A lo largo de nuestra vida lectora, nuestra razón de leer sufre diversos cambios. Es evidente que a los cuarenta años no buscamos en los libros lo mismo que a los veinte o a los diez. De niños, queremos ante todo entretenimiento y diversión. En la tardía adolescencia, cuando nuestra capacidad de aguante y una sed de conocimiento no exenta de pedantería están en su punto álgido, muchos buscamos algún tipo de iluminación intelectual o, dicho de otra forma, una fuente de citas. Son esos años en que vemos los libros leídos como muescas en el revólver y, así, nos tragamos lo que nos echen, sin importarnos la extensión o el disfrute. De hecho, a veces, cuanto más aburrido sea el libro, más tenemos la sensación de estar en una vía de aprendizaje y purificación. (Sólo así se explica que pudiera acabar Una meditación, de Juan Benet). Hoy, desde mis largos cuarenta, y como ya he dicho en alguna ocasión, hace ya tiempo que me interesa más cómo me cuentan una historia que la propia historia en sí. Pero al igual que me sucedió hace cuatro días con Corto Maltés, con ciertas novelas uno vuelve brevemente a esos años en que las páginas de un libro nos absorbían con una historia de amor en la que el amor es lo que menos cuenta, una historia que es de amistad, de odio, de crueldad, de entrega, y de hombres y mujeres al borde de ese precipicio que es la antesala de la vida adulta, cuando dejamos de tragar lo que nos dan y tenemos que decidir qué vamos a hacer tragar a los demás.
Bakú a principios del siglo XX
Eso es lo que sucede con Alí y Nino. Durante su lectura, uno recuerda esa idea, no por manida menos cierta, de que uno lee para viajar, para conocer otros mundos y épocas, para meterse en la piel de personajes que saltan de una encrucijada a otra y hacer de ellos un modelo que nos guíe en las encrucijadas de nuestra vida, para encontrar un sabio que nos explique el mundo, o para descubrir por adelantado algunos de los placeres y horrores que nos vamos a encontrar en este valle.
Ésas son, en fin, algunas de las ideas que uno creía olvidadas junto a la crema antiespinillas y que le vuelven a la cabeza con libros como éste.
Las ediciones en inglés de Alí y Nino, así como la que publicó Debate en España en el año 2000, tienen el innecesario y engañoso subtítulo de Una historia de amor. No sé si el título original también era así, aunque con la historia de la controvertida autoría de la novela, bastante misterio y polémica tenemos. Yo diría que, a diferencia de lo que han hecho, de manera acertada, los de Libros del Asteroide, algunos, por razones de márketing, han intentado vendernos este libro como lo que no es. Y no es una versión caucásica de Romeo y Julieta. No creáis a los que dicen que éste es un libro donde ellos encontrarán guerra y aventuras, y ellas, un apasionado romance que vence todos los obstáculos de la vida se le salten las lagrimillas. No los creáis porque aparte de machistas son unos embusteros. Este libro es, sencillamente, una extraordinaria historia de iniciación situada en un contexto de conflicto militar, político, cultural y religioso en una zona del mundo remota, pero clave, y en un momento de la historia cuyas consecuencias aún resuenan: 1917. Bakú, capital petrolera del mundo.
Bakú. Pozos petrolíferos de los hermanos Nobel
Dicen que un buen libro presenta su idea central en las primeras líneas. Si esto es así, el primer párrafo de la novela, con el profesor discurriendo sobre los límites geográficos de Europa, Asia y Transcaucasia en particular, no podría ser más revelador. De esta guisa concluye dicho párrafo:
Así que en cierto modo depende de cómo os comportéis vosotros, niños, que nuestra ciudad haya de pertenecer a la avanzada Europa o a la atrasada Asia.
Alí Khan Shirvanshir, estudiante de familia noble musulmana, está enamorado de Nino Kipiani, princesa georgiana, y decidido a casarse con ella. Islam frente a cristianismo, sí, pero sobre todo, oriente frente a occidente. Observad el siguiente párrafo, ya en el meollo de la historia, y decidme si se le puede pedir más actualidad a esta historia:
... y como va a ser todo muy distinto, no necesitamos mendigar el favor de nadie. Gane quien gane esta guerra, saldrá débil del combate, cubierto de muchas heridas, y entonces nosotros, que no estamos débiles ni heridos, podremos exigir en lugar de pedir. Somos un país islámico, chiíta, y de la casa Romanov y de la casa Osman esperaremos lo mismo: independencia en todas las cosas que nos conciernen. Cuanto más débiles sean las potencias después de la guerra, más cerca estaremos de la libertad. Esta libertad brotará de nuestras fuerzas intactas, de nuestro dinero y de nuestro petróleo. Porque no lo olvidéis: el mundo nos necesita a nosotros más que nosotros al mundo.Enver Pashá, en un periódico inglés de la época
Muchos explican la triste situación del mundo actual a partir de la fundación del estado de Israel o, remontándose más atrás, a raíz del movimiento sionista de Herzl, pero lo cierto es que el fanatismo asesino podía perfectamente haber tomado el camino del Cáucaso:
Estaría bien asesinar a todos los rusos del país. Y no sólo a los rusos. A todos los extranjeros, que hablan de modo distinto, rezan de modo distinto y piensan de modo distinto. En el fondo es lo que queremos todos, pero sólo yo me atrevo a decirlo. ¿Y después? Por mí puede gobernar Feth Alí. Aunque prefiero a Enver. Pero antes, el exterminio.
