Hace unos días, los juguetes del cuarto de jugar desaparecieron. El padre cansado de que las Genovevas no los recogieran, los quitó de en medio. Algunos los dejó en las cajas de plástico de colores de ikea encima de un armario. Otros los dejó en otras cajas de colores dentro del armario. Todo recogido y ordenado. Sólo les dejó las muñecas y los ponys.
No voy a comentar el motivo de esto, porque da para un post largo y tedioso, sobre los que(no)haceres paternales. Pero sí diré que precisamente, las muñecas es lo que menos utilizan.
Volviendo al tema que nos ocupa, he pillado a la petite abriendo el armario, cogiendo la sillita de paseo de las muñecas, poner la muñeca en la sillita e irse de caminata por toda la casa empujando la misma con la muñeca y con una gran sonrisa en su cara.
¿Qué tiene de especial? Nada. Es un juego como otro cualquiera. Ha visto a su hermana abrir el armario, coger juguetes. La ha visto jugando con las muñecas o utilizar el carrito.
Pero cuando ha acabado de pasear, ha vuelto al armario. Lo ha abierto. Ha dejado la muñeca en el sofá. Ha cogido la sillita y la ha intentado meter en el armario. En el mismo lugar donde estaba. Le ha costado porque estaba un poco alto, y el juguete pesaba un poco para ella. Pero lo ha conseguido.