¿Sientes que eres dueño de tu tiempo?
¿Decides la mayor parte de las actividades que haces cada día, o tienes la sensación de que tu tiempo está ocupado por cosas que realmente no has elegido y que te impiden poder dedicarte a lo que verdaderamente te gustaría?
Hace unos meses se me ocurrió una idea original para un posible libro.
Tenía la impresión de que podía ser una buena idea, así que me emocioné, apunté todos los detalles en un cuaderno y me propuse lograr como fuera, sacar un hueco en la agenda para empezar a escribir.
Aunque durante varias semanas dediqué algunas horas a escribir, casualmente coincidió con una mala racha en el trabajo y tuve que viajar más a menudo que de costumbre, incluso los fines de semana, lo que me limitó mucho mi tiempo libre. Avanzaba tan despacio, que poco a poco me desilusioné y me di cuenta de que, aunque me encantara escribir, realmente en estos momentos era un lujo que no podía permitirme. Tendría que dejarlo para más adelante cuando tuviera más tiempo, o quién sabe, quizá incluso podría ser la actividad a la que me dedicara al jubilarme.
Algunas semanas más tarde, le comenté a mi madre que había tenido unos meses curiosamente creativos y se me habían ocurrido varias ideas que estaba segura de que podían ser buenas, pero que sabía que requerían de mucho tiempo y dedicación para que maduraran y llegaran a alguna parte. Le expliqué mis planes de llevarlas a cabo cuando me jubilara y pudiera disponer de todo el tiempo del mundo y cuando mi subsistencia no dependiera de que las ideas tuvieran éxito o no.
Fue entonces cuando mi madre me dijo una frase que nunca olvidaré: "me da muchísima pena verte tan joven y que ya estés dejando tus sueños para la jubilación".
Entonces me di cuenta de que tenía toda la razón.
En aquel momento tenía 28 años. Era de locos pensar, que estaba haciendo planes para dentro de cuarenta años.
Ya me había demostrado a mí misma varias veces, que hacer planes con tanta antelación no servía absolutamente de nada. ¿Significaba esto que estaba renunciando conscientemente a darle una oportunidad a mis sueños?
Sabía que quería escribir y que quería dedicarle tiempo a desarrollar mis ideas.
Pero también me había dado cuenta de que el día sólo tiene 24 horas y por mucho que intentara alargarlas, no me sentía capaz de estrangular la agenda nada más.
En cierto modo, era frustrante. ¿Cuándo había empezado a no poder elegir lo que quería hacer con mi propio tiempo?
Lo más curioso, es que ya había comentado mi idea de dedicarme a escribir cuando me jubilara y tuviera tiempo con varios amigos, y a nadie le había parecido algo raro. De hecho, todos me habían entendido perfectamente y habían compartido visiones similares.
¿Es que estábamos todos en el mismo barco?
***
Meditando sobre el asunto, recordé una frase que leí cuando estaba en la universidad: " disfruta los años de estudiante, porque cuando empieces a trabajar, el tiempo pasará volando".
Es cierto que durante los años de la universidad, a pesar del agobio de los exámenes y de lo difícil que pueda ser una carrera, no solemos sentir esta sensación de no ser dueños de nuestro tiempo. Tenemos la libertad para organizar nuestro tiempo como queramos y decidir si preferimos ir a clase, estudiar para un examen, o ir de tapas con los amigos.
Sin embargo, desde que empezamos a trabajar, nos metemos en una dinámica frenética que empieza cada día cuando suena el despertador y acaba cuando nos dejamos caer rendidos en el sofá. Y al contrario que la universidad, esta dinámica no está acotada a corto plazo en el tiempo, sino que puede permanecer con el mismo ritmo durante décadas, hasta el día de nuestra jubilación.
Por eso según van pasando los años, ganamos conciencia de que el tiempo es muy escaso y de que, en particular, el tiempo libre para invertir en tus proyectos personales, aquel que realmente queda tras restar todas las obligaciones laborales y sociales, es prácticamente inexistente.
Pero la idea de esperar con ilusión el día de la jubilación para poder dedicarte a lo que verdaderamente quieres, aunque la hayamos normalizado y ya no nos parezca tan extraña, resulta francamente deprimente.
¿Es que a pesar de todo lo que hemos progresado, aún no hemos conseguido obtener la libertad para elegir todo lo que hacemos y por qué lo hacemos?
Si lo piensas bien, nadie te está obligando a invertir tu tiempo en una tarea que no quieres hacer y por la cual tendrás que posponer algunos sueños durante décadas.
Simplemente se trata de una cuestión de prioridades.
En un mundo coherente, nosotros somos los únicos que establecemos las prioridades de todo lo que hacemos. Podemos decidir libremente cuánto tiempo queremos invertir en trabajar y cuánto en estar tumbados tomando el sol. Somos conscientes de que nuestras decisiones tienen una serie de consecuencias; por ejemplo, sabemos que si sólo trabajamos a media jornada en un trabajo poco remunerado, probablemente no podamos permitirnos vivir en una casa en el mejor barrio de la ciudad o darnos el lujo de hacer grandes viajes. Pero la decisión sigue siendo nuestra.
