Ante la angustia, la esperanza; ante la corrupción, los honestos; y ante la mediocridad generalizada, los valientes.
Hay que recordar a Kipling cuando decía en su poema ‘If’ que si eres capaz de empezar de nuevo aunque fuera con desgastados instrumentos para superar una gran pérdida serías un hombre. Y eso es lo que necesita España en estos momentos: hombres de verdad. Un movimiento regenerador que mueva los cimientos de la corrupción y la mediocridad que nos han asolado y sea capaz de rearmar la democracia y la honestidad en nuestro país. Y de paso la ilusión de más de cuarenta millones de españoles que asistimos indignados y desesperanzados al lamentable espectáculo que nos deparan todos los políticos actuales que en España son; o casi todos, por no generalizar injustamente. Y de ese casi generoso, además de necesario, deben salir quienes nos conduzcan por el tenebroso paso que ahora atravesamos.
Por actores o espectadores cómplices Unos por actores y otros por espectadores activos o pasivos, los que han protagonizado en primera línea el último acto de nuestro actual sistema supuestamente democrático deben coger sus bártulos y marcharse a casa. Los protagonistas de los dos últimos decenios, por decir algo. Desde la corona al último ayuntamiento de España, pasando por partidos, sindicatos, órganos judiciales y de toda representación pública o semipública, empresariales, etc. debieran hacer un último acto de servicio a la nación y hacer un regenerador mutis por el foro. Y quienes queden sin mácula, que algunos habrán sin duda, empeñarse en una enorme tarea sin desmayo para sacar el carro del lodazal, enjaretarlo de nuevo y ponerlo cara al futuro. Si no es así, además de nuestro presente, habremos arruinado aquél. El tiempo marca las horas sin descanso, y hay cosas que o se arreglan de inmediato o nos hundirán para siempre. La mentira, la desvergüenza, la mediocridad, la corrupción extendida y el cinismo no tienen arreglo más que con la radicalidad de su extirpación. Y en su erradicación no puede haber medias tintas. Desde el Rey al último de la fila Rajoy no puede seguir al frente del gobierno y del partido que lo sustenta. Ni Rubalcaba en el suyo, ni Mas y el clan de los Pujol con el añadido de Durán en los suyos. Pero tampoco sus segundos, secretarios, lacayos, palafreneros y ‘chupaesquinas diversos’. Y lo mismo podríamos decir de las demás instituciones del Estado, empezando por la mismísima Corona. Es la hora del cambio con mayúsculas. La de los valores regenerados. Como se dice en los toros, estamos ante el momento de la verdad; el de triunfar, quedar aseados, o, al menos, darnos una oportunidad para ir en el siguiente cartel. Lo contrario será la depresión colectiva de un pueblo con imprevisibles consecuencias, o algo peor. El problema radica en que si los que han de marcharse serán capaces de ver esa necesidad y de actuar en consecuencia. Estamos ante la oportunidad de hacer bueno, aunque sea a última hora, el supuesto de que todos estuvieron ahí en un principio por el afán noble de servir a los demás. Las encuestas que se publican lo dicen a las claras: el pueblo español no confía en los partidos mayoritarios que hasta ahora les ha gobernado, y esa desconfianza no se traduce en grandes esperanzas en los minoritarios. Seguirán donde están aunque engordaran algo sus resultados en una supuestas elecciones próximas. Pero es que en el extranjero el descrédito es parejo al del interior. La limpia Ya no vale con lamentarse y mirar hacia atrás con más o menos ira buscando culpables y el origen y la génesis de nuestro calamitoso estado actual. Con matices, todos sabemos la vida, obra y milagros de sus protagonistas. Es la hora de agarrarnos al futuro con determinación y fe. Y de hacer, como dice el pueblo llano, una limpia general. Váyanse a su casa, que ya está bien. O quizás, Dios no lo quiera, tendremos que echarlos a patadas de sus ilustrísimas poltronas; porque esas cosas se sabe cómo comienzan pero nunca cómo terminan. Y la historia nos dice que suelen acabar muy mal para todos. La solución desde dentro La solución debe venir de dentro del sistema. De aquellos que desde el interior de los partidos políticos estén libres de toda sospecha y se atrevan a jugárselo el todo por el todo para comenzar el enhebro del futuro. Es la hora de quienes no teman a su pasado, que no es poco, y tengan el coraje suficiente y necesario para airear su casa y nos hablen de un futuro cierto. Y con ese discurso de bolsillo y alma transparentes sean capaces de ilusionarnos imaginando tiempos mejores. Es el momento de los buenos. Es la hora de los valientes.