Revista Cine
Director: David Lynch
Y para dejar el marcador a favor de David Lynch, les comento "Eraserhead", su opera prima, una película que me gusta mucho y que quería volver a ver con bastantes ganas. A todo esto, les juro que no tenía idea que Jack Nance, el actor que interpreta al protagonista de esta película, es nada más y nada menos que Pete Martell (el simpático maderero que encontró el cadáver de Laura Palmer) en "Twin Peaks", además de hacer de rarito en "Blue Velvet" (I'm Paul!) y "Wild at Heart". A mí me sorprende porque en la presente luce como si tuviera treinta y casi nada después parece estar a punto de jubilar, aunque, para ser justos, en "Cabeza borradora" ya tenía más de cuarenta años. Curioso, ¿eh? Yo siempre pensé que Nance se había muerto uno o dos años después de este filme, como si le hubiera caído una maldición encima.
La primera vez que vi "Eraserhead" supongo que atendí más a su aire surrealista y "bizarro" argumento que a aspectos más, digamos, profundos (pero de que es decididamente rara, lo es). Me encantó ese visionado, pero siento que sólo vi la historia de un tipo extraño que debe hacerse cargo de un hijo prematuro en circunstancias que van más allá del entendimiento y la lógica, o mejor dicho, siento que sólo aprecié la atmósfera "rarita" (para ser honesto, en aquel entonces con eso me bastaba). En este visionado, no obstante, veo, en primera instancia, una descarnada historia de tintes claramente sociales: una pesadilla, sí, pero social: Lynch nos hunde, a través de un seco y áspero blanco y negro, en un escenario que refleja y representa con crudeza las miserias, los dolores y los miedos de los desamparados, de los pobres, de los marginales, de los olvidados, de los desechados, de los exiliados de la sociedad. El entorno, el hogar de Henry (el protagonista), es una cotidianidad desfigurada, deforme, sucia, fantasmagórica, contaminada, tóxica, putrefacta, enferma y mutilada, condenada; la grotesca pero fiel materialización de la precaria condición humana. Y no es sólo el ambiente, es la premisa argumental: Henry es invitado a la casa de una chica con la que se veía algún tiempo atrás sólo para ser informado que es el padre de una horrible criatura que nació antes de tiempo y que deberá hacerse cargo de ella. La casa de sus suegros es pequeña, opresiva; sus habitantes, un tanto desquiciados luego de una vida de carencias y esfuerzos mal recompensados. Como Henry, viven en el fondo de un pozo y les toca recibir toda la mierda que cae de arriba. Afuera, en las proximidades de una fábrica, viven vagabundos y delincuentes y asesinos; se arman negocios de dudosa moralidad y humanidad; se respira el humo residual, se duerme bajo un espeso y denso manto de polvo. Posteriormente, esta pesadilla social deviene en pesadilla personal, mental, psicológica, con un intenso blanco y negro expresionista, en donde el mismo Henry, gracias a los desgarrados llantos y la crepitante respiración de su retoño, se va desmoronando y mutando en monstruo. En esta segunda parte entran en juego los simbolismos que tanto pueden gustar y fascinar sobre todo a primerizos estudiantes de cine convencidos de que toda idea fílmica debe contener al menos diez símbolos visuales/cinematográficos y no menos de veinte lecturas discursivas/filosóficas extraídas de toda clase de tradiciones culturales. Simbolismos como las escenas del teatro (esta secuencia, en todo caso, me parece sensacional... será el efecto del órgano, de la misteriosa y serena melodía, de la amena expresión de la chica deforme o, quizás, de la curiosa letra de la canción) o la aparición de un escamoso ser, introducido al inicio del relato eso sí, que maneja unas oxidadas palancas. Sin embargo, a mí lo que más me ha gustado y cautivado es, lisa y llanamente, el retrato de las emociones primarias y cómo éstas (miedo, repulsión, hastío, pánico) son plasmadas en imágenes. Y todo lo anterior queda grabado con fuerza en su contundente e intenso tramo final, en donde ocurre la injusta y desagradable muerte de la criatura y la ruptura definitiva del protagonista, que luego de semejante acto de crueldad, penúltima parada de su descenso personal, está listo para adentrarse y perderse en la locura sin retorno, su única salida: ¿el suicidio?
Ignorando por un momento el in crescendo final, que a mí me entusiasmó notablemente, en este visionado "Eraserhead" me pareció una película tremendamente desalentadora y desoladora, sumida en un perpetuo estado de desazón y pesimismo que es imposible de obviar. Curioso que esta vez "Eraserhead" me haya gustado no por su despliegue de símbolos y cuánta cosa más, sino que por su visión de la condición humana. Siempre es divertido escuchar durante un rato las locas teorías sobre qué significa el monstruo de las palancas o qué sé yo (en realidad no es para nada difícil*), pero, para mí, lo que perdura y deja verdadera huella (las teorías tendrán algún impacto mediático pero con el tiempo se borran igual que las pisadas en el desierto) es la fuerza y la voz de sus imágenes.
*Sólo por decir una cosa: ese rocoso planeta que flota al inicio de la película es, digamos, el cerebro (o la mente, si nos ponemos algo más abstractos) de Henry y el ser de las palancas es la cordura, la conciencia, qué sé yo, que observa el diario vivir de su anfitrión (no por nada la casucha desde la que maneja los engranajes tiene un agujero en el techo, desde el cual observamos, por primera vez y de manera oficial, al protagonista caminar para su casa con el ramo de flores). Para el teatro con la cantante cachetona, lo admito, no se me ocurre nada muy ingenioso, pero apuntemos que es el escenario en donde toma escena su pulsión suicida (in heaven everything is fine significa que si se mata entonces no tendrá que preocuparse de nada más, ¿o no?). Como el protagonista entra cada vez más en contacto con esta cantante, que le ofrece su luz cegadora, al ser de las palancas le cuesta hacer su estancado trabajo, falla, y justo cuando Henry mata a su hijo, vemos que este planeta rocoso (su mente) se parte en dos, se hace añicos. Con la mente destrozada y con sus engranajes detenidos, Henry se acerca a la cantante, la abraza y pal' cielo los pasajes, baby!
Y he acá mi lectura, así como así. No creerán que me rebané los sesos, ¿o sísifo?
¿Necesito hacer una entrada más elaborada e ilustrativa en Calamari Attitude (como lo hice con "Profondo Rosso", de Argento)?