Seguimos hoy con la segunda entrada vinculada con los errores de lógica a la hora de emprender. Idea desarrollada después de leer el fantástico libro de Rolf Dobelli, “El arte de pensar”.
En este caso nos centraremos en la falacia del coste irrecuperable.
“La película era horrible. Tras una hora le susurré a mi mujer: Anda, vámonos a casa. A lo que ella respondió: Ni hablar. No hemos pagado treinta euros por las entradas para nada. Eso no es un argumento –protesté-, los treinta euros ya se han perdido.”
No sé si os ha pasado alguna historia como nos cuenta el Autor en el libro. A mí sí. Lo triste del asunto es que lo normal es que acabes viendo toda la película y no sólo pierdas el dinero sino también el tiempo.
Como nos dice el autor. Cada decisión, ya sea privada o empresarial, siempre sucede bajo incertidumbre. Lo que nos figuramos, puede cumplirse o no. En cualquier momento puede uno abandonar el camino tomado, por ejemplo, interrumpir el proyecto y vivir con las consecuencias. Esta ponderación del coste irrecuperable ataca especialmente cuando ya hemos invertido mucho tiempo, dinero y energía. Cuanto más se ha invertido, es decir, cuantos mayores sean los costes irrecuperables, más fuerte será la presión para continuar con el proyecto.
¿A qué se debe esta conducta irracional? La gente aspira a parecer coherente. Con coherencia indicamos credibilidad. Las contradicciones nos parecen una atrocidad. Si decidimos cancelar un proyecto a medio camino de su realización, generamos una contradicción: reconocemos haber pensado de forma diferente antes de ahora. Continuar con un proyecto sin sentido aplaza esa dolorosa asunción. Así, pareceremos coherentes más tiempo.
Es por este motivo que en muchas ocasiones decidamos seguir hacia a delante al poner en marcha un proyecto empresarial con un modelo de negocio determinado a pesar de que tenemos la sensación (o la certeza) de que no nos está llevando por el camino adecuado. Qué fácil sería asumir nuestros errores y corregir el rumbo. Pues no, en muchas ocasiones esta decisión sería un síntoma de “debilidad”. De ahí el dicho “Es de sabios rectificar”. Yo diría que más bien que de humildes, la decisión de no hacerlo suele tener mucho de “soberbia” (yo tengo la razón).
Pero, ¿cómo saber cuándo renunciar? Esta pregunta no tiene fácil solución. Como nos comenta Seth Godin en su libro “El abismo”, todo nuevo proyecto comienza como algo emocionante y divertido, evoluciona hacia algo cada vez menos emocionante y divertido, llegando a un punto tal en el cual uno llega a preguntarse si el objetivo final, la luz al final del túnel, realmente vale la pena el esfuerzo. Cuando llegamos a ese punto, estamos frente al abismo.
El abismo genera escasez, justamente porque la mayoría renuncia al proyecto original, desalentados por la dura tormenta del abismo. Esa escasez, es la que genera valor en aquellos que arremeten contra el abismo, pasando a través de él camino a la cima.
Claro está que con la sola persistencia no es suficiente para llegar al éxito. Si el objetivo original no era acertado, pasaremos del abismo al callejón sin salida en un viaje sin escalas. Quienes mantienen la vista en la luz al final del túnel cuando otros no la ven son los persistentes, pero son los inteligentes quienes identifican esa luz sólo cuando de verdad existe.
Conclusión:
- Es importante saber tomar la decisión acertada en los momentos críticos del proyecto en los que lo único que vemos son dificultades: abandonamos el proyecto, pivotamos sobre lo ya desarrollado y modificamos el modelo de negocio, seguimos trabajando en la línea marcada.
- La decisión es personal e intransferible, pero tenga presente que hay muchos buenos motivos para seguir invirtiendo en el desarrollo de un proyecto. Y un mal motivo: tener en cuenta lo ya invertido. Tenga en cuenta el ahora y su estimación para el futuro. Mucha suerte.
- “Renuncie a lo que no vale la pena. Persevera en lo que sí. Tenga el coraje para hacer lo uno o lo otro”.