Año: 2015
Editorial: 120 pies
Género: Novela
Valoración: Muy recomendable
Quizá se estén ustedes preguntando qué fue de aquella implacable Susana a la que no había manera de contentar. Quizá estén ustedes echando de menos a aquella Susana que repartía infumable‘s y mejor no‘s sin piedad alguna. Aunque pueda parecer lo contrario, no me estoy volviendo una blandengue. Sigo igual de exigente, ¡lo juro!, pero es que da la casualidad de que nos están llegando muy seguidas obras de mucha, pero que mucha calidad. Y hoy vuelve a ser el caso. Les presento El salto de Trafalgar, la tercera obra que edita la jovencísima 120 pies. Les prometo absoluta sinceridad en mi reseña. ¿Confían en mí? ¡Vamos allá!
El salto de Trafalgar es una de esas obras que no hay manera de clasificar. ¿Es ciencia ficción? ¿Es fantasía? ¿Es una paranoia como una catedral? Diría que un poco de todo esto y mucho más. Es una novela experimental, muy refrescante y con una estructura rara de cojones. ¡Ay, que me gusta a mí algo así!
Trafalgar Martos es un profesor de instituto terriblemente deprimido que un buen día decide saltar por el patio de luces de su edificio. Al chocar contra el suelo, no solo no logra acabar con su vida, sino que para colmo se le abren siete universos que contienen mundos posibles, con sus correspondientes versiones alternativas de la vida de Trafalgar. Nuestro protagonista comienza a saltar de universo en universo, en un proceso que se ve incapaz de controlar. En algunas de esas versiones, su vida solo es ligeramente distinta a la actual, como por ejemplo, aquella en que todo sigue igual excepto por el hecho de que Trafalgar nunca saltó por el patio de luces. En otras versiones, la realidad, tanto de Trafalgar, como del mundo, es radicalmente distinta, como en aquella versión (mi favorita) en que Franco le vendió España a Churchill en 1940 a cambio de un plato de fish and chips y un abrazo que fuese verdaderamente sincero. En esta última versión, Trafalgar es un jugador profesional de petanca que regenta un bar especializado en pescaíto frito en Little Barna Beach. Sin comentarios.
Tal y como les he descrito la sinopsis, puede parecer una auténtica locura y… para qué vamos a engañarnos, lo es. Pero es una locura que funciona jodidamente bien. Trafalgar, que en un comienzo se hallará confuso y aún más deprimido al ver que su vida “real” es la peor de las posibles, pronto se da cuenta cuenta de que puede actuar en los distintos universos, cambiando el curso de sus destinos alternativos. Comenzará así su incansable búsqueda para conseguir un beso de Gala Caruso, la profe de matemáticas por la que está colado en su vida original, y que aparecerá interpretando distintos papeles en cada uno de los mundos posibles.
Entrando ya en faena, hay que empezar por señalar que ha sido una lectura que ha logrado atraparme y mantenerme enganchada desde el minuto uno. La prosa de Ernesto Rodríguez es ligera, pero también muy versátil, logrando hilar con ingenio los distintos saltos de Trafalgar en el multiverso. En ocasiones, y como no podía ser de otra manera, el lector se pierde un poco (“Ay… qué lío… ¿Qué universo era este…? ¿Qué estaba pasando aquí?”), pero Rodríguez es muy hábil a la hora de traernos de vuelta a la comprensión, lo que me hace pensar que esos momentos de confusión son pretendidos. Y es que contribuyen, al fin y al cabo, a que empaticemos con el personaje.
Aunque en todo momento he disfrutado de la lectura, sí que tuve cierto miedo, en torno a la mitad, ante la perspectiva de que el autor no fuera capaz de resolver el fregao en el que él solo se había metido. Pero a medida que se acercaba el final, me di cuenta de que no importaban las explicaciones que se le pudieran dar a lo que le estaba ocurriendo al protagonista. Cada universo tiene su arco perfecto, aunque, paradójicamente, todos acaban donde el lector menos se lo espera. Al final, el destino resulta ser lo de menos, y es el viaje, con todas sus enseñanzas, lo que verdaderamente importa. Como debe ser.
Es una obra que mezcla en dosis justas humor, ironía y ternura: tiene mucho momentazo para reírse a carcajada suelta, cierta crítica política encubierta, y una historia de amor y desamor que ablanda el corazón. Con mucha inteligencia, el autor ha creado una obra que es a una vez un homenaje a la ciudad de Barcelona, una metáfora sobre la creación literaria y una reflexión filosófica sobre el libre albedrío. Y todo ello sin dejar, en ningún momento, de ser una lectura de lo más entretenida e innovadora. Con toda sinceridad, me ha encantado.
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