Revista Sociedad
Hoy celebramos la festividad del Nacimiento de Jesús. Es una fiesta muy popular, que no significa lo mismo para todos nosotros. En algunos casos, la alegría por este acontecimiento aparece forzada. No sale de nuestro corazón. En otros, salimos a las plazas y calles para anunciar la gran noticia. En Belén, nace el Señor. Durante el Adviento, nos hemos reunido en las iglesias para prepararnos de la manera más adecuada para recibir a Jesús. Es cierto que cambia el ambiente exterior, pero no olvidemos lo que es más importante. Nos trae un mensaje de paz, amor y concordia. Es hora de aplazar diferencias, buscar cosas que compartir. La sociedad aparece crispada por diferencias que parecen insalvables. Vamos a solucionar lo que sea necesario para que reconciliados, podamos reunirnos en una mesa para celebrar el cumpleaños de Jesús. No es obligatorio estar alegres. A las personas que viven solas, están enfermas o sienten que la vida no les trata bien, debemos ofrecerles nuestro apoyo y solidaridad. Cuando caminamos presurosos por la calle para realizar los últimos preparativos para la Pascua, debemos ser conscientes de que nos podemos cruzar con una persona que está sufriendo. Quizá ha perdido a un ser querido o no tiene medios para poder cenar en la Noche Buena. Necesita, al menos, que le dediquemos una señal de afecto, una mirada. Una estrella aparece en el firmamento que se mueve lentamente para posarse en la casa de cada uno de nosotros. Alegraos, un Niño nos ha nacido. Nos trae la paz, escuchadlo. Es Navidad.