En Villamartín, provincia de Cádiz, el pueblo donde nací, existe una moderna partida de bandoleros que, bajo el nombre de "Bandoleros Tours", secuestra a turistas (con su consentimiento), les llevan hasta sugerentes escondrijos en el monte, les dan allí de comer, les cantan canciones a la luz del fuego y les hacen vivir, en las serranías gaditanas, estupendas jornadas de aquel pasado inolvidable, cuando España era la meta y el sueño del romanticismo mundial.
Estuve recientemente con uno de esos bandoleros y le pregunté si no tenían problemas de rechazo con la imagen de los bandoleros, a lo que me respondió con un contundente "Es mil veces mejor ser bandolero que político".
Después me explicó su curiosa tesis: "Los bandoleros robaban a los ricos para repartir parte del botín entre los pobres, eran patriotas y valientes y supieron ganarse el apoyo popular, pero los políticos roban a los pobres para darle parte del botín a los ricos, son cobardes y antipatriotas y han sabido ganarse el desprecio y hasta el odio del pueblo". Y concluyó con un indignado: "No nos compares, por favor".
Creo que el bandolero de Villamartín tiene razón, aunque suene a heterodoxia en democracia. Nuestros políticos actuales están tan desprestigiados, sobre todo en Andalucía, donde han malversado, oprimido, robado y abusado del poder hasta la saciedad, que compararlos con aquellos bandoleros de los siglos XVIII y XIX que se cubrieron de gloria al combatir contra el ejercito imperial francés de Napoleón, al que acosó y martirizó practicando una innovadora y eficaz guerra de guerrillas, es una auténtica injusticia. Leer mas...
¿No se lo cree? Pues lea la biografía de Juan Martín "El Empecinado" y compare el curriculum de aquel bandolero, que, por sus méritos, fue nombrado general del ejército español, con el del bellaco José Luis Rodríguez Zapatero, prototipo de político español actual, mentiroso, despilfarrador, inepto, del que se mofaba toda Europa, principal culpable del estado lamentable y crítico en el que se encuentra España, país al que llenó de desempleados, nuevos pobres, deudas, desconfianza y desprestigio.
Juan Martín, a pesar de sus méritos, murió ahorcado por orden del rey felón Fernando VII, pero Zapatero, sin mérito alguno reconocido y con un grueso fardo acumulado de fechorías y agravios contra España y los españoles, ha sido premiado con una alta condecoración por su sucesor y "colega", Mariano Rajoy, ocupa inmerecidamente un sillón en el Consejo de Estado y disfruta de dos sueldos de lujo, ambos pagados con los impuestos de los atribulados y esquilmados españoles, sus víctimas.
Parece evidente que la España actual, en algunos aspectos políticos, es incluso más injusta, cobarde y sucia que la del traidor Fernando VII.
Revista Opinión
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