella un par de veces. Una calada larga, exhalada en suspiro. Crepita un punto rojo en el silencio del aparcamiento. Cantan las gaviotas del vertedero.

Steve Johnson @ Flickr.com
A lo lejos un ronquido, que poco a poco se revela motor. Marta viene a toda pastilla y con las luces largas. La mira y todo se vuelve blanco. Un frenazo largo rasca el terraplén. El polvo baila y envuelve al humo del porro.

Una melena que embiste desde la luz:

- ¿Tú eres gilipollas o qué?
- No empieces, haz el favor.
- ¿Que no empiece? ¿A que me largo?
- Lo siento.
- Más siento yo haberte conocido.
- No será para tanto, mujer.
- Menos milongas y llama a la grúa.
- ¿No me vas a ayudar? ¿Me vas a dejar tirado otra vez?
- Mira tío, a mí no me rayes.
- Joder, que fueron tres años.
- Dos años y nueve meses.
- No, tres años.
- Que no… Que no tienes ni idea.
- Bueno, lo que sea. ¿Pero así va a acabar? ¿En un aparcamiento?
- Lo que te tenía que decir ya te lo dije. Esto es de propina. Así que llama a la grúa.
- Marta, así no.
- Que llames a la grúa.
- No me creo que hayas vuelto solo para decirme eso.
- A ver, tío listo. ¿Tú tienes cables de batería?
- No.
- Pues yo tampoco. Los regalé para no acordarme de tus putos despistes. Así que llama a la grúa, a la policía, a tu padre o a quien te de la gana. Pero hazlo  y vámonos a casa antes de que me arrepienta. Que no te falta mucho para quedarte sin propina.

 


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