Una de las mayores preocupaciones a las que se ve sometido inexorablemente toda persona es a la realidad de la muerte, que a todos, tarde o temprano nos llega. Los científicos llevan décadas tratando de “luchar” contra ello, alargando la vida, pero ¿hasta donde pueden llegar?
El cuerpo humano al igual que el resto de los seres vivos, está sometido a una serie de ritmos repetitivos, tal y como se vio en el artículo titulado: Cronobiología: la ciencia del tiempo, uno de estos ritmos es el que corresponde al ciclo de la vida, es decir, nacemos, vivimos y morimos, pero ¿Por qué morimos?, ¿Es posible superar la muerte con los nuevos avances de la ciencia?
Quizás uno de los fenómenos menos evidentes que se producen cíclicamente en nuestro organismo y sin el cual no podríamos sobrevivir es el de la regeneración celular, que consiste en la creación de nuevas células que van sustituyendo a las antiguas. Éste proceso se repite desde nuestro nacimiento hasta el final de nuestra vida, aunque su velocidad de regeneración irá siendo cada vez más lenta a medida que envejecemos.
Las nuevas células se van a producir tanto en tejidos externos, pelo, uñas, piel; como internos, mucosas, músculos, huesos y sangre; llevándose a cabo una renovación de todas las células del organismo aproximadamente cada siete o diez años.
Cada tipo de célula se va a regenerar a una velocidad diferente, siendo los tejidos externos los que lo realizan más rápidamente que los internos. Así la epidermis, la capa más superficial de la piel, se renueva cada 30 días; mientras que las células rojas de la sangre cada 120 días y las del hígado cada 300 a 500 días.
Hasta hace relativamente poco se creía que en el organismo únicamente había dos tipos de células que no se regeneraban, las neuronas del cerebro y las células cardíacas del corazón. Recientemente se ha descubierto que ambas se regeneran pero a una velocidad muy inferior al resto, lo que abre nuevas vías de investigación que poder aplicar en la recuperación de pacientes que han sufrido un infarto de miocardio, en el caso del corazón o con lesiones cerebrales o enfermedades como el Alzheimer, en el caso del cerebro. Pero todavía queda mucho para ello, según algunos expertos, queda superar una pequeña pero importante traba, la reproducción celular; la cual parece marcar nuestro destino desde el mismo momento del nacimiento; llegándose a afirmar que estamos programados para no vivir eternamente, es decir morir “es parte de la ecuación” de la vida.
Similar a lo que le sucede a los apartaos eléctricos, que de fábrica vienen pre-programados para durar un determinado tiempo, después del cual dicho programa interno provoca el mal funcionamiento de alguno de sus componentes y al final, el que el aparato deje de funcionar por completo.
Esto es conocido como muerte tecnológica programada, una práctica extendida, cuyo único objetivo es el de obligar a la persona que estaba disfrutando de ese aparato, con fecha de caducidad, ya sea un vehículo o un electrodoméstico, a que se compren uno nuevo.
Un apunte que debemos hacer en este momento, para comprender por qué estamos hablando de programación biológica para desaparecer, antes de tiempo, es que las células de nuestro organismo se reproducen una y otra vez, sustituyendo a las anteriores. Así todo nuestro organismo es sustituido por células nuevas cada década.
Algunos tipos de células lo hacen a mayor velocidad como el de la piel, otras en cambio lo hacen más lentamente como las el corazón. Incluso las neuronas, que hasta hace poco se desconocía que se regenerasen sufren la neurogénesis, es decir, la formación de nuevas neuronas.
Pero si bien, este es un hecho que nos acompaña toda la vida, a medida que va pasando el tiempo, la tasa de regeneración va siendo cada vez más lenta, hasta que llega un momento en que se detiene. Cuanto más lenta sea esa tasa, antes dejará el cuerpo de generar nuevas células, con las consiguientes consecuencias catastróficas para el organismo, imaginemos, únicamente que se nos detiene el corazón.
Es precisamente ahí donde algunos autores han defendido que la naturaleza fija nuestra fecha de caducidad desde el momento del nacimiento, y que si se alargase dicho proceso, podría continuar hasta los ciento cincuenta años, fijado como límite biológico del cuerpo humano; por todo lo anterior es por lo que parece ser que estamos programados para fallecer antes de tiempo.
Una realidad que la ciencia todavía no ha conseguido superar, con lo que podemos reflexionar qué es lo que queremos hacer en nuestra vida, y sobre todo, qué queremos dejar como legado a los que nos sobrevivan.
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