Amiga es el nombre que le dieron a una computadora de los años 80 para hacer referencia a que se convertiría en tu compañera, pal, buddy o pana como decimos los venezolanos. Es que un amigo es aquel con el cual te sientes cómodo, eres tú, te acomodas. En algún momento reté el paradigma de que amigos son muy poquitos y conocidos muchos. Decidí tener más que unos pocos, descubrí a las personas que tenía cerca y lejos, a las que eran amables en querer compartir conmigo su afecto y su tiempo, así que me abrí a interesarme sinceramente en cada una de ellas y aceptarlas como son.
Pertenezco a una familia grande y compartir era uno de nuestros valores. Mis hermanos fueron mis primeros amigos, las redes que tejimos desde niños son tan fuertes que no importa que estemos regados en el planeta, gracias a la tecnología nos tenemos en tiempo real, y hasta podemos compartir un almuerzo: “Estoy en París y comeré un boeuf bourguignon”, y la otra responde “a mi me sale hamburguesa de queso con papas fritas”, y mas allá “tengo una bandeja paisa”, y podemos conversar varias veces al día, los siento cerquita, ¡claro!, están en mi corazón.
Cuando veo a mis hijos adultos me siento muy contenta. Independientemente de sus éxitos profesionales, lo que me gusta es saber que son buenas personas, ciudadanos conscientes y muy buenos amigos. Los amigos de mis hijos son mis otros hijos, ¿cómo podría ser diferente si a muchos los he visto crecer en mi casa?. La costumbre de mis padres de hacer de tu casa un albergue es la misma que seguí con mis hijos. Por supuesto que implica negociar contigo mismo y con ellos las reglas mínimas de convivencia, pero me gusta tener a estos jóvenes adultos en casa y en mi Facebook.
Los amigos son personas importantes para mí; conocerlos, compartir, apoyarnos, nutrir las relaciones con las acciones que realizas para mantener su amistad. Me gusta ver a mis amigas del colegio, de cuando tenia 5 años y jugábamos con muñecas, y las de bachillerato, las que supieron de mi primer amor y de lo mucho que me fastidiaba la clase de castellano. Mas allá las de joven adulto, en la universidad, o los que trabajaron conmigo, los vecinos cercanos, los primos de tus primos, y los que compartieron tus momentos estelares de matrimonio, hijos y ahora nietos. Me gustan mis nuevas amigas, algunas viudas como yo, con quienes comparto intereses y los primeros achaques. Me gustan los amigos también, traen frescos puntos de vista e intereses similares y otros diferentes que me enriquecen.
Mis clientes de mucho tiempo se han convertido en mis amigos, me integran en sus negocios, ya no como consultora sino activamente, y me es imposible pensar que así no debe ser. En contados casos cuando hay planteamientos en los cuales no puedo ser objetiva, pues les traigo otro consultor, pero prefiero mantener a mi amigo.
La rutina y la vida en una ciudad grande hacen que condiciones externas como el tráfico luchen para apartar a las personas, de tal manera que a veces converso más con mi amiga Carol en Suiza que con mi amiga Philippa en la urbanización de al lado. Hace como tres años decidí que no haría fiestas grandes por mi cumpleaños. Decidí que iría a tomarme al menos un café con cada uno de mis amigos que están en mi ciudad, porque realmente quiero compartir con ellos, actualizarnos, quiero demostrarles que me enfoco en su persona, que si me interesan su vida y sus sueños, que me hace falta su atención y sus buenas ideas. Una vez al año pero todos los años, como el título de la obra de teatro, y no tiene que ser en Navidad.
Los amigos son la familia que tu escoges, pero soy afortunada porque mis cuñados serían mis amigos aún cuando no fuesen mis cuñados. También mi nuera y mi consuegra. La amistad nace de intereses comunes y emociones compartidas, por eso cuando la distancia física se interpone hay que hacer el esfuerzo especial por buscar maneras de comunicarse, es decir hacer comunes los momentos.
Para los lectores y para mis amigos comparto este verso que pedí prestado de algún muro de Facebook y en mi desorden no copié el nombre del autor (¡ups!).
“Que la tierra se vaya haciendo camino ante tus pasos, que el viento sople a tu espalda, que el sol brille cálido en tu cara, que la lluvia caiga suave sobre tus campos y hasta que te vuelva a ver, que Dios te guarde en las palmas de sus manos”.
Escrito por: Marisol Pulgar. Copyright © 2011 Inspirulina.com. Con licencia de publicación a cargo del Grupo CHM Para Camino a la Grandeza.com.ve. Todos los Derechos reservados.