“Todos podemos ser un genio. Sin embargo, si juzgas a un pez por su habilidad para escalar un árbol, pasará toda una vida pensando que es un estúpido.” Albert Einstein
ERES ÚNICA-Un nombre hermoso para una linda princesa. ¿Qué más se puede pedir?Bajé la cabeza y entre dientes contesté:-Tú eres mi abuelo, así que no cuenta ¿Cómo no voy a parecerte bonita?
Yo era una niña de apenas diez años enfadada con el mundo y conmigo misma, a esa edad pocas cosas te afectan pero tenía una pena, bueno, unas cuantas. Mis trenzas color panocha, mis infinitas pecas y esa delgadez que la naturaleza me había regalado, pero sobre todo mi baja estatura, me tenía preocupada. No, definitivamente no estaba contenta. Mi madre siempre me decía que le diera tiempo al tiempo, pero mi inquietud no cesaba, me miraba al espejo y seguía sin encontrar en aquel rostro un detalle que me recordará a Sandy, la reina de la clase. Rubia y esbelta - un poco engreída, eso sí- pero traía a los chavales de cabeza, no solo a los de la clase, también a los más mayoricitos.
Estaba claro que siempre sería invisible para ellos, no destacaba por nada. Cuando le hacía participe a mi madre de mis cuitas, esta siempre me espetaba la consabida palabrita: Paciencia. Entonces no entendía…Aquella tarde me sorprendió mamá con sus sandalias de charol negro de veinte centímetros a punto de precipitarme al suelo, intentando conseguir esa altura ansiada.
-Te vas a hacer daño Dunia -me sonrió- y ese no es el camino, cariño. “Por mucho que el gallo se calce unos zancos, no se convertirá en rosado flamenco”…Y sabes querida, puede que no sea necesario. Ven, te voy a contar una historia.
Entonces sacó del cajón un viejo libro de cuentos y se interesó por uno en concreto.“Intentaré ser Freesia”, se titulaba. Al finalizar añadió: No hay posibilidad de ser quien no somos, si luchas contra eso nunca serás feliz. Lo maravilloso de la vida es ser tú, alguien único y especial.El tiempo dio la razón a mama y no solo me convertí en esa hermosa princesa de ojos azules, sino que hoy me encuentro aquí leyendo el mismo libro a mi hija Wendolin que dramatiza con su joven desdicha.
©Samarcanda Cuentos.-Ángeles.