Hay que señalar, no obstante, que el autor huye de todo maniqueísmo. En las primeras páginas, Nino le expresa a Alí sus recelos ante su compromiso y su temor a que él la obligue a ponerse el velo y a pasarse las horas encerrada en un harén. Cuando el estallido de la Gran Guerra amenaza a su relación, el temor se hace aún mayor, y la propia Nino advierte:
¡Pobre de ti si me raptas!
Sin embargo, el acto que Alí comete y que, de manera paralela a los acontecimientos históricos, desencadena el principio de la tragedia, un acto noble y, sin embargo, despojado de cualquier tipo de heroísmo, lo causa la inesperada traición cometida por Nachararyan, armenio y cristiano.
Bakú, a finales del s. XIX
El verdadero conflicto, pues, no es simplemente una guerra entre religiones, sino que tiene otras dos vertientes mucho más marcadas. Una es el conflicto personal de Alí, dividido entre su fidelidad a su fe y su amor por Nino. En realidad, Alí no parece especialmente fervoroso en su devoción, y su fe con frecuencia se confunde con el orgullo por su estirpe y con su amor a la ciudad de Bakú. En cuanto a su amor por Nino, no cabe duda de que es sincero, si bien en ella Alí parece amar sobre todo a la mujer independiente, culta y libre. Pero no hay que ver en ello un rechazo explícito de la fe islámica ni una rendición a los encantos occidentales. Más bien, se revela aquí el anhelo por parte del autor de una sociedad abierta y multicultural, a pesar de que Said (damos aquí por buena la teoría más aceptada al respecto de la autoría) fue un judío convertido al islamismo, en el que encontró un baluarte tanto contra el bolchevismo como contra la decadencia moral de Occidente. He dicho a pesar de, y no sé si debería ser debido a.
El Día de Ashura
¡Persia! ¿Debería quedarme aquí? ¿Entre eunucos y príncipes, derviches y locos? ¿Construir carreteras asfaltadas, crear ejércitos, ayudar a que Europa entrar un poco más en el interior de Asia?El conflicto de Alí se manifiesta sobre todo durante su estancia en Teherán, y en particular, en su participación en la ashura, el homenaje que los chiítas rinden a su mártir Hussein y durante el cual algunos se azotan, se flagelan brutalmente y se hacen cortes con machetes. La otra vertiente es mucho más prosaica y sucia: dinero y petróleo.
La ejecución de los 26 Comisarios de Bakú, de Isaak Brodsky
Como ya he señalado más arriba, Bakú, antes de la Gran Guerra, era la capital mundial del petróleo. Era por ello todo un caramelo para las grandes potencias, desde un Imperio Otomano ya en clara decadencia hasta Gran Bretaña, pasando, por descontado, por la rusia de Nicolás II, de la que a la sazón Azerbaiyán formaba parte hasta su efímera independencia, capítulo perfectamente narrado en la novela. No es de extrañar, pues, que, junto a Alí, Nino, los Shirvanshir y los Kipiani, surjan constantemente en la novela nombres como los hermanos Nobel, Enver Pashá, el último gran líder de los otomanos; el Gran Duque Nicolás Nikoláievich, tío del zar y gobernador en el Cáucaso; o, por escoger uno al azar, el más que interesante Stepán Shaumian. Ante la posibilidad de que los musulmanes deban unirse a los armenios en su lucha contra los rusos, nos dice un personaje:
¿Quiénes son estos rusos? Un hatajo harapiento, anarquistas, ladrones. Su líder se llama Stepán Shaumián y es armenio. Un anarquista armenio y un nacionalista armenio se pondrán de acuerdo mucho más rápidamente que un nacionalista musulmán y un nacionalista armenio.
