Revista Belleza
Nunca me he sentido cómoda con el término "feminista". No me identifico ni con la agresividad del discurso tradicional, ni con el resentimiento hacia los hombres, ni tampoco -por qué no decirlo- con el look asociado a las mujeres afines al movimiento.
Una mañana de agosto del año pasado me encontré con la imagen de Beyoncé posando ante un enorme letrero luminoso en el que se leía "FEMINIST", durante la entrega de los MTV Music Video Awards que había tenido lugar la noche anterior. Lo hacía enfundada en uno de sus sexis monos-corsé. Marcando curvas, subida a unos tacones, con la melena moviéndose sobre sus hombros como en un anuncio de champú.
Aquella noche una de las mujeres más sensuales -e influyentes, según la revista Forbes- del mundo daba un inesperado e inequívoco espaldarazo al feminismo. Y lo hacía exudando una femineidad rotunda, aplastante.
Aquella noche desde casi cualquier rincón del globo, millones de jóvenes de ambos sexos pudieron asistir en directo a lo que el Huffington Post denominó "la culminación de una paulatina filtración del feminismo desde la marginalidad hasta su integración en la cultura pop."
Un mes más tarde, Emma Watson daba su famoso discurso sobre la igualdad en la sede de las Naciones Unidas.
Utilizando plataformas de gran proyección mediática pero radicalmente distintas (la MTV y la ONU) ambas mujeres, con carreras de éxito en dos de las profesiones más glamurosas del mundo, habían conseguido pulverizar en solo treinta días todos los estigmas asociados durante décadas al feminismo.
Desde ese momento quedó claro que:
-Se puede ser sensual y ser feminista.
-Se pueden tener solo 25 años y ser feminista.
-Se puede ser muy cool y ser feminista.
-Se puede estar casada con un macho alfa y ser feminista.
-Se puede caminar por la alfombra roja con un vestido de alta costura y ser feminista.
-Se puede ser imagen de una firma cosmética y ser feminista.
-Se puede amar y admirar a los hombres y ser feminista.
Habrá mujeres feministas de toda la vida a las que les indigne ver a tanta celebrity manifestando su apoyo al feminismo. Yo sin embargo soy de la opinión de que este paso al frente -siempre que tenga un contenido que vaya más allá del postureo- es necesario para evitar la incomodidad de la que hablaba nada más empezar. De hecho no se me ocurre una manera mejor para hacer llegar el mensaje de que hoy en día se puede ser feminista de muchas maneras.
Esta misma semana leía en ELLE una entrevista a la escultora portuguesa Joana Vasconcelos (creadora de Marilyn, unos stilettos gigantes hechos con ollas) en el que, a la vez que afirma que uno de los temas principales de su obra es la lucha por la igualdad de derechos para la mujer ("por ese lado sí que soy feminista"), declara también que no le gusta la palabra feminismo: "es un concepto relevante, desde luego, aunque creo que remite a otra época".
Es una contradicción por parte de la artista, desde luego, pero puedo comprenderla, yo misma siento algo parecido. Por eso me interesa muchísimo lo que está sucediendo. Parece que está emergiendo un nuevo feminismo integrador, no excluyente, con muchas caras (algunas de ellas muy famosas, algunas incluso masculinas), cuya base es la absoluta libertad de elección y que desea aglutinar esfuerzos, no dispersarlos.
¿Entonces cuáles son los principios por los que navega el feminismo en la actualidad? Yo también me he hecho esta pregunta. Para darle respuesta he intentado sintetizar toda la información que he leído y condensarla en las siguientes afirmaciones:
Eres Feminista y No Lo Sabes
Es creer en la igualdad, ya seas hombre o mujer.
Es rebelarse contra el doble rasero con el que se miden y valoran logros, aptitudes, etc.
Es aceptar que hombres y mujeres somos biológicamente diferentes pero sin confundir las diferencias físicas con las culturalmente establecidas.
