El mecanismo sociológico del cambio de la pauta de voto en Cataluña estaba ahí detrás, solo había que estudiarlo. A posteriori parece fácil considerar que el millón y pico de inmigrantes internos que lo dejaron todo en Andalucía y Extremadura para buscar una vida mejor en Cataluña en los 60 y 70, modificarían la composición étnica (si se me permite la palabra) y por tanto electoral de Cataluña. Técnicamente sí que el fenómeno de las minorías españolas en Cataluña ha sido estudiado y hemos conocido su ya tradicional faceta en Ciencia Política: el voto dual y la abstención diferencial (1). Con el primer término nos referimos a la diferencia de dirección/objetivo del voto entre las elecciones autonómicas y las generales (CiU ganaba las elecciones a nivel autonómico y el PSOE/PSC a nivel general) y con el segundo nos referimos a la diferencia de participación entre las elecciones autonómicas y generales, que llegó a ser del 30%. En el siguiente gráfico podemos comprobar la evolución de la abstención diferencial y como fue perdiendo terreno hasta el estallido independentista de 2012(2).
Pero faltaba algo: este grupo participaba mucho menos que los grupos con identidad catalana. Se producía de esta manera una infrarrepresentación electoral de la clase trabajadora, de identidad no catalana, de rentas bajas y asentada en la periferia de Barcelona y las grandes ciudades que no tenían a quien votar. La falta de un partido de izquierdas no catalanista o por lo menos no nacionalista (muy visible tras la disolución del PSUC, que tenía el componente de clase y una identidad cómoda internacionlista o de solidaridad entre regiones) fue llamada “fallo de oferta en el mercado”. Es por ello que el PSC, partido más cercano a esta “producto” de izquierda, con influencia en la vieja clase trabajadora y con una identidad catalana no muy marcada, se benefició históricamente del voto de este grupo, a través del voto dual. Aún con la adquisición de parte de estos votos por el PSC, la participación siguió siendo menor en las periferias menos catalanas de las ciudades hasta las elecciones de 2012.
En el libro Cataluña en la encruzijada(3) numerosos politólogos analizaron los excepcionales cambios de los patrones de voto, su distribución y las nuevas perspectivas políticas catalanas. En las elecciones autonómicas de 2012 por primera vez la participación fue más alta que en las elecciones generales (67% frente al 66%, cuando en 2010 fueron de 60% y 70% (2011) respectivamente)(4), acabando de esta manera con la abstención diferencial y se activaron grupos sociales que hasta ese año habían votado menos. Muñoz y Tormo(5) proponen dos tipos de explicaciones de este aumento, que corresponden con los dos ejes principales en los que gira la política catalana: la economía y la cuestión/identificación nacional. Cabe precisar al estar entrelazados, conviene considerarlos simultáneamente en el análisis.
La explicación económica es de sumo interés en el momento en que se revisan las cuentas públicas catalanas: a finales de 2011 la deuda pública de Cataluña suponía el 17% del total de las CCAA (al rededor de 50.000 millones de €)(6). Esta importante deuda emplazó a España en el papel de la Troika y Cataluña en el papel heleno, ya que era el Estado español el que prestaba fondos a Cataluña para saldar su deuda imponiendo sus condiciones y minando de esta manera el autogobierno fiscal catalán. En este contexto de crisis de la deuda, Artur Mas lanza un órdago: propone, a través del Estatut de 2010, un autogobierno fiscal a la vasca que beneficiaría a las arcas catalanas sin necesidad de compromisos con el Estado. En este momento, el soberanismo (ERC y CiU) dan un giro al discurso: el punto de mira pasa la tradicional cuestión identitaria/cultural a la cuestión económica/fiscal (la pela es la pela). Culpar al Gobierno central (cosa por cierto muy útil cuando gobierna el PP, ya que en Cataluña se tiene un miedo espantoso al PP en Madrid) de las penurias económicas catalanas en esta dialéctica Troika/Grecia hizo despertar muchas simpatías en los grupos que se identifican “tan catalanes como españoles” o los “más españoles que catalanes”, es decir, las posiciones moderadas y los no-catalanes.
Los resultados de las elecciones de 2012 en Cataluña hablaron en este sentido: se produjo una polarización del voto como consecuencia de este giro de intereses. De acuerdo con Francesc Amat(7), CiU y ERC esta polarización se ha visto a nivel geográfico, en el reparto de votos por distritos censales. El independentismo ha crecido y se ha fortalecido en el centro de las ciudades, pero ha disminuido en la periferia a la vez que las posturas intermedias como la del PSC o Ciudadanos han tenido sus mejores resultados en la periferia. Poco a poco, este diferencial de participación en las periferias se ha reducido y el fallo de mercado ha encontrado un partido emplazado, al menos por el votante, como centro-izquierda y que sobre todo tiene una posición de clara identidad no-catalana. En el siguiente gráfico podemos comprobar esta presencia de Ciudadanos en las periferias en 2012 y su evolución en 2015 (8).
Y llegamos finalmente a las elecciones acontecidas el pasado domingo, donde este fallo de oferta fue completamente engullido por Ciudadanos (segunda fuerza) en las periferias de las ciudades, como podemos ver en el siguiente mapa de Barcelona. El centro es copado por los votos independentistas mientras que en la periferia es Ciudadanos y el PSC quienes controlan la mayoría de votos(9).
A nivel regional podemos ver que el reparto es parecido: en las regiones del interior (sobre todo de Lleida y Girona) donde la identidad catalana es mayoritaria, el voto del independentismo es más alto mientras que en las regiones costeras donde se estableció el grupo étnico de identidad no catalana, sobre todo en la periferia de Barcelona, es más bajo(10).
En definitiva, se ha profundizado en la polarización que se observó en las elecciones de 2012 colocando a Ciudadanos como el partido que parece representar a los intereses de esas minorías de identidad española en la periferia de las grandes ciudades, frente a un JuntsPelSí desinflado (coalición ideológicamente transversal). La ausencia de un partido de izquierdas con una identidad no catalana en un momento en que era más importante la identidad que la ideología ha provocado que esos votos fueran a parar a una formación cuyas actuaciones, programa e ideología no distan mucho de las del Partido Popular. Es probable que esta polarización no se desvanezca hasta que o bien se desgaste el motor de la identidad a causa de infructuosas confrontaciones o bien se realice un trasvase de votos ideológicos de estas clases trabajadoras no catalanas de la periferia a un hipotético partido no nacionalista de izquierda, donde Catalunya Sí que es Pot, que ha sufrido un tremendo patinazo, podría tener más oportunidades en las elecciones generales. ¿Catalunya Sí que es Pot se aprovechará en diciembre del voto dual que iba a parar al PSC?
(1) Véase Cataluña en la encrucijada. Toni Rodon, cap 1.
(2) Fuente: eldiario.es
(3) Rodon, T., Orriols, Ll. et al.(2014) Cataluña en la encrucijada. Las elecciones catalanas de 2012. Marcial Pons: Madrid. Toda la información en: http://cat-encrucijada.info/
(4) Fuente: http://www.infoelectoral.mir.es/
(5) Muñoz. J. y Tormos, R. (2013) El apoyo a la independencia en Cataluña: ¿identidad o cálculos económicos? Fundación Alternativas, Zoom Político.
(6) Véase Cataluña en la encrucijada. Toni Rodon y Lluís Orriols, Introducción, p.24-25 y pie de página.
(7) Véase Cataluña en la encrucijada. Francesc Amat, cap.3.
(8) (9) (10) Gráficos procedentes del periódico El Español. Disponible en: http://datos.elespanol.com/elecciones-catalanas/