Epístola a las ausentes.
Les he escrito algo, algo para que no me olviden, algo para no olvidarles. Somos tan adaptables que a veces incluso me asusta, podemos pasar días y semanas sin vernos, sin llamarnos y a medida que el tiempo pasa, pareciera que ya no nos necesitamos, para que esto no llegue a ocurrir, tomo un tiempo y escribo, o al menos me sumerjo entre los muchos recuerdos que me han dejado. Sí, los recuerdos, fantasmas dormidos en el tiempo y el espacio. Recreación de imágenes y acciones, más allá del momento o la ocasión. Recuerdos que nos permiten ir apreciando el desarrollo de nuestros seres queridos y aún más: con una palabra, una dulce, querida y apreciada palabra que nos permite reconocer que el amor no es de un solo lado. Que es como el mar, que viene y va de una orilla a la otra. Que recibe la caricia de la arena de un lado y regresa para dársela a la otra. Por todo eso, en lo que está a mi alcance, quiero darles los garabatos de frases que salen de mi mente. Cobijarlas con el amor que vive en mis poemas, mis frases, mis miradas. Utilizo todo a mi alcance, pues el premio de sus sonrisas es para mí, el premio gordo de la lotería: Aún mantengo frescas en mi mente sus sonrisas pícaras. Las rememoro en todo momento.Todos estos son recuerdos que llenan parte del vacío de mi alma, todos estos son o fueron regalos que no pienso devolver, todos estos son mis mejores compañeros, todos estos, son mi amor que con nada ni con nadie se comparan. Luego doy vuelta al reloj, y sin saber dónde se ha detenido llego a los instantes de tristeza, Si queridas, tengo mucha tristeza en mi soledad, pero creo que pocos tienen las mismas alegrías que ustedes en su momento me han regalado y es con estas últimas que paso mis ratos de ocio, mi tiempo inexacto, mi modo de alejar recuerdos malos, y mi deseo de vivir, las quiero mucho… Arturo Neimanis