Revista Cultura y Ocio
Es el río de Heráclito: todo fluye. Creo que la carga de la prueba no es de quien sostiene esta tesis, que resulta evidente a los sentidos y acorde con la experiencia científica. Corresponde más bien al que afirma lo contrario, es decir, que existe algo que no es Dios y que es absolutamente inmóvil.
Lo que mi argumento asevera es que no sólo las partes del universo cambian sin cesar, sino el mismo universo, ya que a diferencia de la rueda que gira sin desplazarse de su eje (es decir, que en parte cambia y en parte no cambia), todo el universo muda cuando aumenta su duración, que es tanto como decir que no hay ningún extremo del mismo que no experimente cambio con el transcurso del tiempo. Frente a ello caben dos objeciones:
1) Que el universo no se destruye verdaderamente al envejecer, puesto que se da una trabazón entre todas sus partes presentes y futuras. Respondo a esto que el vínculo entre el estado anterior y el estado posterior es la causalidad, pero ésta no es una parte del universo a la que podamos llamar inmóvil, sino una relación intelectual. Por tanto, es innegable que el universo se destruye verdaderamente a cada instante.
2) Que el cambio en el universo es una ilusión de nuestra percepción finita, ya que si se lo concibe sub specie aeterni nada cambia en él. Sin embargo, combato esta forma de redargüir alegando que lo que es infinito en potencia, como el universo, no puede concebirse como algo terminado. Si el universo no tuviera comienzo y fuera infinito en acto, como querían Proclo y Spinoza, sería un ser necesario y no podría dejar de existir. Ahora bien, he mostrado que deja de existir continuamente. Luego no es un ser necesario y, por ello, tiene comienzo y es infinito en potencia.