Revista Cultura y Ocio

Ernest Hemingway: La vida era una fiesta

Publicado el 02 julio 2011 por Monotematicosfm @curnom
Ernest Hemingway: La vida era una fiesta
Por Juan Manuel CabañasLa reciente y brillantísima encarnación de Corey Stoll en Midnight in Paris no solamente nos hizo descubrir a un actor inmenso del que hasta ahora muy poco sabíamos, sino que también consiguió estremecernos al sentir a un Hemingway vivo, cercano y real, casi como el propio protagonista del relato de Allen, no podíamos dejar de salir del asombro al escuchar la hondura de un estilo de vida llevados hasta las últimas consecuencias, cuando eres Hemingway no hay términos medios o le aguantas la mirada a la muerte o firmas tu condena a moverte a rastras por la mediocridad.
Se cumplen cincuenta años desde que este rudo caballero de Illinois decidió que la mediocridad no estaba hecha para él y se despidió mirando a la muerte de cara, tal y como siempre le gusto vivir. En ese momento podemos decir, no que se marchara un escritor, podemos decir que se marchó EL ESCRITOR con mayúscula, aquel que nunca permitió que su prosa estuviera inflamada de mentira, aquel que vivía como escribía y que escribía como vivía. La leyenda dice que una vez escribió la crónica de una batalla de la guerra civil desde su habitación de un hotel de Barcelona, con varias botellas de Whisky y sin pisar el campo de batalla, no importan los detalles, estamos seguros de que aquella fue la crónica más fidedigna que jamás pudo contarse, no hay campaña de propaganda o tergiversación posible que pueda acallar la verdad de nuestra batalla interior, así lo entendió Ernest y así lo plasmo en sus artículos.
Su biografía sin duda fue la mejor de sus novelas ,algo explosivo tenía que surgir de la mezcla entre un médico aficionado a la naturaleza y una madre megalómana. A los tres años ya manejaba la caña y a los doce empuñaba la escopeta, un elemento que fue siempre un signo de su vida, la tendría de cerca entre los combatientes americanos de la I guerra mundial y después los milicianos republicanos, la empuñaría también para sus rutas de caza mayor por África y para cazar piezas aun más grandes durante la II guerra mundial y finalmente sería esa misma escopeta la que acabó por poner punto final a su andadura e iniciar su leyenda. En ese momento se marchaba para siempre una figura inmortal, un hombre que sentía pasión visceral por el ritual de la muerte y la tortura que se escenifica en las plazas de toros, que nos hizo saber de primera mano que sí, que efectivamente París era una fiesta, y nos hizo preguntarnos ¿Por quién doblan las campanas? que fue a la vez amigo personal de Fidel Castro y que participó en el desembarco de Normandía. Alguien de quien también podemos mencionar que fue Premio Pulitzer y Premio Nobel de literatura, aunque conociéndole quizás para él esto fuera solo “algo anecdótico”. Ernest Hemingway: La vida era una fiesta

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