Lo que vemos aquí es una contradicción entre el conocimiento doctrinal de Asaf acerca de Dios y su experiencia. La experiencia personal del escritor muestra que la doctrina correcta no ha penetrado y convencido completamente su corazón hasta que va a la casa de Dios más adelante en el salmo. Él miraba la bondad de Dios como una parte importante de su credo doctrinal, pero tenía dudas personales, no sobre la bondad de Dios sino sobre cómo la bondad de Dios podía aplicarse a él en medio de las circunstancias que enfrentaba. ¿Cuántas veces hemos tratado de convencer a otros de algo que en realidad no sentíamos? ¿No hemos hablado de la necesidad de los perdidos de recibir a Cristo para que puedan tener vida abundante mientras nosotros mismos no estábamos disfrutando nuestra vida con Cristo?
Esto es lo que nuestro autor está haciendo. Él amaba a Dios y creía en Su bondad, pero la bondad de Dios parecía estar muy distante y contraria a su experiencia del momento. Así que, ¿qué estaba enfrentando? ¿Había Dios permitido el cáncer en su vida? ¿Le había dejado enfrentar las pruebas solo? No. Asaf tenía buena salud, y sabía que Dios estaba con él. El hecho es que Asaf estaba profundamente desanimado. Estaba a punto de tropezar, no debido a las pruebas personales que Dios había colocado delante de él sino más bien debido a algo que presenciaba en la tierra, una injusticia divina que le hacía cuestionar, personalmente y en privado, algo que jamás expresaría en público: ¿Es Dios bueno para conmigo?¿Acaso no hacemos a menudo esa misma pregunta en nuestros momentos de más desánimo? ¿No clamamos delante de Dios con la pregunta, «¿Por qué?» Puede ser que nunca nos atrevamos a expresar tal sentimiento de manera audible, pero a menudo retumba silenciosamente en nuestro interior. ¿Es Dios bueno conmigo?Así que, ¿qué era aquello que él miraba y que le producía una duda tan contraria a su maravillosa declaración, doctrinalmente sana, de la bondad de Dios para con Su pueblo? Asaf se vio impulsado a dudar de la bondad de Dios en su propia vida cuando miró que a la gente mala le sucedían cosas buenas. Lo que vio fue la prosperidad, la salud y la confianza de los malos, y esto lo perturbó hasta la médula de su ser. Asaf estaba a punto de entrar en batalla contra uno de los enemigos más destructivos del alma del hombre: el enemigo de la envidia.