En efecto, Shaumián fue uno de los dirigentes del movimiento bolchevique en el Cáucaso, y, desde los altos cargos que ejerció, estuvo implicado en matanzas étnicas en retribución por el genocidio armenio. La llegada de los ingleses, que tiene lugar hacia el final de la novela y significó el fin de los 26 Comisarios de Bakú, estuvo provocada por el propio Shaumián, que rechazó la ayuda británica para combatir a los otomanos, y que al final perdió la vida ante un pelotón de fusilamiento, a la espera de un telegrama que llegó tarde. Todo esto es sólo un pedacito de una historia complejísima y confusa, que la maestría de Kurban Said nos deja saborear y nos invita a explorar en más profundidad. Y bien vale la pena hacerlo...
Shusha, otro escenario de la novela. Aquí, en 1920, destruida tras el pogromo contra la población armenia
... porque historia, política, cultura y ficción se entrelazan de manera brillante en las páginas de Said, y cuanto más se pone uno a tirar de cada hilo, más se pasa las horas yendo de un enlace a otro. Cuando el armenio Nachararyan intenta mediar entre las dos familias para favorecer el matrimonio de Alí y Nino, ésta le narra a su amado las conversaciones en las que el armenio recuerda a los Kipiani los lazos que unen a musulmanes y cristianos, a Azerbaiyán y Georgia. En una de dichas conversaciones, surge el nombre del poeta Ilia Chavchavadze, bisabuelo de Nino, y uno se acuerda entonces de aquella magistral biografía del joven Stalin, en la que se nos hablaba del papel que jugó el poeta nacional georgiano en la vida y obra del futuro dictador, y de las sospechas sobre éste acerca del asesinato de su mentor.
Griboyédov, quinto por la izquierda, en la firma del Tratado de Turkmanchái
Otra de estas escalofriantes y apasionantes historias que abundan en estas páginas es la del escritor ruso Griboyédov, el autor de El mal de la razón.
Griboyédov, cuya esposa, hija del príncipe Chavchavadze, se llamaba precisamente Nino, era el embajador ruso en Persia. El Tratado de Turkmanchái, de 1828, en virtud del cual Persia cedía a Rusia el control de Armenia, Azerbaiyán y otros territorios del sur del Cáucaso, desató la ira del pueblo, que, enfurecido, sitió, atacó y saqueó la embajada, mató a toda la legación, y se ensañó en particular con Griboyédov, cuyo cuerpo acabó como hemos visto. La buena noticia es que Nikita Mikhalkov va a rodar una serie televisiva sobre Griboyédov, en la cual defenderá su tesis de que el autor ruso no fue linchado por una turba de musulmanes enloquecidos, sino que se trató de un complot organizado por los británicos. Dejando de lado las dotes detectivescas de un cineasta respecto a un crimen cometido hace dos siglos, Mikhalkov detrás de una cámara siempre es motivo de celebración. En todo caso, especulaciones aparte, la obra, si se lleva a cabo, está destinada a provocar controversia, dadas las actuales relaciones entre Rusia y las repúblicas caucásicas; la propia figura de Griboyédov, popular entre los armenios, pero no así entre los azeríes; las ideas políticas de Mikhalkov, ferviente defensor de Vladimir Putin, así como el hecho de que la presencia de los rusos en esa región a lo largo del XIX, como vemos desde el primer momento en Alí y Nino, siempre estuvo considerada por los rusos como una misión "civilizadora". Por si eso fuera poco, Mikhalkov se ha propuesto rodar en Nagorno-Karabakh, la república que se proclamó independiente en 1991 y cuyo estatus ningún país ha reconocido hasta ahora.Días después encontraron trozos de piel a las afueras de Teherán. Y una cabeza mordisqueada por los perros. Eso fue todo lo que quedó de Aleksander Griboyédov
Alí y Nino, del director Asif Kapadia
Más cine. Hace ya más de tres años (¡hay que ver cómo pasa...!), hablaba aquí de ese apasionante libro titulado El orientalista, en una entrada que prácticamente coincidía con la publicación de Alí y Nino en Libros del Asteroide. Recuerdo que os hablaba entonces también de la palabra "serialidad", acuñada por mi padre. Pues bien, hoy, otra de esas casualidades de la bloguería, esta entrada coincide con el inminente estreno de la película del mismo título, rodada en el mismo Bakú, y que llegará al Festival de Sundance en enero de 2016. Pura serialidad.
La "estatua móvil" de Alí y Nino, en Batumi (Georgia)
En definitiva, y volviendo al libro: venganzas, sangre, política, petróleo, guerras religiosas, fanatismo, matanzas, y una ventana abierta a las raíces de tantos conflictos actuales. Todo eso es Alí y Nino. Bueno, y también tiene un poquito de amor.