Es más libre un mosquito que una persona
Vivimos en un mundo en el que es más libre un mosquito que una persona.
Los mosquitos y, también el dinero, son más libres que las personas.
Restringimos la circulación de las personas mientras facilitamos la del dinero.
La frontera, esa línea imaginaria que cruzan sin problemas los mosquitos mientras las personas se juegan la vida e incluso la pierden en muchas ocasiones, demasiadas.
La frontera, esa línea imaginaria convertida en muro real, en alambrada de sangre, en el muro de la vergüenza que condena a la muerte a las personas por haber nacido al otro lado de la línea inventada.
Nos quieren hacer pensar que nos debemos preocupar más por los que están dentro del mismo muro que nosotros, cuando en realidad dentro o fuera, aquí o allá, al fin y al cabo da igual, pues todos somos personas, y debemos tener los mismos derechos.
Quisiera ser mosquito para poder cruzar países sin problemas.
Para que no importe mi nacionalidad, para que no me discriminen por tener un papel que dice que soy de un país y no de otro cuando en realidad soy persona, y eso que en realidad es lo que soy parece ser que no importa.
Quiero que me miren como persona, no como papel o documento.
Quisiera ser mosquito para ser mirado por lo que soy y no por lo que tengo o poseo.
Las personas,
eso que parece ser que somos, aunque a veces, demasiadas, no lo parezca.
Parece ser que es lo más importante pero a la vez lo menos,
lo que más respetamos y lo que más maltratamos.
No tiene sentido ni justificación que una persona pueda o no cruzar una línea imaginaria por ser de un país y no de otro.
Ser de un país u otro no te hace diferente, seamos del país que seamos todos somos personas, eso ante todo, siempre.