10 de junio de 1935
Er Gutapercha, al hacer la reseña de la novillada de la Feria de Pentecostés en El Diario Palentino, subrayaba que la mujer torera Juanita de la Cruz había estado mal y que fueron sus dos compañeros de terna los que animaron la tarde. Hacía el crítico esta apostilla final: «Juanita de la Cruz no nos gustó y nos hizo sentir la angustia, la pena de que hace unos días hablaba el revistero de uno de los periódicos madrileños, que embargaba al espectador sensato que presencia la actuación de estas señoritas toreras. Joselito de la Cal y Michelín consiguieron quitarnos el amargor de boca que nos dejara la primera parte de la novillada».
Con este pseudónimo firmaba el prestigioso maestro nacional don César Fernández Aguado sus crónicas de toros. No recuerdo haber conocido otro maestro aficionado a lo que se ha llamado la fiesta.
Los maestros han sido aficionados a la caza, como don José Franco, el de Buenavista; a la pesca del cangrejo, como don Isaac Casado, el de Herrera de Valdecañas; o a la de la trucha como nuestros contemporáneos Alejandro y Josefina, en Cervera; otras aficiones, como la política, no les interesaron, son gente seria. Lo que se hicieron, amén de trabajar y pasar necesidades, proover estudios de seminario, noviciado o Normal, y hacer relaciones públicas jugando "la partida". Pero nunca, que yo sepa, promocionaron novilleros y, menos aun, "novillos". Don César fue una excepción, ya que con sus crónicas algo haría por Julio Chico que andaba por entonces a vueltas -y no al ruedo, precisamente- con los novillos de Encinas. A don César le sobraba talento y escribiría de toros por entendimiento, por oficio, más que por afición. Digo yo.
Felipe Calvo, humanista palentino.
Ensayos y escritos en "Curiosón".