Lectura: Lucas 15:1-7 ”Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido.”
Un viernes por la noche, salí mi acostumbrada caminata con mis cuatro perros, cuando un vehículo casi atropella a uno de ellos. Este asustado huyó despavorido, corriendo a esconderse en un lugar seguro. Guardé los otros perros, recorrí el vecindario y las calle de otras urbanizaciones cercanas, corriendo la voz de que se me había extraviado un perro. Ese fin de semana en vano camine más de 12 kilómetros buscando y llamando al perro. Cansado pedí al Señor que apareciera la pequeña mascota y si no que permitiera que alguien la encontrara y diera albergue en su hogar. Gracias a Dios en la madrugada del lunes, el perro rasgada la puerta de entrada a la marquesina.
Esta experiencia similar a la parábola de la oveja perdida, la cual relata que el pastor al perdérsela una de las 100 ovejas que tenia , llevó las restantes al redil y buscó a la que se había perdido. Tal es el amor de Dios para cada persona. Él no quiere que ninguno se pierdan. Su plan de salvación, a través de su hijo Jesucristo, es para todos.
Si nosotros siendo imperfectos podemos dar buenas dádivas a nuestros hermanos, cuanto mas no hará nuestro Padre Celestial por cada uno de sus hijos.
Para Dios, cada criatura que Él creo a su imagen y semejanza, tiene un valor especial. Somo mas valiosos que la prenda más fina, somos perlas preciosas. No importa cuánto nos hallamos alejado de Él, ni que tan hondo hallamos caído, Él siempre esta presto a socorrernos y rescatarnos.