Erótica errática
17 agosto 2014 por elenanodelcuento
“Hazme lo que quieras”. Ése fue su saludo cuando le abrió la puerta. Llevaba semanas soñando con aquel reencuentro, soñando con que no quedara en un sueño. Sabía que si sucedía sólo podría entregarse ciegamente. Y así fue.
Admitía su adicción. Reconocía fácilmente los síntomas en los periodos de abstinencia. Sobre todo era consciente cuando estaba en compañía de otras personas y se percataba de que llevaba un buen rato ausente de la conversación. Un recuerdo recurrente, una nueva fantasía y un disimulado cruce de piernas. Como si le hubieran inyectado pentotal sódico, se escuchaba declarando en voz alta: “es una bestia en la cama”. El corrillo enmudecía y todos se miraban entre sí, atónitos. Ignoraban que en su caso el uso de la palabra “bestia” tenía un sentido más literal que el de “cama”.
No supo hasta el regreso cuánto había durado su encierro onírico. No era capaz de tener conciencia del paso de las horas, de los días. No comieron ni durmieron. Únicamente recordaba haber vaciado todas las botellas de agua. Y las variaciones de luz reflejadas en los cuerpos desnudos, brillantes.
Necesitaba saber que se volverían a ver. Porque no creía que existiera ninguna clínica o tratamiento para su mal. Porque en realidad no quería curarlo. Porque su única cura era estar juntos.
Se alimentaría mientras tanto de la última escena lúcida antes de desmayarse. Aparentemente impasible debido al agotamiento, con la boca y la garganta seca y sin apenas aliento, cuando sólo halló fuerzas para pronunciar dos palabras: “deseo más”.
Curiosidad de autor: ¿has imaginado al personaje de la historia como una mujer o como un hombre?