En los confines de Europa en pleno siglo XVI cuando la supuesta edad de las tinieblas y la superstición estaban llegado a su fin nos encontramos con uno de las historias más terroríficas. El relato de la Condesa de Báthory se halla en el límite entre la realidad y la ficción.
No sorprendería que fuera uno de esos cuentos que recopilaron los hermanos Grimm, una historia de fantasmas y vampiros. Sin embargo, ocurrió de verdad. Es la historia de una vampiresa real, de una de las primeras asesinas en serie de la que se tiene constancia. Erzsébet Báthory mató, torturó y se bañó en la sangre de más de 650 muchachas por perseguir la belleza y la juventud eternas.
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Brujería y sadismo.
Erzsébet nació en Hungría en 1560 y creció como miembro de la aristocracia, por lo que recibió una buena educación. Desde pequeña estuvo en contacto con la alquimia y el esoterismo. A pesar de estar ya en el siglo XVI la influencia de la brujería aún permanencia en Europa. Las historias sobre aquelarres, hombres lobos y brujas se extendían por los pueblos y la realidad se mezclaba con la ficción.
La pequeña Condesa se casó con la edad de quince años con el conde Ferecz Nádasdy, que tenía 20 años. Era conocido con el nombre del Héroe negro por su crueldad en el campo de batalla. Erzsébet quedo recluida en el castillo de Csejthe, donde comenzó a sentirse sola. Su marido estaba constantemente fuera por motivos de las batallas que asolaban el país y había prohibido que ella saliera del castillo.
Fue en ese castillo donde comenzó a rodearse de extraños personajes que la servían y a practicar experimentos de alquimia. Entre estos sirvientes estaba su antigua nodriza Jó Ilona y una bruja llamada Dorkó o Thorkó que ayudarían en las numerosas torturas posteriores. Pero en aquella época ya se vislumbraba la crueldad de la condesa. Los castigos que daba a sus sirvientas rayaban el sadismo. En una ocasión cubrió de miel a una de ellas y la dejo en el jardín al alcance de los insectos; en otra hizo permanecer a una criada en el frío invierno en el patio desnuda mientras le tiraba cubos de agua helada. Su marido y demás miembros de la aristocracia no dieron importancia a tales torturas, ya que no era muy extraño que la nobleza se excediera con los criados y campesinos.
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La sangre es la vida.
El paso del tiempo empezó a obsesionar a Erzsébet sobre todo después de haber tenido cuatro hijos. Tras la muerte de su marido la idea de permanecer siempre joven y bella llego a torturarla hasta extremos enfermizos. Su antigua nodriza Jó Ilona le había comentado que una forma de mantenerse siempre hermosa era por el poder de la sangre.
Esta idea unida a su sadismo y crueldad fue lo que despertó los famosos baños de sangre. Pero la chispa que hizo que comenzaran esas macabras prácticas fue un incidente con una criada. La muchacha le dio a la condesa un tirón de pelo mientras la cepillaba y ésta como castigo le propinó una bofetada que le hizo una pequeña herida. Una gota de sangre cayó sobre la piel de Erzsébet volviendo, según la condesa, su piel más tersa y joven. En ese momento las palabras de su nodriza resurgieron en su cabeza. Por ello mandó desangrar a la sirvienta y verter la sangre en su bañera donde ella se sumergió. Ese fue el comienzo de una serie de asesinatos y torturas que llegarían a convertirla en una auténtica asesina en serie.
El carruaje de la condesa de Báthory comenzó a deambular por las tierras cercanas buscando presas entre las campesinas, que la seguían con la promesa de una vida mejor. En el castillo Erzsébet no se conformó con darse baños de sangre sino que obligaba a sus sirvientas a lamerle la sangre del cuerpo para que el supuesto efecto del líquido no se perdiera. También comenzó a usar ciertos artilugios de tortura como la Dama de hierro o la pera.
La Dama de hierro consiste en una especie de figura humana o ataúd que contiene por dentro una serie de pinchos colocados estratégicamente. La pera es un instrumento con forma de pera, de ahí su nombre, que se introducía en la victima por el ano o por la vagina para luego abrirse.
Las torturas y las desapariciones de las muchachas empezaron a llamar la atención, sobre todo cuando los cadáveres se amontaron hasta tal punto que ya no sabían qué hacer con ellos. Erzsébet con sus dos cómplices, Dorkó y Jó Ilona, comenzaron a abandonarlos en cualquier lugar. Las victimas empezaron a escasear y las jóvenes ya no querían irse a trabajar al palacio de la condesa. Por ello recurrieron a las drogas y los raptos. Pero después de diez de años de asesinatos, torturas y baños de sangre las jóvenes de las poblaciones vecinas se acabaron, por lo que hubo que recurrir a las muchachas de alta cuna. Éste fue el error de la condesa.
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El final de la condesa sangrienta.
La extraña desaparición de las campesinas jóvenes, aunque había llamado la atención, había sido ignorada por la aristocracia debido a la familia de Erzsébet, que era muy influyente. Pero cuando fueron las propias hijas de la nobleza las que desaparecieron no se pudo seguir pasando por alto aquello. El rey Matías tuvo que tomar cartas en el asunto, a pesar del parentesco que le unía con Erzsébet.
Los hombres del rey se dispusieron a investigar el asunto. Cuando penetraron en el castillo de Csejthe vieron el horror de lo acontecido. No sólo por los cuerpos mutilados que hallaron en el patio, sino porque encontraron a la condesa en el momento en que tomaba uno de sus famosos baños de sangre. Se abrió un proceso en el que se condenó a las sirvientas que habían participado en los rituales y el 17 de abril de 1611 se condenó a la condesa de Báthory a vivir recluida para el resto de su vida en sus habitaciones de Csejthe. Fue emparedada en su propio castillo sin poder salir jamás. Cuatro años después murió.
La leyenda de la condesa creció y su relación con el vampirismo fue algo inevitable. Se ha creído que personajes del folclore europeo como la bruja del famoso cuento popular de Blancanieves está basado en ella, entre otras cosas porque Erzsébet hizo fabricar un espejo enorme donde poder contemplar su belleza. La historia de Carmilla de Joseph Sheridan Le Fanu tiene también ciertas similitudes con la de Erzsébet.
Realmente existen los monstruos y los vampiros. Como marca Bruno Bettelheim no hay que olvidar que las brujas, los monstruos y los vampiros son representaciones de nuestra propia maldad. Y si, quizás, no haya vampiros reales, personajes que se cuelan por las ventanas para saciar su hambre con nuestra sangre, pero sí hay y siempre ha habido asesinos y sádicos. Historias como la de la condesa de Báthory son un buen ejemplo de ello.
Bibliografia:
Bettelheim, Bruno, (2012), Psicoanálisis de los cuentos de hadas, ed. Planeta.
Caro Baroja, Julio, (2010), Las brujas y su mundo, ed. Alianza.
Penrose, Valentine, (1996) La condesa Sangrienta, ed. Siruela, Colección Ojo son párparo.
Sheridan Le Fanu, Joseph, (2006), Carmilla, ed. Siruela.