Revista Asia
Ya ha pasado un poco más de un año desde que Kim Jong Eun empezó a dirigir Corea del Norte. Es notable su escasa experiencia de administrar territorios del país y según los medios, el terror está siendo su mejor aliado para imponer su ego. Por ejemplo, cuando su padre comenzó a decaer por problemas de salud y él estuvo "aprendiendo" para su sucesión, dio la orden de ejecutar a más de sesenta personas en el años 2010 cuando en 2009 fue de alrededor de veintena de personas. "Quiero que se oiga los disparos en esta nación que hemos construido a lo largo de estos años". Y los inocentes caían.
Su ejercitamiento fue apoyado por los militares que ocupaban altos cargos mientras que los desertores temblaban ante sus decisiones. La guerra interna en la élite política del país se intensificó tanto que decidió deshacer de varios milicianos importantes que mantenían una buena relación con su padre pero no con él. Algunos funcionarios expresaban su decepción con sus juegos de poder pero no tenían más remedio que obedecer sus órdenes. Se ha incrementado la vigilancia en la frontera entre Corea del Norte y China y su odio hacia Corea del Sur se podía traducir en prohibir las películas y series surcoreanas que se veían a escondidas en una parte considerable de la sociedad norcoreana, incluidos algunos dirigentes.
Ya oficialmente en el poder, su primera medida ha sido un cambio de generaciones de militares. Los que tenían más de sesenta años fueron sustituidos por los de treinta y cuarenta años. Y ahora, en todas las instituciones públicas que incluyen hasta en las clases de escuelas en el país, se está colgando su retrato junto al de su abuelo y su padre. Todos sonrientes para seguir engañando que Corea del Norte es un país que no tiene que envidiar a nadie. Pero están ahí. Los anónimos que plantan cara al totalitarismo y huyen del país arriesgan sus vidas buscando en tierras ajenas su libertad escondida. El diario de Corea del Norte