“Visto en retrospectiva, esta pandemia era algo que ya sabíamos que podía suceder. Pero a la vez nadie podría haberla previsto”, afirma Olfert Landt, fundador de TIB Molbiol Syntheselabor GmbH, una pequeña empresa en Berlín que produce los kits de testeo PCR, con los que los laboratorios detectan el COVID-19, con una confiabilidad de un 100%. Landt fue de los primeros en desarrollar un protocolo de testeo que sirvió de base para los primeros 250.000 kits de diagnóstico que distribuyó gratis la OMS a varios países.
El bioquímico siguió con atención el desarrollo del brote en China a principios de enero. Cuando se produjo el primer caso de contagio en Baviera, un mes después, le quedó claro que el virus podía viajar y provocar una situación similar a la de Wuhan, en China, en donde se había propagado sin control.
“A más tardar a mediados de febrero, cuando en Italia ya se habían registrado numerosos infectados y muertos era claro que el virus era una pandemia, y que había que contenerlo restringiendo los vuelos y poniendo a la población en cuarentena. Pero vea usted como reaccionó la gente. Siguieron sus actividades como si nada. En muchos lugares se rehusaron incluso a reconocerla como una pandemia”, dice Landt en conversación con DW.
Dos meses y medio después, el mundo se encuentra sumido en la peor crisis desde la Segunda Guerra Mundial, según la ONU, con cerca de tres millones de infectados y alrededor de 200.000 muertos, y una devastación económica sin precedentes cuyo desenlace es aún incierto.
La vida o el dinero, como en un asalto
Landt considera que los gobiernos reaccionaron tarde. “Se puede poner así: o la vida o el dinero, como en un asalto. Un político tiene que sopesar los daños sanitarios y económicos y tomar decisiones. Si desde un inicio se le hubiera dicho a Lufthansa que no podía volar a China, probablemente la línea aérea hubiera respondido con una demanda por compensación de daños. Al final hubo un cierre parcial de la economía, así que se puede decir que la decisión tuvo lugar una o dos semanas demasiado tarde”, señala. El experto destaca que sin embargo aquel primer caso en Baviera fue una alarma para los laboratorios alemanes que se prepararon independientemente de la actuación gubernamental para poder realizar pruebas.
Las pruebas masivas que realiza Alemania, unas 500.000 a la semana, así como el rastreo de posibles contagios, son la piedra angular de la estrategia del país europeo para contener el virus. Se aplican a amplios grupos de la población, todo aquél que tiene síntomas de gripe, que ha tenido contacto con algún infectado o tenga la pura sospecha de haber contraído el virus. También se testea frecuentemente al personal sanitario en hospitales, laboratorios y consultorios médicos.
Demanda mundial de pruebas
“Nuestra prueba no es costosa. Con todo el material necesario asciende a unos 6 euros, incluyendo el costo de laboratorio no debiera costar más de 10 euros. Que la prueba se venda en algún lugar en 100 euros, significa que alguien se está embolsando los 90 euros restantes”, afirma Landt.
“Es inmoral vender una prueba de Covid-19 en 100 dólares. Están explotando la escasez y el miedo de la gente”.
Del otro lado del Atlántico, un estrecho colaborador de Landt pilotea la empresa cuando la pandemia tiene como epicentro los Estados Unidos y el resto del continente tiembla ante el pico de contagios que se espera. El biólogo molecular argentino Eduardo Thuroff cuenta cómo han reaccionado algunos países latinoamericanos. “Chile mandó un avión de las fuerzas aéreas chilenas a Fráncfort, adonde fueron enviados desde Berlín 4.000 kits que serían 400.000 detecciones, más o menos. Se hizo lo mismo con las Islas Canarias. Tuvieron un brote en Fuerte Ventura y un avión recogió los kits de Berlín. Muchos diplomáticos de embajadas van a retirar los kits en aviones consulares para sus países”, recapitula el responsable para Norteamérica de TIB Molbiol, en conversación con DW.
TIB Molbiol, en el frente epidemiológico
Thuroff trabaja con el fundador de TIB Molbiol desde hace casi 30 años y lo ha acompañado en el frente de guerra durante numerosos brotes epidemiológicos como el SARS o el MERS, y el ébola, y ahora en la lucha contra COVID-19. El experto pone en blanco y negro la oferta de la empresa en el caso de la actual pandemia.
“Son cuatro kits los que vendemos. Dos son para verificar la presencia de SARS CoV-2, otro es un kit de control positivo de verificación y un cuarto es para detectar otros coronavirus”, subraya Thuroff.
El experto explica que es muy importante que los países entiendan que no es necesario pedir la misma cantidad de los cuatro kits. “Por cada 100 kits para detectar Sars-CoV-2, imprescindibles para la detección, bastarían 20 o 30 kits para confirmar y sólo 5 kits para identificar otros coronavirus”, destaca.
La producción completa de TIB Molbiol se ofrece a la OMS y a la OPS, a gobiernos que piden la asistencia directa a la empresa en Berlín, y el resto se vende mundialmente a través de la multinacional suiza Rocher Diagnostics. La compañía ha distribuído unos 10.000 kits a nivel global, que serviría para unos 10 millones de personas.
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