Revista Comunicación

Es normal errar pero no reconocerlo es doble error

Publicado el 07 febrero 2014 por Solano @Solano

Muchas veces me he equivocado en muchos campos de mi vida. Algunos errores me duelen más que otros. Cuando me he equivocado haciendo periodismo el ego se lastima. No es fácil reconocer los errores ante otros porque en la mente se posan los fantasmas de sospechar que la credibilidad se pierde, que los colegas y las audiencias no van a volver a respetar el siguiente escrito, la próxima pieza periodística.

Sin embargo, hay que dar el paso cuando aparece el error, como lo hice cuando lo que escribí pareció un juicio a un colega. Respirar profundo y dejar el orgullo a un lado. Vamos a seguir cometiendo errores a pesar de que el compromiso de todos los que intentamos hacer un buen periodismo es minimizar la cantidad de yerros.

Esta semana, Colombia se ha visto sacudida por una noticia revelada luego de un extenso y pormenorizado trabajo periodístico de la Revista Semana durante más de un año: El espionaje a los negociadores del gobierno colombiano en las negociaciones de paz con la guerrilla de las Farc en La Habana.

Apenas unas horas después de publicado el artículo en el portal de Semana, todos los medios estaban haciendo seguimientos a las pistas arrojadas por la revista y por los testigos en el lugar de los hechos. Un vigilante que llegaba a cubrir su turno en Buggly Hackerspace, la ‘oficina de los espías’, era inmediatamente abordado por la maraña de micrófonos y lentes que buscaban sacarle cualquier dato sobre lo que se hacía en el local. Salió a la luz el nombre de la empresa Alerta que le presta la vigilancia armada a la oficina. Noticias Caracol, con Carlos Barragán, fue el primero de los reporteros que vi que acudió juicioso a la sede de esa empresa e hizo la debida investigación, Todo eso estuvo bien.

Pero entonces vino esa esquizofrenia en los medios, ese afán por conseguir botines secundarios, las migajas de lo que dejara Revista Semana que en efecto se anotó un hit en la historia del periodismo colombiano. Fue ahí cuando una de estas mañanas, dentro de todos los cubrimientos, llamó la atención la bandera que clavaba en la montaña el periodista Néstor Morales, de Blu Radio.

Es normal errar pero no reconocerlo es doble error

Normalmente un espía no posa en plena operación y publica las fotos en redes sociales

Morales, incluso con enlace a Noticias Caracol en televisión, daba a conocer lo que llamaba la ‘prueba reina’ de la Operación Andrómeda: Unas fotografías en las que aparecían posando unos militares del Ejército y de otras fuerzas en compañía de los hackers que estaban a cargo de las infiltraciones a negociadores del gobierno colombiano. Sin duda, un buen botín periodístico a esas alturas del desarrollo de la historia.

Pocas horas después saltó al campo la verdad: Las fotos sí eran hechas en el lugar de los acontecimientos correcto, pero no eran las personas que Morales dijo que eran. El lugar, además de las ‘chuzadas’, realizaba encuentros, como los que se hacen en distintos puntos de la ciudad, a los que asisten regularmente ‘gamers’, jugadores de paintball, entre otros aficionados a actividades lúdicas.

Algunos de estos encuentros se hacen en la modalidad ‘cosplay’ (de costume play) en la que los individuos buscan representar con disfraces a un personaje o a una idea específica. Los que aparecían en las fotos probatorias eran realmente los asistentes a uno de estos encuentros, civiles comunes jugando a que eran militares y otros a que eran personajes de algún comic. Uno de ellos, por cuenta de los señalamientos, ha estado –según me dijo uno de los miembros del grupo de jugadores– casi toda la semana encerrado en un búnker de la Fiscalía siendo interrogado insidiosamente a pesar de que sencillamente es un coleccionista de uniformes militares del mundo.

Hay que decirlo: Era fácil caer en el error. En el mismo sitio donde si estaba comprobado que había civiles y uniformados participando en una operación real, aparecían fotos de personas que lucían como civiles y otros como militares en la misma semana caliente de las noticias. Entiendo a Morales y a su equipo de colaboradores en la emisora porque tienen pasión, adrenalina y vértigo. Esos son atributos indispensables en el oficio más hermoso del mundo, pero en algún momento la curiosidad no alcanzó para dar con la verdad de esas fotos que estaban publicadas en las cuentas de Facebook y de Twitter de algunos de estos jugadores. El portal Pulzo escribió un artículo que por algunos puede ser tildado de reflexión oportuna y por otros, de duro cuestionamiento a los colegas sobre este caso, ustedes dirán.

Hay una pista que en el sentido común habría podido permitir la pausa en el afán: ¿Si es una operación tan delicada de espionaje, que por ende es clandestina, se habrían permitido sus miembros tomarse fotos posando tan alegremente y luego publicarlas en redes sociales? ¿No es acaso la discreción uno de los principales atributos de un espía?

Faltó confirmación, ganó la adrenalina de la velocidad. Como diría Alejandro Borráez en una columna sobre este tema en el diario ADN: “Cada quien es libre de meterse en el número de problemas innecesarios que quiera, pero un periodista o un medio de comunicación tienen en su sangre profesional ese deber (el de confirmar la información). No hay excusa”. El periodismo es un arte que debe revestirse de la humildad del oficio.

Claro, ustedes dirán que es más fácil criticar que hacer y tienen toda la razón. Por eso empecé diciendo que había entendido el proceso que motivó a Morales. Precisamente por eso comencé diciendo que es normal equivocarse, pero hay que avanzar reconociendo el error y buscando minimizar ese riesgo en las siguientes pericias.

Hasta donde sé aún no ha habido una admisión del error. Tal vez me equivoco, pero parece que ganó el fantasma de sospechar que la credibilidad se pierde. Sigamos adelante. Ánimo al equipo de Blu que ha logrado cosas importantes en muy poco tiempo de existencia.


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