Es no pensar que las mujeres son superiores a los hombres.
Es ver a los hombres como aliados, no como enemigos.
Es ser humanista: "Los derechos de las mujeres son derechos humanos. Y los derechos humanos son derechos de las mujeres." (Hillary Clinton)
Es defender que cualquiera tiene derecho a hacer con su vida lo que le plazca.
Es defender que tú, yo, ella y él, contemos con el respeto y con el respaldo de la sociedad y de las leyes para encontrar nuestra propia forma de ser felices.
Es defender los derechos de todo el mundo, incluso si ello significa romper con los estereotipos tradicionales de género.
Es estar orgullosa de ser mujer.
Es quererte a ti misma como mujer y querer también a los hombres.
Es reconocer lo que muchas mujeres valientes han luchado para que tú ahora estés donde estés; para que todas disfrutemos de derechos y libertades que eran impensables hace cinco o seis décadas.
Es ser una mujer que vive la vida que ha elegido. Bien sea quedarse en casa o ser presidente del gobierno.
Es pensar como una reina.
Es buscar la inspiración en otras mujeres.
Es estar a gusto con tu sex-appeal, conocer su poder y ser dueña absoluta de él.
Es reivindicar figuras femeninas fuertes, independientes, inteligentes y fascinantes maltratadas por siglos de historia escrita solo por hombres. Estoy pensando en Cleopatra VII, por ejemplo. (Te recomiendo uno de mis libros favoritos que se han escrito acerca de su figura, el ensayo "Cleopatra" de la autora Stacy Schiff).
Es no rechazar los cumplidos. Es saber que en ocasiones te los mereces y esperar recibirlos.
Es dejar claro lo que quieres en una relación, sea esta del tipo que sea.
Es respetarte a ti misma.
Es tratarte bien (mental y físicamente).
Es no entender no ser feminista cuando hay tantos hombres que declaran serlo:
Como el Dalai Lama, que dijo aquello de "Me llamo a mí mismo un hombre feminista. ¿No es así como se le llama a alguien que lucha por los derechos de las mujeres?"
Como Barack Obama, que firmó una ley que permite a las mujeres americanas presentar demandas exigiendo la igualdad de remuneración a sus empleadores.
Incluso machotes como Daniel Craig, que protagonizó este vídeo para denunciar la desigualdad en el centenario del Día Internacional de la Mujer. O como Gerard Butler, que participó en la famosa campaña para luchar contra la prostitución infantil y la esclavitud sexual de la mujer "Los hombres de verdad no compran niñas".
Es educar a tus hijos en la igualdad.
Es animarles a que desarrollen sus propias cualidades, pasiones y aptitudes, independientemente de su sexo. (Qué maravilla de película "Billy Elliot").
Es convivir con normalidad con modelos diferentes de familias.
Es apoyar a la mujer o al hombre que decide quedarse en casa con sus hijos.
Es aplaudir y entusiasmarse -incluso aunque tú no quieras ser madre- con la idea de que cualquier mujer que lo desee pueda tener un hijo sola.
Es -si tienes un puesto de responsabilidad- garantizar la igualdad en las políticas de promoción, de sueldos y de contratación.
Es intentar hacer del mundo un lugar mejor para las mujeres apoyando a organizaciones que luchan por los derechos de la mujer.
Es no mirar hacia otro lado mientras haya lugares en el mundo donde la discriminación sexual se traduzca en ablación, esclavitud, miseria y falta de acceso a la educación.
Es muy probable que tú también compartas todos o muchos de estos puntos. Era lo que yo te decía al principio. Quizás seamos feministas y no lo sepamos.
(Antes de irme comparto contigo una noticia que leí ayer mismo: según The Wall Street Journal la diferencia entre lo que cobra un hombre y lo que cobra una mujer en EEUU ha aumentado de nuevo en 2015, habiendo crecido dos veces más rápido los sueldos de ellos que los de ellas).
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