Es inteligente recomendar a tu proveedor

Dicen que uno de los motores más importantes en la economía social es el concepto de la recomendación. Si estás contento con un producto o servicio tiendes a recomendarlo a tus amigos y contactos. Esto, que parece algo cierto sin tener que hacer un sesudo estudio, no siempre puede ser cierto en los entornos empresariales.

Si tengo un proveedor que me ofrece un servicio extraordinario, ¿hasta que punto lo recomendaría?, sobretodo si es fundamental para el funcionamiento de mi empresa. En un contexto donde los servicios están basados en el conocimiento y no en tecnología, recomendar a mi proveedor sería darle armas a mi competencia, o en el mejor de los casos, añadirle más carga de trabajo con lo que su disponibilidad para atender mis necesidades caería.

Imaginemos que tienes un proveedor que te ofrece soluciones de RRHH y Finanzas, funciona perfectamente, responde rápido y es efectivo. Pero si a base de recomendaciones y de que hacen un extraordinario trabajo, crecen exponencialmente y ya no pueden darte el mismo servicio por una sencilla razón de carga de trabajo. Es posible que intenten ampliar personal, pero como es un recurso basado en conocimiento, formar al personal es largo y costoso y puede que estés durante varios meses con un servicio por debajo de lo esperado. Además, si el volumen que le aportas decrece a medida que su negocio incrementa, su palanca para poder negocias mejores precio disminuye porque ya no eres tan vital para ellos.

Soy consciente de que estoy siendo un poco paranoico, y yo al menos tiendo a recomendar a proveedores que me funcionan bien. Pero soy de los que rechazo un proveedor en función de su tamaño. Si tengo a varias opciones de calidad similar, siempre escojo aquel con el que el impacto de mi negocio sea mayor para tener más poder en la hora de negociar.

Película: Amadeus

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