En la fantasía medieval, el caballero suele ser un héroe errante leal a su rey, cuya única meta es salvar el día, pero la realidad no se ajusta a este paradigma. A veces, para suplirlo se cambia la profesión de caballero por una ficticia, así se tiene mayor libertad creativa. Los conocimientos históricos nos acercan a lo que pudo ser la verdadera vida de los caballeros.
Espaldarazos, juramentos y feudos
En la antigüedad tardía aún no existían los caballeros, aunque los comitatus del rey de la Galia merovingia de los siglos VI y VII serían sus equivalentes más próximos. Los comitatus eran un séquito armado unido a un líder por un juramento de lealtad. Sería en el periodo carolingio, durante los siglos VIII y IX, cuando surgirían los primeros caballeros tal y como lo conocemos. Carlomagno sería uno de los primeros reyes en celebrar espaldarazos y otorgar feudos a los hombres por su servicio militar.
Básicamente, los caballeros eran siervos y vasallos. Sus feudos incorporaban ganado y aldeanos que crearían una ganancia residual siempre que fueran bien mantenidos. Los caballeros también tenían una jurisdicción privada en sus feudos, implicando que su palabra era la ley y los crímenes cometidos en su señorío raramente llegaban a la corte real. Para ponerlo en perspectiva, la iglesia era la mayor propietaria de tierra y era más rica que la mayoría de los reyes juntos, por lo que tener tierras propias era un asunto importante, lo que explicaba el alto rango de los caballeros.
Antes de Carlomagno, estos feudos solían otorgarse generalmente bajo impuesto de sucesión, significando que al morir el caballero, la posesión del feudo volvería al rey. Para recibir estos feudos y ser nombrados caballeros, debían jurar un pacto de alianza para estar disponibles cuando fueran convocados por su rey para la batalla o como escolta. En la Alta Edad Media se había desarrollado un nuevo sistema de vasayaje y feudos no volvían al rey, sino que se transmitían al primogénito del caballero en primogenitura. Esto se complicó con temas como la viudedad, las tutelas y los "feudos indivisibles", sin mencionar que el caballero pudiera ser vasallo de más de un señor.
En la fantasía suelen olvidarse que los caballeros, sin importar su poder o riqueza obtenida por sus señoríos, apenas estaban en el campo de batalla. En la Edad Media apenas llegaban a ver una guerra en toda regla una o dos veces en su vida, y, en la mayoría de los casos, el caballero estaba ocupado administrando asuntos mundanos. Cuando surgía una guerra, sería convocado junto a sus propios hombres y recursos. Según el juramento que hiciera a su señor o rey, un caballero podía ser convocado un número limitado de veces y se fijaba la cantidad de hombres que debía llevar como apoyo.
Además de las tareas de su señorío, algunos títulos secundarios podían añadirles obligaciones adicionales.
Los caballeros nadaban entre pajes y escuderos (no literalmente)
Ser un caballero andante no era un paseo. Cuando los caballeros tenían que embarcarse en viajes largos, no le bastaba con un escudero o paje. Especialmente a finales de la Edad Media, con una mayor prevalencia de guerras, cuando un caballero podía ser tan poderoso como un rey a comienzo de este periodo, con dominio sobre vastos bosques y compitiendo con obispos y cardinales. Teniendo esto en cuenta, se puede esperar una gran comitiva de pajes y escuderos. Estos tenían gran cantidad de trabajo, como almohazar a los caballos en cada parada, engrasar las armas y armaduras, colocar las tiendas, actuar de coperos e incluso cantar.
Un caballero que abandonara sus tierras con un solo escudero para desatender sus obligaciones habría sido bastante irresponsable.
Los caballeros viajaban al campo de batalla con más de un caballo
Los campos de batalla no solían estar a la vuelta de la esquina y completar el trayecto en corcel habría molestado al caballeresco tafanario y agotado a la cabalgadura. Por eso era mejor viajar en un caballo garrano y cambiar al caballo de guerra listo para cargar.
En la fantasía es habitual cabalgar siempre con el mismo caballo, cuyo nombre siempre se asocia a su caballero, pero siempre era conveniente alternar entre varios, no solo para repartir el trabajo sino para no verse tirado en caso de que sufra algún daño grave. Una opción fantástica a medio camino (o "a caballo") es cambiar de caballo pero llamarlo siempre igual.
Los caballeros usaban armas, armaduras y técnica de lucha reales
En la fantasía, el caballero siempre lleva su espada, pero esta era un arma secundaria. Ante las armas enastadas, sería como llevar una pistola ante un grupo de enemigos con fusiles. Igual podrías salvar las distancias lanzándosela a alguien en el párpado, pero no llegarías más lejos. La espada no sería usada hasta que el arma enastada o de fuste le fuera inútil. Además, para cualquier jinete era más fácil atacar a un soldado a pie con una de estas armas que con una espada, aunque los sables si llegaron a usarse de este modo. Por otra parte, tampoco se puede obviar que la producción de las espadas era más cara.
Todo esto sin mencionar lo increíblemente impráctico que sería desenvainar una espada colocada en la espalda. Algo que también se aplica a las armaduras es que tampoco es útil tener pinchos, calaveras, formas imposibles y pesar más que el caballo. El cuero endurecido tampoco era un material milagroso, y como la gente solía apreciar su vida, los caballeros solían optar por opciones más funcionales, como el gambesón.
Entre sus técnicas de lucha no estaban chocar incesantemente sus espadas, arrastrarlas antes de un golpe para producir chispas, dar saltos y piruetas, girar para asestar un ataque circular, etc.
Es necesario recalcar que en un periodo tan amplio como la Edad Media, tampoco se puede generalizar, porque el equipo y las técnicas de lucha entre las distintas regiones de Europa y en los distintos siglos pudo seguir estilos muy diversos.
Fuente: Timothy RJ Eveland