La civilización se constituyó en torno al fuego, y sólo aquellos que comprendían su secreto podían comunicar con los dioses, cuya voz, si bien mediada, nadie escuchaba.
Su error fue tratar de tocar y poner voz a lo que no lo admite, como quien construye puentes sobre desiertos o cruza mares con brazos de paja. Más aun, fue tratar de que la musa bajara hasta él y le mirara como él la había mirado.
Mientras, ella, la de carne y hueso, ajena a todo, se camuflaba vanamente en el personaje inventado, y reía, burlona, del error de juventud.
Reflexión del 11 de Septiembre