Todos conocemos la famosa frase de Mies van der Rohe. Y si no la recordamos ya se encargan nuestros amigos del facebook y del twitter de recordárnosla todas las semanas con esos rótulos-lápida que están tan de moda:
Vale. "La arquitectura empieza...". Empieza. Pero no creo que eso sea todo. Eso es sólo empezar. A base de ladrillos colocados con mucho esmero he visto yo cada obrita kitsch que tira de espaldas.
Estos ladrillos otra cosa no tendrán, pero esmero tienen de sobra.
Por lo tanto, el esmero no parece ser condición suficiente de la arquitectura.
Desde luego, es una buena cosa. Es incluso entrañable y emocionante (y muy cursi) ver las cosas que es capaz de hacer el esmero.
Fachada de un local comercial. La bajante ha sido pintada para imitar la textura del chapado de piedra de la fachada, y está realmente muy bien. La línea negra imita la junta entre las piezas.
Es emocionante ver este tipo de cosas en un mundo en el que prolifera el descuido y la falta de cariño y de cuidado por todo.
Otra bajante inoportuna, esta vez en la jamba de una puerta. El adorno de la jamba no parece demasiado afortunado, pero ni siquiera la bajante de aluminio hizo desistir al diseñador ni le condujo a modificar su diseño. Nada: La idea era firme y nada se opondría a ella.
Otro magnífico ejemplo de esmero es este. El propietario de esta vivienda ha decidido pintar en el cerramiento de su casa un curioso simulacro de chapado, y no le han quitado la idea los diversos armarios de contadores, que ocupan un alto porcentaje de ese cerramiento. Otro gran ejemplo de voluntad inquebrantable.
Aquí tenemos otro ejemplo de esmero. Unido al buen humor y al mal gusto, pero esmero al fin y al cabo. (Me están saliendo muchos ejemplos con bajantes).
Quien ha hecho esto es ese hombre ingenioso, optimista, manitas, que tiene soluciones para todo y que vive sin temer a nadie ni a nada. Envidia me da. Pero mucha. (Lo digo en serio).
Con todo esto vemos dos cosas inequívocas: La primera es que el mero esmero no vale para producir una obra arquitectónica valiosa. Vale para muchas otras cosas, y es una cualidad muy útil y muy digna de tener en cuenta, de defender y de auspiciar. Pero el mero esmero no nos llena. No es suficiente. Tiene que estar al servicio de una idea. (La otra gran frase de Mies: "Rechazamos reconocer problemas de forma; sólo problemas de construcción" es una mentira cochina. Para él, atender desnuda y fríamente los problemas de construcción ya lleva una previa y muy sólida idea de forma, y a su vez le supone tremendos problemas de forma, que estará toda su vida intentando resolver). El esmero por sí mismo es mero procedimiento, es mero alarde, es mero desafío, sin más. Es mero. Es mero esmero.
Y la segunda es que esas frases magníficas que vemos cada vez más en las redes sociales, formando una bella lápida compuesta por la cara del pensador de turno sobre fondo negro y un texto "labrado" en letras refulgentes, o son falsas, o están mal atribuidas, o están descontextualizadas, o son incompletas, o inexactas. No os fiéis nunca de esas sentencias tan fáciles y tan sencillas, tan rotundas y tan inequívocas.
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