Revista América Latina

"Eres el rey del casino, mientras te queda dinero"

Por Felivia
Las bancas de apuestas reportan al fisco más de 200 millones de pesos al año
A las cuatro de la tarde encienden las luces de colores del casino. Para Roberto, de 57 años, es como si se le iluminara la vida. Entra, se sienta en la mesa de la ruleta y empieza a apostar. Cambia 500 pesos por fichas azules. Ninguno de los números que escogió lo hizo ganador.
Media hora más tarde de su bolsillo extrae otra papeleta de 500 pesos. En una hora ha perdido mil pesos.
En veinte años de juego el saldo ha sido una ferretería y su vivienda. “Mi hermano me trajo al casino por primera vez. Vine a acompañarlo sin mucho interés. Me gustó y después venía solo. Ahora, él está en Estados Unidos, huyendo de las deudas que dejó pendiente aquí”, expresa Roberto a elCaribe de manera espontánea.
La sala tiene una iluminación uniforme, se escucha una música agradable. El ambiente es acogedor y climatizado. En el piso alfombrado de rojo las máquinas tragamonedas forman una hilera que parece interminable. Un escalón abajo se encuentran las mesas de apuestas y en el segundo nivel están las mesas de billar.
En el país operan 60 casinos y 3,000 bancas de apuestas, según registros de la Comisión Nacional de Casinos, adscrita al Ministerio de Hacienda. La mayoría de esos clubes opera en zonas turísticas.
En el 2010, al fondo general del Estado se depositaron mediante el fisco 210.5 millones de pesos, por concepto de licencia para operar bancas de apuestas; 11.5 millones más que el año anterior, cuando la recaudación ascendió a 199 millones de pesos. El portal web de la Dirección General de Impuestos Internos publica que en los primeros ocho meses del 2011 habían recaudado 115 millones de pesos por el mismo concepto.
El reloj marcaba las 8:30 p.m. cuando una camarera impecablemente vestida se acercó a Roberto con un “carrito” lleno de picaderas y toda clase de bebidas alcohólicas y sin alcohol. Roberto tomó un pequeño plato de papas salteadas con mero a la plancha, de las manos de la joven sonriente. Se toma un jugo de piña natural, mientras comenta que ya ha perdido tres mil pesos. “No puedo evitar venir casi a diario a jugar”, dice.
La calidad del brindis mejora dependiendo de la cantidad de dinero que apueste una persona. De ahí que si se trata de un cliente generoso, la gerencia considera hasta costearle una habitación de hotel para que descanse si lo solicitara.
En la mesa contigua a la de Roberto, una señora que por poco pasa los 40 años está nerviosa. Grita al supervisor de las mesas que el dealer no le ha dado un bono de tres mil pesos que le corresponde. “Saqué del cajero 15 mil pesos y mira lo que me queda”, dice señalando una papeleta de mil pesos. Ella fue de las primeras que llegó al club ese lunes. El supervisor hace unos cálculos en su libreta y le responde a la señora que efectivamente ha cambiado 14,000 pesos en fichas pero que sólo ha jugado 3,500. “Enséñeme las que tiene en las manos, cuando se les terminen esas fichas entonces hablamos”, afirma el supervisor. En esa misma mesa, una joven mujer estaba calmada, había ganado RD$4,500 luego de apostar RD$2,000 y esperaba que le pagaran para marcharse. La seguridad es estricta. En la puerta hay tres personas que revisan a los visitantes que llegan para verificar que no tengan armas de fuego ni sean menores de edad. Otros hombres vestidos de traje negro merodean el salón.
En las mesas ocupadas resalta la figura de importantes accionistas bancarios, catedráticos universitarios, acaudalados empresarios e intelectuales. De los extranjeros presentes, se destaca una mayoría de origen oriental -chinos y coreanos-.  A la 1:00 a.m., Roberto, que ocho horas atrás había llegado con aires de majestad, se despide como un plebeyo, con los bolsillos vacíos. “Hay días que me voy a las 6:00 a.m. cuando cierran esto, pero ya jugué lo que traía. Aquí eres el rey del casino mientras tienes dinero”, expresa.
El dealer
“La función del dealer es ganarle dinero al que juega. Recibimos un entrenamiento de dos meses antes de ser contratados. Uno aprende a preveer cuál será la jugada del cliente”, explica Enrique Medina, que trabajó como dealer. Asegura que las máquinas no están adulteradas para hacer que el cliente pierda, pero que el dealer emplea trucos para que el casino gane todas las veces posibles.

Un negocio de muchos millones de pesos

La Ley 351-64 que rige los casinos está obsoleta. A pesar de las modificaciones que se le realizaron a la norma que data de 1964, todavía no se adecúa a la realidad local. Para establecer un casino hay que pagar un impuesto de 10 millones de pesos y cinco millones de pesos de fianza. Además, está la cuota de un millón de pesos para obtener la licencia, entre otro requisitos.
La Ley 351-64 establece que un casino debe operar en un hotel de primera categoría que tenga al menos cien habitaciones, pero ese requisito se ignora en muchos casos.
Los montos de impuestos para los casinos fluctúan entre RD$25,000 y RD$32,000 por mesa, dependiendo la cantidad que tenga y si opera en la capital.
De la serie: "Atrapados en el Juego"
Publicada en El Caribe

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