Pensamos que nos quisimos a nuestra manera y que lo que no sucedió fue lo mejor que nos pudo haber pasado. Pensamos que hay un destino y un camino escrito y que está bien que ahora estemos cada uno en su lugar, con una vida nueva y un porvenir ansiado. Pero yo creo que fuimos cobardes. La verdad es que yo fui un cobarde, y lo sigo siendo. Me dijeron una vez que era tan perdedor que no me daba cuenta ni de cuando ganaba, y hoy, después de reír con ganas, me convenzo de lo certero de la afirmación. Te dejé ir como a muchas, a demasiadas, sometido por un lirismo que me impedía vivir de verdad y me dejó encerrado en una burbuja por años y años. Que me haya dado cuenta del error no lo subsana ni me hace mejor hombre. Recuerdo cada escalera y cada ascensor, cada colegio y cada uniforme, cada balcón y cada concierto, cada mirada y cada abrazo, cada palabra de más y de menos, cada momento en el que estuve a punto de decirte algo que nunca te dije, cada uno de esos momentos que tuve que sepultar. Malos recuerdos. Y como un imbécil me oculto de ellos, me escapo de nosotros para no volver a sentir nada de todo aquello. Jugamos a madurar y nos obligamos a decirnos lo que nos parecía correcto, pero nada tenían esas cosas que ver con lo que realmente deseábamos; crecemos buscando la tranquilidad, y la tranquilidad que más nos calza es la de encontrar la manera de librarnos de culpa y cargo frente a los demás, de no hacernos más daño. Pero el daño es anterior, y ni mis palabras ni tus confesiones, ni nuestras sonrisas melancólicas pueden sanar ninguna de las heridas; por error u omisión nos quedamos sin saber, sin probar. Cometimos la peor falta de todas, no nos animamos a elegir. No, eso no es verdad. Yo siempre te hubiera elegido a vos, y cuando digo siempre digo ese siempre, el de entonces, el que podemos imaginar, no hay otro siempre más que el inmediato. No sé qué pensabas entonces ni qué pensarás ahora, pero puedo intuirlo y me juego todo a que no estoy equivocado, porque el brillo que nos brota cuando nos miramos y fingimos haber crecido es el mismo que nos llenaba las pupilas cuando creíamos estar creciendo. Sé que me quisiste y sé que te quise, y sé que coincidir en que ya no nos queremos es un error.