Ernesto de Hannover

Simone se llama la nueva acompañante del Sr. Ernesto de Hannover, que luce un aspecto especialmente desaliñado con aires de ir “poco fresco”, eso sí, junto a una señora treinta y seis años menor que él. A tenor de la instantánea, la muchacha es alta e indudablemente, atractiva. Además, al parecer, trabajaba en una cadena austríaca de prostíbulos, al menos hasta que hace cuatro años, el noble europeo se prendó de la singular belleza que luce la rumana. Hecho por el común de los mortales, no sestaría bien visto el comportamiento de D. Ernesto, pero la clave de la elegancia está, precisamente, en dar el inequívoco toque de glamour a algo tan cotidiano como pasear una profesional de lo que sea, por esos pagos de la fiesta cervecera alemana, en la que el príncipe es un verdadero experto. Personalmente, quien suscribe acompañaría sin recato, aunque con menos estilo, a la bella rumana, importando poco que mi natural ausencia de elegancia restase clase a la reunión. Al fin y al cabo, Góngora tenía razón: Ande yo caliente…