Por eso algo debía de estar fallando, cuando por mucho que lo intentara, no podía recordar cuándo había tomado la decisión de dejar de tener tiempo para las cosas que verdaderamente me hacían ilusión, hasta el punto de empezar a pensar en la jubilación con sólo 28 años.
Este sentimiento hizo que me sintiera que no era dueña de mi tiempo. Y por lo que comentaba con la mayor parte de las personas que me rodeaban, ésta no era una situación anormal, sino que es un sentimiento bastante común.
¿Por qué no te sientes dueño de tu tiempo?
Aunque el trabajo sea la primera respuesta que la mayoría de las personas alegan a esta pregunta, lo cierto es que hay varios motivos por los que una persona puede sentirse que no es dueña de su tiempo.
Estos motivos pueden recogerse en dos grupos:
1. Las obligaciones autoimpuestasEn este grupo están todas las actividades que no haríamos, si tuviéramos la libertad absoluta para hacer lo que queremos. Es decir, si no tuviéramos ninguna obligación laboral ni social.
Un trabajo insatisfactorio y con poca flexibilidad en horarios y en la organización de tus tareas, es el primer candidato a hacerte sentir que no eres dueño de tu tiempo. El trabajo ocupa la mayor parte del tiempo que estamos despiertos y suele ser la mayor fuente de insatisfacción e infelicidad para las personas. Sin embargo, aquellas personas que aman lo que hacen, o que tienen una mayor libertad a la hora de organizarse, no acusan de forma tan pronunciada esta carencia. Por ejemplo, se ha demostrado que las personas a las que se les permite de vez en cuando en sus empresas trabajar desde casa, tienden a estar más relajadas que otras personas en puestos similares y con la misma carga laboral. Esto se debe principalmente a la flexibilidad que existe a la hora de organizar su trabajo y sus horarios, lo que les permite sentir una mayor libertad.
Por otra parte, existen una serie de compromisos sociales que muchas veces no podemos rechazar que, aunque en primera instancia puedan parecer agradables, el hecho de no haberlos elegido conscientemente puede contribuir a que sintamos que no podemos disponer el tiempo como queremos.
Por último, dentro de las obligaciones autoimpuestas se encuentran las tareas diarias que son necesarias para mejorar nuestro bienestar, como pueden ser las tareas del hogar, ir al supermercado, cocinar, etc. Aunque estas tareas son necesarias, existe una gran diferencia en el tiempo que cada persona tiende a dedicarles, siendo las que más tiempo invierten en ellas precisamente las personas que más acusan la falta de tiempo para sí mismo. Es decir, si te gusta ir al supermercado y cocinar cada día algo nuevo, seguramente invertirás mucho más tiempo en estas tareas que otra persona que haga la compra una vez a la semana y cocine de golpe para varios días. Aunque sea algo que te guste hacer, puede que a la larga lo acabes viendo como una obligación que te limita tu tiempo libre para hacer otras cosas y acabes teniendo el sentimiento de que no eres dueño de tu tiempo.
2. Los pozos temporales de actividades que no ofrecen satisfacción personalLos "pozos temporales" son actividades que realmente elegimos hacer, pero que no nos proporcionan la satisfacción que en un principio parecen prometer.
En esta categoría entran todas las horas muertas que pasamos viendo un programa de televisión que no hemos elegido ("ver lo que echen"), jugando al típico juego de móvil o de tablet que es infinito y no llega a ninguna parte, chateando durante horas por el móvil en los grupos de whasapp de cosas sin importancia o haciendo cualquier otro tipo de tarea que "mate las horas".
Además, una de las características de los pozos temporales, es que siempre se acaba invirtiendo en ellos mucho más tiempo del que inicialmente se había planeado, por lo que cuando se termina de realizarlos, es frecuente sentirse culpable y tener el sentimiento agridulce de haber perdido el tiempo.
Esto tiene una connotación especialmente negativa, cuando se es consciente de que existen otras actividades que verdaderamente se querrían hacer, pero que no se hacen por no ser capaz de abandonar el pozo temporal (lo que se conoce como procrastinar)
Estos dos grupos de actividades ocupan normalmente entre el 90% y el 100% del tiempo que estamos despiertos. El otro 10%, en el mejor de los casos, lo solemos destinar a realizar ciertos hobbies que sí nos proporcionan un sentimiento de bienestar y a hacer las cosas que verdaderamente nos encantan (hacer deporte, ir de compras, quedar con amigos, ir al cine, escribir un libro o un artículo, etc.)
Si consigues aumentar este 10%, reduciendo tus obligaciones autoimpuestas y minimizando los pozos temporales, notarás que el tiempo pasa más despacio, que consigues más resultados cada día y que puedes lograr lo que te propones.
Puede que al final del día hayas trabajado durante más horas que otras personas y que hayas conseguido alcanzar más objetivos, pero sentirte dueño para diseñar tu vida y organizar tu tiempo te proporcionará un inmenso sentimiento de libertad.