Publicado en ValenciaOberta.es
Creo que no descubro nada a nadie cuando digo que la educación, en el amplio sentido de la palabra, es el pilar maestro sobre el que debemos fundamentar el futuro de cada persona. Quedaron atrás los Maos y Pol Pots que encarcelaban o ajusticiaban los que leían demasiado o tenían pinta de intelectuales.
Sin embargo, todo en esta vida tiene su haz y su envés, y la educación, también. Si es la pared maestra sobre la que hacemos descansar nuestro edificio podemos orientarla al norte o al sur. A la derecha o a la izquierda. Hacia la ira o hacía la tolerancia. Esto lo saben muy bien nuestros políticos, que desde los tiempos de la República, vienen perpetrando planes de estudio que fomentan cualquier cosa menos el espíritu crítico.
En este sopicaldo espeso y lleno de tropezones, los padres, que algo tendrán que decir en la educación de sus hijos, no encuentran consuelo ni escuela, cuando el plan de estudios no lo ha parido alguien que puedan considerar de su cuerda. Hoy la Comunitat es un ejemplo, como lo ha sido siempre, de que priman criterios políticos e ideológicos sobre la excelencia y el mérito. Sobre el conocimiento y el espíritu crítico.
Cualquier gobierno que se precie utilizará la educación como arma arrojadiza y como caldo de cultivo de nuevos afectos al régimen, inoculando el odio necesario a aquellos que estén en frente para ganar adeptos a su causa, sea la populista, la pancatalanista o la españolista.
Quien aboga por un Pacto por la Educación de todas las fuerzas políticas, sin más detalles, obliga a pensar que la línea a seguir en dicho pacto no es otra que la que mana de su ideología. El único gran pacto asumible y necesario no es otro que el de zarpas fuera. Las manos de los políticos no deben tocar el pastel de la educación. La única forma de que todos los padres puedan educar a sus hijos libremente es dejar que cada escuela tenga su propio programa y que cada padre pueda elegir con total libertad la escuela que quiere para sus hijos. Y si no la encuentra o quiere hacerlo, educar a sus hijos en casa. El acceso se garantiza con un programa de cheque escolar.
Mientras los colegios sean un instrumento político, no tendremos más remedio que asistir a espectáculos políticos, nada edificantes, que los de este gobierno autonómico o los del próximo tengan a bien ofrecernos. Mientras no dejemos que cada escuela busque la excelencia en sus programas y métodos de enseñanza, para de esa forma buscar la excelencia en sus alumnos, y por lo tanto servir de perfecto mortero entre los ladrillos de esa pared maestra que debe ser la educación, no podremos avanzar.
Y por cierto, entiendan excelencia por sacar el máximo partido de cada persona, no el mismo de todas. Personas con necesidades especiales, por arriba o por abajo, se ven sometidos hoy en día a programas de estudio que no se ajustan a su esquema intelectual. Están presos de un sistema rígido que solo busca perpetuarse a sí mismo en la mediocridad.
Hay algo que nunca he acabado de entender: llevo casi cuarenta años oyendo lo desastrosos que son nuestros políticos, y cada vez más. ¿Y dejamos la educación de nuestros hijos en sus manos? Es para echarse a temblar. De verdad.
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