Tras meditar sobre el discurso de Navidad de Felipe VI, uno llega a la conclusión de que nuestro rey no parece capaz de ejercer las funciones propias de rey, por dos motivos, el primero es que no quiere y el segundo es que no puede. Y no tanto porque la Constitución se lo impida, sino porque no es una persona con conciencia de rey y porque no tiene ni la voluntad, ni la fuerza, ni la potestad legal de un rey. ---
Felipe VI no es una persona que realmente se crea rey, ni que quiera serlo. Pero él, educado para llevar la Corona, asume el papel de rey como un deber a su país, como una obligación y como un trabajo. Por este motivo, en vez de ir por delante de los problemas, usando sus propios medios, va por detrás, como cualquier ciudadano medio español. Tiene algunos comportamientos de rey, como podrían tenerlos los disfrazados de reyes magos y asumen el papel que se espera da ellos para contentar a los niños.
Pero eso no es un verdadero rey.
Haya o no haya constitución que le limite, su deber está más allá de lo escrito. Hay un acuerdo no verbal de todo rey con sus súbditos que viene de muy antiguo, que se ha forjado en la Historia y que se le ha olvidado, según el cual el rey está obligado a defender a su pueblo, a proporcionar a los súbditos soluciones a sus grandes problemas. El pueblo, ante las dificultades, quiere ser dirigido por los más fuertes, pero en el caso de España se encuentra con un "rey mago" que dice lugares comunes y casi reparte caramelos.
Cuando Felipe VI actúe como rey, si es que eso ocurre, notaremos la diferencia entre un rey mago que reparte juguetes y un verdadero monarca. Entonces se verá claro que existe una complicidad entre el verdadero rey y sus súbditos, entre el monarca y su pueblo.
Pero, para llegar a ese comportamiento, el rey tiene que colocarse en la vanguardia y ser otra persona. Al actual rey le falta instinto, visión, valor, sensibilidad y, sobre todo, sangre.
El rey, para ser rey verdadero de un pueblo, necesita un cambio difícil, que probablemente nunca ocurra. Tendría que poseer las características propias de un líder y tomar otro rumbo.
Nuestro rey tiene los rasgos de un cumplidor fiel, pero no de un líder. Su papel podría ser ejercido por muchos españoles que hubieran sido preparados para ese cargo.
El mundo entero está necesitado de líderes con sentido común y autoridad, vigilantes y pastores que aportan soluciones y abren caminos, no de profesionales con cargos de representación.
El verdadero rey siempre está ahí, en defensa de su pueblo. El permanece y cuando muere o se retira llega otro que asume la misma misión. Es como una garantía para el pueblo que va más allá de las leyes, que cambian según el capricho de los partidos, o de los políticos, que son como la arena movida por el viento.
Los españoles no encuentran hoy liderazgo en su rey. Es un buen hombre, un gran profesional, pero no un líder que proporcione solvencia y seguridad. Es otro que obedece a los políticos, incluso cuando se equivocan, cuando se convierten en tiranos. Y eso es, justamente, lo contrario de lo que debe ser un rey.
Al escuchar el discurso de navidad del rey, los españoles escucharon lugares comunes, palabras predecibles en gran medida. Y para colmo, cuando se sabe que el discurso ha sido censurado por el político de turno, el pueblo piensa que esas palabras son las de otro político y que carecen de importancia.
No es fácil saber si el rey actual ganaría un referéndum sobre Monarquía o República porque en realidad su papel es parecido al del presidente de una república. La única diferencia es que el rey no está politizado y que se mantiene independiente y por encima de los políticos, ¿pero ocurre eso en el caso de España?
Lo que tenemos en España es un esperpento: una monarquía que obedece a una república presidida por Pedro Sánchez.
Y eso no es lo que quieren los españoles, al menos no es lo que han votado, ni lo que entienden que es el régimen.
Si la actual monarquía es republicana, el verdadero referéndum que España necesita es para elegir si queremos a un verdadero rey o a un fantoche obediente.
Los españoles de los tiempos heroicos morían por el rey, pero en el presente nadie lo haría. Sin embargo, hay locos y fanáticos dispuestos a morir por sus partidos políticos. Al rey le falta claramente liderazgo.
Nuestro actual rey ni siquiera tiene capacidad ni poder para garantizar la Constitución, que es violada a diario por el gobierno. ¿Puede acaso el rey garantizar la división de poderes? ¿Puede impedir que el gobierno asalte el Poder Judicial o que suprima delitos como los vitales de la sedición y la malversación? ¿Puede impedir que los políticos hayan cruzado demasiadas líneas rojas y se hayan convertido en los amos de España? ¿Puede evitar que se sojuzgue al pueblo y se le margine de la política, que se le arrebate la soberanía, a la que tiene derecho en democracia? Ni siquiera el rey puede defender la democracia, golpeada con un martillo pilón desde la Moncloa.
Lo que tenemos hoy en España no es un rey, sino un relaciones públicas o una especie de jefe de planta de El Corte Ingles.
Pero eso es otra imposición bastarda de los malditos políticos, eso no es lo que España necesita, ni lo que quieren los españoles.
Francisco Rubiales
(Artículo inspirado en un comentario de Mentalmente, al que agradezco sus aportaciones e ideas, las cuales, como las de otros comentaristas sabios y agudos, enriquecen este blog con sus aportaciones)